EE.UU. confía en los Obama para ganar a Río
- El 45% de los habitantes de Chicago no quieren los Juegos
- Los estadounidenses temen que el contribuyente pague la fiesta
- Después de sestear, los medios de comunicación calientan motores
- EE.UU. sólo ve como rival a Río de Janeiro y tiene la baza africana
- Los Obama echan el resto para ganar la votación de Copenhague
- Sigue la carrera olímpica en nuestro especial
Uno de los detalles más reveladores de cómo vive Estados Unidos la carrera olímpica es una encuesta entre los habitantes de su candidata, Chicago. Según un sondeo elaborado a principios de mes por Tribune/WGN, el 45% se opone a que se celebren los Juegos Olímpicos en su ciudad. Sólo el 47% lo respalda. Todo un batacazo con respecto a febrero, cuando la proporción a favor era de dos a uno.
Detrás del rechazo se esconde el miedo a que sea el contribuyente el que pague la factura. Tradicionalmente, el gobierno federal de EE.UU. no financia el coste de organizar los Juegos. Y la gente no se fía de que vaya a seguir siendo así. Es la opinión más repetida: "no es el momento de embarcarse en esa aventura", "bastantes problemas tenemos con la crisis y el paro", "no me interesa, es más importante la reforma sanitaria", nos cuentan en la calle.
Un sondeo poco científico. Pero el problema es que, a nivel nacional, no hay estadísticas sobre el apoyo popular a la candidatura de Chicago. Ni siquiera el prestigioso instituto Pew ha abordado el tema. Y hay que remitirse de nuevo a la encuesta de Tribune/WGN: el 84% desaprueba la financiación con dinero público. Y el compromiso del Ayuntamiento de Chicago de garantizar las posibles pérdidas, después de muchas vacilaciones, no contribuye a despejar los temores.
De menos a más
El desapego en el ciudadano de a pie, en un país de escala continental, se ha extendido con matices a la industria, el mundo del deporte y los medios de comunicación. Hasta ahora. Y está cambiando a velocidad de vértigo. Casi como si hubiera sido una estrategia deliberada. No en balde, Illinois se juega 20.000 millones de dólares en turismo.
Los Juegos Olímpicos son, entre otras cosas, un negocio. La audiencia es apetitosa: 4.700 millones vieron los de Pekín según Nielsen, el 70% de la población mundial. Por eso sorprende que gigantes como Bank of America, General Motors o Home Depot, se hayan apeado como patrocinadores del equipo estadounidense. Pesa sin duda la recesión. Ahí están los precedentes de la Super Bowl o los oscars. Pero si los Juegos se celebran "en casa", las cosas cambian.
Es significativa la cobertura de los medios de comunicación. El perfil ha sido bajo. Hasta ahora. El lunes, cuando la Casa Blanca confirmó que Obama iría a Copenhague para defender la candidatura de Chicago, la noticia pasó discretamente. Al mismo nivel que la extradición de Polanski. Chicago, Obama y Olímpicos no aparecían entre las noticias más vistas.
Pero el mismo martes hubo un cambio de tono. Tanto The Wall Street Journal como The Washington Post lo llevaban a portada y fue sólo el aperitivo. Ya estamos en la carrera final. Y esto es como el último tramo de una campaña electoral. Se echa el resto.
Madrid no es rival
La lucha por hacerse con la sede olímpica salta al prime time y llama la atención un detalle: para los estadounidenses, Madrid no es rival. El adversario a batir es Río de Janeiro.
El argumento que esgrimen es sencillo. Los Juegos Olímpicos cambian de continente cada cuatro años. Es una regla no escrita, cierto, pero que todos tienen en la cabeza. De hecho, es improbable que Madrid reciba los votos europeos. Si ganara, sería imposible que una ciudad europea pudiera hacerse con los Juegos de 2020, ya que sería la tercera vez consecutiva, tomando en cuenta a Londres. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, lo ha dejado claro con su preferencia por Río.
El razonamiento es extensible a Tokio, por el precedente de Pekín. Por eso, Estados Unidos está seguro de que esta vez toca celebrarlos en las Américas. Y sólo tienen un rival en el hemisferio: la ciudad de Río. Los comentaristas añaden que Brasil es el modelo de país emergente, que nunca se han celebrado en Sudamérica y que el presidente Lula da Silva es uno de los políticos más valorados a nivel mundial.
A partir de ahí, se barre para casa. Y más allá de los argumentos, se recurre a las estadísticas. La reina es el BidIndex de GamesBids.com, la prestigiosa página que se encarga de seguir el negocio olímpico. Tras el anuncio de Obama, la candidatura de Chicago ha recibido un nuevo impulso. Gana más de un punto y se pone por encima de los 61, a unas centésimas de Río. Tokio las sigue de cerca con 59 puntos y Madrid va en la cola con menos de 58.
Los Obama marcan la diferencia
La decisión de Obama de viajar a Copenhague, el primer Presidente de EE.UU. que se implica tan directamente, puede inclinar definitivamente la balanza a favor de Chicago. Primero dijo que no iría porque era prioritaria la reforma sanitaria, que se tramita en el Congreso. El cambio de opinión tiene una lectura interna: las negociaciones para extender la cobertura sanitaria van mejor de lo previsto.
En clave externa, la apuesta de Obama es un riesgo calculado. Si gana, demostraría su liderazgo internacional y sería el broche de oro a su presidencia: en el verano de 2016, Obama será un pato cojo, al final de su segundo mandato, con las elecciones a la vuelta de la esquina y con la ceremonia de inauguración a tres manzanas de su casa en el South Side. Pero incluso si pierde, estaba obligado a intentarlo. El Presidente es el ciudadano más ilustre de Chicago. La primera dama, Michelle, nació allí. La mitad del gabinete presidencial se ha curtido en la "ciudad del Viento" y Oprah Winfrey, la estrella de la televisión, otra chicagoana o chicagüense, clave en la victoria de Obama, también va a Copenhague.
Pero la razón más poderosa es el ejemplo del ex premier británico, Tony Blair. Londres se hizo con la sede de 2012 gracias a sus buenos oficios antes de la votación final. Tony Blair y su esposa Cherie viajaron a Singapur en 2005 y ganaron la partida a París contra todo pronóstico. Más aún, Blair ha instruido a los Obama sobre la estrategia a seguir en una batalla muy apretada, donde la victoria se puede decidir por un par de votos -ojo con los africanos-. Michelle Obama se ha negado a desvelar el consejo. No quiere dar pistas a los adversarios. Con semejantes armas, aumenta algo más que la emoción.