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Sonia Sotomayor, una juez perseverante y modesta

  • Además de la primera latina, es la tercera mujer en ocupar un sitio en el Supremo
  • Licenciada en Yale y en Princeton, nunca ha perdido de vista sus orígenes
  • En 1991 Bush padre la nominó como juez de Manhattan y Clinton la ascendió en 1997

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La juez Sotomayor, durante su comparecencia para ser confirmada por el Senado.
La juez Sotomayor, durante su comparecencia para ser confirmada por el Senado.

Sonia Sotomayor ha alcanzado la cima del poder judicial de EE.UU. al ser confirmada por el Senado como la primera juez hispana del Tribunal Supremo, con lo que corona una carrera de obstáculos que empezó en el barrio neoyorquino del Bronx.

Sotomayor es, además de la primera persona hispana, la tercera mujer en ocupar uno de los nueve puestos vitalicios de la máxima instancia judicial del país.

La magistrada describió la distinción como el "mayor honor" de su vida cuando fue propuesta para el puesto en mayo pasado por el presidente de EE.UU., Barack Obama.

La modestia es, según los que la conocen, uno de los rasgos distintivos de esta magistrada, que pese a su brillante trayectoria profesional nunca ha perdido de vista sus orígenes.

Modesta y pausada

Así lo recordó el propio Obama en mayo, quien tras referirse a los logros académicos y profesionales de la juez de 55 años, insistió en que Sotomayor "nunca se olvidó de dónde empezó y nunca perdió el contacto con la comunidad que la respaldó".

Durante las audiencias del Senado, que no han sido nada fáciles, Sotomayor ha demostrado que no pierde los nervios y que es, ante todo, una mujer ponderada, de hablar pausado y mente bien ordenada.

Nacida en el seno de una familia puertorriqueña, Sotomayor se quedó sin padre a los nueve años. Su madre, Celina Sotomayor, asumió las riendas del hogar tras la muerte de su esposo y se encargó de criar a sus dos hijos, a los que inculcó la idea de que el trabajo duro y la educación eran la mejor forma de progresar en la vida.

Su madre, su inspiración

De ahí que les comprara la única enciclopedia del barrio y costeara sus estudios en una escuela católica, convencida de que equipados con los conocimientos necesarios sus hijos podrían llegar tan lejos como quisieran.

Los dos aprovecharon los esfuerzos de Celina Sotomayor, una enfermera que trabajaba seis días a la semana y que ha vivido para ver a uno de sus hijos convertido en médico y a la otra en juez del Tribunal Supremo.

Para la nueva magistrada del Supremo, su madre es la inspiración de su vida, la persona a la que debe todo lo que es y alguien ante quien se sigue sintiendo pequeña.

"Soy sólo la mitad de mujer que ella", dice en ocasiones la magistrada, a quien de niña le gustaba leer las aventuras de la joven detective Nancy Drew y seguir la serie policiaca de televisión Perry Mason, personajes a los que ella aspiraba a imitar.

El problema es que Sotomayor fue diagnosticada con diabetes a los ocho años. Le informaron que las personas con su dolencia no podían ser policías ni investigadores privados.

Esas advertencias no desalentaron a la magistrada que logró gracias a su talento, perseverancia y el apoyo familiar obtener una beca para estudiar en la prestigiosa Universidad de Princeton, donde se graduó summa cum laude.

Tras Princeton, se licenció en la Escuela de Derecho de Yale. Poco después comenzó a trabajar en la oficina del fiscal de distrito de Manhattan, bajo la batuta del mítico Robert Morgenthau, un puesto que ocupó entre 1979 y 1984. Ese año, George Pavia, un abogado que representaba a Fiat y otras empresas italianas, la fichó para trabajar en el sector privado.

Carrera fulgurante

En 1991 dio otro paso adelante, gracias al presidente George H.W. Bush, que la nominó para ser juez de distrito en Manhattan, un puesto para el que fue confirmada un año más tarde y que la convirtió en la primera juez federal hispana en Nueva York.

Su decisión más memorable en el citado tribunal de distrito se produjo en 1995, cuando puso fin a la huelga de siete meses de las Ligas Mayores de Béisbol, al emitir un dictamen que respaldó la posición de los jugadores y no la de los dueños de los clubes.

El presidente Bill Clinton la designó en 1997 para el Segundo Circuito Federal de Apelaciones, aunque los republicanos bloquearon su nominación durante más de un año, aparentemente por el temor a que algún día pudiera ser elegida para el Supremo.

Sotomayor se divorció cuando era joven y nunca ha vuelto a casarse ni ha tenido hijos. Amante del béisbol y de la comida, Sotomayor se describe como una persona "extraordinariamente intensa" a la que le gusta disfrutar de la vida.