Una cumbre en el fondo del valle
- Estados Unidos espera triplicar la dotación del FMI
- Obama mostrará como ejemplo la reforma financiera de Geithner
- Nuevas reglas para los hedge funds y el sistema bancario en la sombra
- Intercambio de información sobre los riesgos de las 25 mayores entidades
- Mayor papel de China y las potencias emergentes
El planeta está hundido en el fondo de la recesión más dura desde la Gran Depresión. Todos recuerdan que la crisis se ha originado en Estados Unidos, el país que predicaba hasta hace unos meses la desregulación de los mercados. Y ni siquiera la enorme popularidad de Obama servirá para acallar los desafíos crecientes que le plantean sus aliados y sus adversarios. Ese es el negro escenario en que comienza el 2 de abril la cumbre del G-20 en Londres.
Se trata de la primera cumbre de Obama desde que es Presidente. Va con la intención explícita de asumir el liderazgo en la salida de la crisis. Lleva como artillería el plan de estímulo económico, ya en marcha, y el plan de rescate financiero elaborado por su secretario del Tesoro, Tim Geithner. Durante dos días y medio, tratará de vender sus recetas para reactivar la economía y evitar que se repitan los mismos errores en el futuro.
De antemano sabe que no conseguirá compromisos para inyectar más dinero público. "Nadie va a pedir a ningún país que venga a Londres para comprometerse a hacer más", ha señalado el asesor de seguridad nacional estadounidense, Michael Froman. La administración respaldó en principio que todas las naciones gastaran un 2% de su PIB. El presidente de turno de la UE, el checo Mirek Topolanek, lo ha calificado de camino al infierno y Alemania y Francia ya han dejado claro que no están por la labor. Sus planes de estímulo son más modestos pero las cifras no incluyen el gasto en protección social, mucho más amplio que en EE.UU.
Más dinero y poder más repartido en el FMI
Los mensajes de confianza de la cumbre tendrán que salir de otros acuerdos. Las autoridades norteamericanas esperan doblar o triplicar la dotación del Fondo Monetario Internacional hasta los 750.000 millones de dólares. Es la parte más concreta de un proceso de renovación de una institución que hasta hace pocos meses languidecía por falta de contenido.
Creado tras la segunda Guerra Mundial, el FMI es el encargado de asegurar la estabilidad económica y monetaria del mundo. Sus recursos han sido puestos a prueba en los últimos meses a medida que Europa Oriental y los países emergentes caían víctimas de la crisis. EE.UU está dispuesto a comprometer 100.000 millones en la institución, la UE podría poner otros tantos y China, la nación con más efectivo en estos momentos, llegaría a aportar 50.000 millones.
No será gratis. El FMI ha sido criticado como un club de ricos que imponía la ortodoxia al resto del planeta. En la práctica, es Washington quien lo controla ya que el poder europeo está dividido. Pero el salto al estrellato de China, junto con Brasil, India, Rusia y México, promete cambiar las reglas de la institución. Y detrás de ella, la democratización de otras como el Banco de Desarrollo Interamericano o el Banco Asiático de Desarrollo.
Nuevas reglas y supervisión coordinada
La refundación del FMI no será el único logro. Una de las bazas más sólidas con las que cuenta Obama es el nuevo plan de rescate financiero que Geithner, conocido por sus siglas, PPIP, programa público y privado de Inversión. Marca la pauta para las nuevas reglas que impidan una crisis como la actual. Y eso pasa por atar en corto al sistema bancario en la sombra.
Los hedge funds, los fondos de alto riesgo, y los fondos de capital riesgo, tendrán que someterse a la misma supervisión y regulación que el resto. Tendrán que registrar sus libros ante los reguladores, satisfacer unos requisitos mínimos de capital y las autoridades podrán intervenirlos si es preciso. En la misma línea, la cumbre tratará de apretar las clavijas a los paraísos fiscales. En el punto de mira está el secreto bancario. Suiza es un buen ejemplo de lo efectivo que puede llegar a ser la amenaza de ingresar en una lista negra.
Pero quizás el logro más importante en este capítulo surja de la supervisión colegiada de las 20 ó 25 mayores entidades financieras del planeta. Aquellas too big to fail, demasiado grandes para dejarlas caer. Porque en su caída pueden arrastrar al resto del sistema. No se espera algo tan ambicioso como un supervisor global, en la línea que abogaba el premier británico, Gordon Brown, pero sí el intercambio de información y la evaluación conjunta de los riesgos que asumen estos gigantes.