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Afganistán, único punto de fricción en la política exterior germana

  • Gobierno y oposición mantienen un consenso en los grandes temas
  • Sin embargo, el futuro de las tropas alemanas en Afganistán es un problema
  • La mayoría de la población alemana quiere su regreso
  • La defensa de sus intereses en Europa ha creado tensión con Francia
  • Todo sobre las elecciones alemanas, en RTVE.es

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Gane quien gane y gobierne quien gobierne en Alemania después del día 27 poco o muy poco va a cambiar para la diplomacia germana y para la posición de Alemania en el mundo.

Sobre los grandes temas (Europa, relaciones transatlánticas y con Rusia, Oriente Medio y Afganistán), gobierno y opisición mantienen un acuerdo básico general. Es, en todo caso, la fecha de la retirada de las tropas alemanas estacionadas allí el único punto que puede crear tensiones, sobre todo para el futuro gobierno.

"Afganistán se ha convertido en un auténtico problema para la diplomacia de nuestro país por una razón muy sencilla: no se puede mantener esa presencia militar cuando entre el 60 y el 70% de la población está contra ella", asegura Eberhard Sandschneider, experto de la Sociedad Alemana de Política Exterior.

El problema de Afganistán

Alemania tiene en la actualidad 4.500 soldados desplazados en Afganistán, algo impensable hace 20 años: como consecuencia del pasado militarista nazi, la constitución de la República Federal prohibía el envío de efectivos fuera de sus fronteras.

En estos dos últimos decenios Alemania ha ganado en peso político en el mundo, se ha vuelto mucho más asertiva y actúa defendiendo sus intereses, sobre todo y también en Europa.

Esto ha creado en los últimos años constantes tensiones en el eje franco-alemán, que ha sufrido como consecuencia de la crisis económica constantes vaivenes, sobre todo en torno al diseño de la política financiera comunitaria.

"Alemania ha establecido por ley un límite para la deuda pública y en esto la democracia cristiana y los socialdemócratas han estado de acuerdo, mientras Francia defiende una política comentaria expansiva. Esto ha creado, inevitablemente, muchas tensiones", apunta Claire Demesmay, experta en relaciones franco-alemanas.

Frialdad con Obama

Sin embargo, esta confianza en sí misma y este nuevo orgullo que ha cobrado Alemania no la ha hecho una superpotencia a nivel mundial.

La canciller Merkel no fue de las primeras invitadas a la Casa Blanca tras la toma de posesión de Barack Obama y las malas lenguas dicen que entre ellos la química no acaba de cuajar.

La relación transatlántica es vital y esencial en la política exterior alemana, pero probablemente Merkel se arrepinete ahora de no haber permitido hace catorce meses al entonces senador Obama el haber pronunciado su primer discurso europeo ante la puerta de Branderburgo.