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El castigo físico aumenta la posibilidad de que los niños sean agresivos y desafiantes

  • El informe de la Universidad de Michigan concluye que los azotes son ineficaces
  • El castigo físico aumenta la posibilidad de sufrir trastornos mentales
  • Los padres usan la violencia con niños de entre uno y dos años, según el estudio

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Los maltratos con palizas aumentan la probabilidad de que los niños sean agresivos y desafiantes, y el castigo físico pone en riesgo a que los niños padezcan más problemas de salud mental, comportamiento anti-social y lesiones graves, según muestran los resultados de un informe de la Universidad de Michigan.

La autora del informe y profesora asociada en la Escuela de Trabajo Social, Elizabeth Gershoff, señala que "hay poca evidencia en investigación sobre el hecho de que el castigo físico mejore a largo plazo el comportamiento de los niños".

Gershoff analiza 100 años de investigación de estudios publicados sobre el castigo físico y, en particular, los azotes en las nalgas. Finalmente, los resultados indican que la mayoría de los golpes son una práctica parental ineficaz en la crianza de niños, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo.

"Hay cada vez más motivación en otros países de promulgar leyes que prohiban legalmente todas las formas de castigo físico" y apunta que "la práctica está considerada como una violación a la ley internacional de derechos humanos".

Varios estudios revelan que muchos padres aún maltratan físicamente a sus hijos, especialmente a los niños de entre uno y dos años de edad, y cuando los niños llegan al quinto curso el 80% ha recibido castigo físico. 

Ansiedad por los azotes

  

Además, en múltiples estudios se ha descubierto que los azotes en las nalgas llevan a los niños a padecer más problemas de salud mental, como ansiedad y depresión, consumo de alcohol y drogas, y un ajuste psicológico deficiente. Según la autora, "estos problemas también aumentan los niveles de estrés".

El informe de Gershoff indica que los castigos corporales también pueden perjudicar las relaciones familiares y "si el niño ve a los padres como la fuente de dolor y experiencias dolorosas, esto puede interferir con el desarrollo de la cercanía y la confianza".

En definitiva, señala que los niños se comportan mejor cuando son motivados por la alabanza o la promesa de recompensas en lugar de amenazas de castigo porque "necesitan la enseñanza y la orientación de los padres para que puedan aprender a tomar mejores decisiones en el futuro".