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Marruecos conmemora el décimo aniversario de la muerte de Hasán II y el ascenso de Mohamed VI

  • El rey falleció a los 70 años por un paro cardíaco provocado por una neumonía aguda
  • Los marroquíes parecen querer pasar página y se centran en su sucesor, Mohamed VI
  • Hasán II tuvo fama de gobernante duro en el interior y hábil en política exterior

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Marruecos recuerda la muerte hace diez años del rey Hasán II, una figura clave del siglo XX en el Magreb y cuya imagen continúa aún muy presente en este país.

En la madrugada del viernes 23 de julio de 1999, Hasán II, que acababa de cumplir 70 años, sufrió fuertes dolores de cabeza y garganta que obligaron a su hospitalización en la clínica real de Rabat.

A mediodía, su salud empeoró y el monarca entró en coma, por lo que fue trasladado al hospital civil Avicena donde se le diagnosticó una neumonía aguda, que horas después le provocaría un paro cardíaco y, finalmente, la muerte.

Aquella noche -en la que reinó una gran calma, sin grandes manifestaciones públicas de dolor- fue coronado su hijo Sidi Mohamed como nuevo rey de Marruecos, si bien los fastos del aniversario de su proclamación quedan reservados para el próximo 30 de julio, cuando el propio Mohamed VI decretó su Fiesta del Trono.

Presencia discreta de la fecha en la prensa

Han pasado diez años desde entonces y Marruecos recuerda de nuevo de forma discreta su figura. Ni siquiera los medios de comunicación le dedican grandes espacios, centrados estos días sobre todo en analizar la labor de su sucesor.

Pero el legado de Hasán II, con todas sus luces y sombras, sigue presente en la sociedad, como lo demuestra el número de retratos del antiguo rey que siguen presidiendo comercios y lugares públicos marroquíes.

"La relación de los marroquíes con Hasán II sigue siendo muy ambivalente, por más que el tiempo pase", asegura a la agencia Efe el profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Hasán II de Casablanca, Mohamed Tozi.

Para este politólogo, "hay nostalgia en muchos aspectos, sobre todo por esa figura del padre responsable que se preocupa de su gente, que al mismo tiempo es duro y autoritario", algo que paradójicamente "afecta incluso a quienes más le criticaban".

Sin embargo, ese sentimiento coexiste con una amplia sensación de "querer pasar pagina" que experimenta hoy día la sociedad marroquí, inmersa en un ritmo más acelerado de reformas que el que se vivió bajo el anterior reinado (1956-1999), añade.

En cualquier caso, el legado político de Hasán II permanece visible en todos los niveles, según Tozi, para quien el difunto monarca era "ante todo un hombre de Estado, que preparó y fabricó la estructura del Marruecos de Mohamed VI".

Mohamed VI, el reformador

Tal vez para marcar desde el inicio distancias con su padre, algunas de las más tempranas decisiones de Mohamed VI estuvieron relacionadas con librarse de algunas de las partes más oscuras de aquel reinado.

En esa ruptura se inscriben, por ejemplo, el cese fulminante del ministro de Interior y "gran visir" de su padre, Driss Basri, o la formación de la Instancia Equidad y Reconciliación, creada en 2004 para investigar las torturas y las desapariciones cometidas por el régimen durante los llamados "Años de Plomo".

La ambivalencia mencionada por Tozi se refleja en la calle, donde Abubakr, un "gorrilla" (aparcacoches) entrado en años que trabaja en el centro de Rabat, recuerda la figura del monarca difunto como "un hombre duro, que no se preocupaba por los que estamos abajo".

"Tenía un verdadero don para las relaciones exteriores, eso no se puede negar, pero fue muy severo con su propio pueblo", señala Abubakr, que no duda en optar por el padre de Hasán II, Mohamed V, o por su hijo, Mohamed VI, antes que por el difunto monarca.

Esa forma estricta de gobernar es, en cambio, del gusto de Ahmed, el dependiente de un pequeño ultramarinos en la capital, quien añora la capacidad de comunicación de Hasán II y sus ideas claras sobre cómo dirigir al país.

"Nos gusta tener juntos los retratos de los dos reyes (Hasán II y Mohamed VI) para ver si uno le puede dar al otro la fuerza para navegar esta nación como él hizo", subraya Ahmed.

Dos formas de gobernar para dos sociedades diferentes. Como sentencia el analista Tozi: "Mohamed VI prefiere ser amado a ser temido como su padre".