Chicago pasa del entusiasmo al abatimiento en un minuto
- La incredulidad se refleja en los rostros tras caerse en la primera ronda
- Los seguidores de la candidatura abandonan la Plaza Daley entre lágrimas
- Chicago carecía de algo esencial para organizar los Juegos: ilusión generalizada
- La vuelta de los Obama antes de la votación era un mal augurio
- Sigue la carrera olímpica en nuestro especial
Hay cambios y cambios. Y este ha sido amargo y brutal. Nada que ver con el entusiasmo que vivía Chicago hace once meses, cuando se preparaba para la victoria de Obama. La ciudad estaba entonces engalanada. Se respiraba la ilusión en cada esquina. Se reflejaba en todas las caras.
En esta ocasión, miles de seguidores se habían concentrado en la Plaza Daley, el bastión de los partidarios de Chicago 2016. El público seguía con gritos de apoyo la primera votación, retransmitida en directo a través de dos pantallas gigantes. Tras saberse el resultado, la primera reacción ha sido pura y simple incredulidad. No daban crédito. No podían encajar en unos segundos que se habían caído en la primera ronda.
Las bocas abiertas de par en par han dado paso a las lágrimas. "No puede ser, no puede ser", es la reacción unánime. Los seguidores abatidos empiezan a dispersarse. ¿Para qué continuar? Los más voluntaristas hacen cábalas sobre quién será la vencedora. La amargura baja los humos. De repente, Madrid vuelve a ser un rival a considerar. Pero las apuestas se inclinan por Río. "Al menos, los Juegos vendrán a las Américas".
Un defecto fundamental
Fuera de la Plaza Daley, Chicago continúa su vida, casi ajena a lo que ha sucedido. La indiferencia refleja el principal lastre de la candidatura: la falta de ilusión generalizada. Porque de eso van los Juegos, más allá de los intereses económicos, geopolítica o prestigio internacional. Las Olimpiadas son ante todo diversión colectiva. Y Chicago no estaba preparada.
La encuesta de última hora de su comité organizador daba un respaldo popular del 72%, Pero sabía a maniobra para echar tierra sobre el sondeo de septiembre del Chicago Tribune, el venerable periódico de la ciudad. En ella, el apoyo sólo llegaba al 47%. En febrero, la proporción a favor era de dos a uno.
El alcalde de Chicago no ha sabido convencer a sus ciudadanos de los beneficios que traería organizar los Juegos. Ha incumplido su promesa de que los contribuyentes no pagarían ni un céntimo. Al final y por presiones del COI, el ayuntamiento tuvo que suscribir un seguro para cubrir las posibles pérdidas: 500 millones de dólares.
Suma y sigue. La recesión ha pasado factura y la opinión generalizada es que hay problemas más acuciantes donde meter dinero: hospitales, infraestructuras o algo tan simple como reparar los baches en las calles.
Malos augurios
De nada ha servido el viaje de los Obama a Copenhague. Su prestigio, su influencia, su maestría en las artes del lobby, no han podido suplir las carencias de origen.
El Chicago Tribune daba de nuevo en la diana a primera hora del viernes. "Suspense", titulaba. Pero inmediatamente a continuación destacaba que la pareja presidencial había emprendido el viaje de regreso. Ni siquiera habían esperado a la votación, como el resto de las delegaciones. La respuesta del COI ha sido contundente: Chicago ha sido la candidatura menos votada.