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El fracaso checo, otra oportunidad perdida para Europa

  • Hoy se cierran los seis meses de la polémica presidencia checa
  • La caída de su Gobierno y la negativa a ratificar Lisboa marcan su balance
  • Además, ha sido incapaz de frenar el proteccionismo contra la crisis
  • Las polémicas declaraciones de su presidente, la guinda del pastel
  • Incapaz de imponer su agenda, ha sido ignorada por las potencias europeas

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Trabajadores retiran una escultura realizada por el artista checo David Cerny en Bruselas.
Trabajadores retiran una escultura realizada por el artista checo David Cerny en Bruselas.

"Seguro que será una aventura". Con estas palabras el entonces ministro de Asuntos Europeos checo, Alexandr Vondra resumía sus expectativas de la presidencia de su país en las postrimerías de 2008.

En cierto sentido, fue todo un vaticinio. La gran aventura checa -que es vista como una de las peores presidencias de la historia de la UE- empezó con la grabación secreta de eurodiputados por parte del propio presidente de su país como prólogo, a lo que siguió una exposición esperpéntica sobre los tópicos de la UE que no gustó a nadie.

El cénit de la historia fue la caída de su gobierno en plena presidencia europea, que aprovechó su euroescéptico presidente para no firmar el Tratado de Lisboa.

Por último, la aparición del primer ministro desnudo en una de las fiestas de Silvio Berlusconi como arma arrojadiza de la campaña electoral de las europeas ha supuesto un final de la aventura ' de traca'.

Doble fracaso

"Ha sido un fracaso, una ocasión perdida", resume Ignacio Molina, responsable de estudios europeos del Real Instituto Elcano.

La razón de este fracaso ha sido doble: por un lado, los checos han tratado de darle un perfil propio a su Presidencia ignorando su debilidad diplomática y lo excéntrico de sus planteamientos en el conjunto de la UE.

Por otro, se han enfrentado una auténtica 'tormenta perfecta' interna y externa: al boicot de la oposición socialista a la presidencia -unido al euroescepticismo recalcitrante del presidente Klaus- se han unido temas como la crisis del gas, la guerra de Gaza y, sobre todo, la crisis económica, que ha puesto a los checos delante del espejo de sus propias limitaciones.

Objetivos sin cumplir

Tan sólo un repaso del programa de objetivos de los checos ilustra hasta qué punto sus seis meses al frente de la UE han sido un fracaso.

Por ejemplo, su apuesta por ampliar el mercado interno eliminando las barreras a la competencia ha quedado en nada ante las medidas neoproteccionistas puestas en marcha por los gobiernos nacionales, que tuvieron su mayor expresión en las ayudas francesas al sector del automóvil.

El objetivo: que grandes plantas de automoción francesas no se deslocalizasen para ir a otros países como Eslovenia o la propia República Checa.

Además, se quería mejorar los lazos con Europa del Este, especialmente con Ucrania. Sin embargo, la crisis del gas con Rusia desvirtuó este objetivo y la UE, como mediadora, siempre estuvo a expensas de que el gigante ruso quisiera volver a abrir el grifo.

Más aún, las dos cumbres informales convocadas por los checos -sobre la ampliación al Este y sobre empleo- fueron ignoradas por la mitad de los jefes de Estado, especialmente por los de los países grandes, que no querían verse relacionados con la presidencia checa.

Como colofón, la ansiada reconciliación con Estados Unidos con la llegada de Obama se vio descafeinada por el hecho de que el gobierno checo era de los pocos amigos de Bush en Europa.

De hecho, el entonces primer ministro Mirek Topolanek calificó de "camino a la ruina" los planes de estímulo de Obama.

División interna

En realidad, estas palabras revelan el peso ideológico que ha tratado de imponer Chequia a su mandato, que finalmente ha quedado desdibujado por sus propios enfrentamientos internos.

Mayoritariamente euroescéptico, el ODS, el partido que gobierna el país, ha sido incapaz de unir sus dos almas -la ultraliberal de su presidente Klaus y la pragmática del primer ministro Topolanek.

Como resultado, la fecha de la gran 'fiesta' de adhesión checa a Europa, la aprobación por el Congreso del Tratado de Lisboa, quedó en nada al negarse Klaus a firmar.

Luego, los socios de Topolanek en el gobierno le traicionaron y su ejecutivo cayó en marzo en una moción de censura. Su sucesor, Fischer, es un tecnócrata que ha renunciado desde un principio a enderezar la línea política de la presidencia.

Mientras tanto, Klaus campaba a sus anchas y se permitía el lujo de comparar a la UE con la Unión Soviética, en una de las escenas más polémicas en la tranquila Bruselas de los últimos años.

Frivolidad

"Lo peor que le puede pasar a un país nuevo en la UE que asume la Presidencia es dar esa imagen de frivolidad", subraya Molina, que califica de "lástima" que esta imagen se proyecte justo en el quinto aniversario de la ampliación al Este.

Para ver el resultado en la opinión pública europea sólo hay que echar un ojo a las encuestas de la web oficial de la presidencia checa: el 77% de los internautas consideran que los checos han debilitado Europa y el 55% no está satisfecho con su gestión.

"Al menos tiene una parte positiva: la gente se da cuenta de que el sistema de presidencia rotatoria tiene poco sentido y las presidencias tendrán que coordinarse más entre ellas", concluye Molina.