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Condena de 35 años para un etarra por el asesinato de un magistrado del Tribunal Supremo

  • En la sentencia no ha quedado acreditado que fuera él quien disparó el arma
  • Las huellas dactilares lo sitúan "en el lugar de los hechos"
  • Abaunza está obligado a pagar 900.000 euros a los herederos de la víctima
  • El magistrado Rafael Martínez Emperador fue asesinado en 1997 de un tiro en la cabeza

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Javier Abaunza Martínez, ex integrante del 'comando Madrid' de ETA, ha sido condenado a 35 años de cárcel por la Audiencia Nacional como autor del asesinato del magistrado del Tribunal Supremo Rafael Martínez Emperador, ocurrido el 10 de febrero de 1997.

A pesar de no quedar acreditado si fue él quien disparó al magistrado o la persona que lo acompañaba,  ha sido condenado a 30 años de cárcel como autor de un delito de asesinato terrorista, a dos años por tenencia ilícita de armas con finalidad terrorista y a otros tres por falsficación de documentos.

La sección segunda de lo Penal lo obliga también a indemnizar con 900.000 euros a los herederos de la víctima, que murió de forma casi inmediata, ingresando cadáver en el hospital, tras un disparo en la cabeza realizado a corta distancia.

Las pruebas no confirman que Abaunza dispara el arma

El Tribunal considera que, aunque no haya quedado acreditado quién disparó el arma, "todos están unidos en un proyecto común", que es ETA.

Abaunza participó plenamente en el asesinato, "la ejecución del hecho dependió de su voluntad, si es que fue el otro el que ejecutó el acto materialmente", explica la resolución.

Todas las pruebas sitúan al acusado "en el lugar de los hechos cuando se produjo el asesinato" en el que además "participó de forma activa". Según el tribunal, tampoco "cabe duda de su pertenencia a la banda terrorista", ni al "comando Madrid".

Sin embargo, la sentencia sí reconoce que fue Abaunza el que abordó al magistrado en el momento en el que abría la puerta de su portal en la calle Menorca sobre las 14:35 horas tras salir de trabajar. 

La sentencia se basa en las huellas dactilares

La Sala se basa en las huellas dactilares halladas en un vehículo robado con matrícula falsa y explosivos en el interior que fue encontrado el 18 de febrero de 1997 en la calle Walia.

Dentro del vehículo hallaron una gabardina beige que, según los datos policiales, llevaba uno de los dos sujetos que participaron en el atentado y que un testigo corroboró en declaraciones ante el juez del caso. 

Las huellas dactilares de Abaunza se encontraron también en los pisos francos que tenían en la calle Picabe y Doctor Fleming de Madrid y en una nota manuscrita en la que aparecía el número de matrícula falsa del coche robado.