El Islam en China, casi 14 siglos de difícil convivencia
- Los sangrientos incidentes de Xijiang entre uigures y chinos han son una muestra
- Oficialmente viven más de 20 millones de musulmanes en China, el 1,4% de la población
- El periodo más brillante para el Islam fue la dinastía imperial Ming (1368-1644)
- Con el régimen comunista llegaron los programas "reeducativos"
- Pekín ha practicado una política de migración de chinos 'han' a zonas musulmanas
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Los sangrientos incidentes de la capital de Xijiang, Urumqi, donde en los últimos días se han enfrentado uigures musulmanes y chinos de la etnia han, muestran la difícil convivencia del Islam en China, a pesar de haber estado presente en su civilización casi desde el nacimiento de la fe islámica, en el siglo VII.
Más de 20 millones de musulmanes habitan en China, un 1,4% de su población total, según datos oficiales, aunque otras fuentes aumentan la cifra hasta los 100 millones, casi todos de la rama suní.
La Administración Estatal para los Asuntos Religiosos asegura que en todo el país se alzan más de 30.000 mezquitas, gestionadas por 40.000 imanes y ubicadas sobre todo en el oeste del país, en las zonas más cercanas a Asia Central, con una herencia mezclada de multitud de nacionalidades.
Aunque el 91% de la población china pertenece a la etnia han -los propiamente chinos-, el país es un crisol de 56 etnias.
La mayoría de musulmanes chinos pertenecen a minorías étnicas. Hui, uigures, kazakos, kirguizos, tátaros, uzbekos y dongxiang son los principales grupos cuyos miembros practican los preceptos de Mahoma.
Fue Uthman ibn Affan, discípulo del Profeta y tercer califa del Islam, quien primero se propuso expandir la religión en China allá por el año 651.
La mítica Ruta de la Seda, que unía a los comerciantes entre Asia y Europa desde los tiempos del Imperio Romano, sirvió para vertebrar la presencia de musulmanes en China y les hizo amos de todo el comercio internacional de la región.
De hecho, el período de la dinastía imperial Ming (1368-1644) es, quizás, el más brillante para el Islam en China, que logró amplio reconocimiento en la economía, el comercio y hasta en el estamento militar imperial.
Sin embargo, a partir de ese momento, el descenso fue progresivo: la dinastía imperial Qing (1644-1911), de influencia manchú y fuertes lazos con los mongoles, avivó el odio entre las distintas etnias, llevando a cabo una fuerte represión para mantener el control del imperio.
La República de China, comandada por Sun Yat-sen desde 1911, supuso un leve respiro para los musulmanes chinos, borrado de un plumazo con la llegada al poder de Mao Zedong.
Los programas "reeducativos" del comunismo
La ideología comunista no casaba con el Islam: las mezquitas fueron víctimas habituales de la Guardia Roja en toda China, especialmente en los tiempos de la Revolución Cultural (1966-76), donde las poblaciones fueron sometidas a programas de "reeducación" lejos de sus hogares.
Con la apertura económica, la ira directa se apaciguó y en 1978 se liberalizaron las políticas represivas, aunque las tácticas del Partido Comunista de China (PCCh) se volvieron más sibilinas.
Aplicando una política de colonización dentro del propio país, Pekín organizó grandes migraciones de chinos han a las regiones musulmanas, con el fin de adaptar estas provincias (Xinjiang, Gansu y Qinghai, las más occidentales) al ideario de la nueva China.
El Islam, "oficial" desde 2001
Pekín, que en 2001 dio el sello de "oficialidad" al Islam -lo que permite cementerios separados para los musulmanes, fiestas en las fechas señaladas y la posibilidad de cumplir el rito de peregrinar a la Meca, entre otros beneficios-, siempre ha recelado de los musulmanes chinos, especialmente entre las minorías.
Todavía, por ejemplo, impide el uso de textos del Corán que no estén aprobados por el régimen comunista, que teme la influencia de comunidades musulmanas de países como Irán, Arabia Saudí o Turquía.
Xinjiang, escenario en los últimos días de las peores revueltas del país desde los sucesos de Tiananmen en 1989 y que ocupa una sexta parte de la superficie del país, es la región con más número de musulmanes (más de la mitad de sus 20 millones de habitantes).
El 11-S como excusa para controlar el Islam
El Gobierno chino aprovechó la guerra contra el terrorismo islámico iniciada el 11 de septiembre de 2001 para vincular a su principal rostro internacional, Al Qaeda, con algunos grupos musulmanes que piden la independencia de Xinjiang o reclaman mayores derechos para etnias como los uigures.
Pero organizaciones pro derechos humanos y grupos en el exilio afirman que Pekín utilizó esa guerra internacional para aumentar su control sobre el Islam en el país y limitar el derecho de pueblos como el uigur a mantener sus diferencias culturales.