La derrota de Chicago, el primer fracaso de Obama
- Obama recibe la noticia en el Air Force One de regreso a Washington
- Uno de sus principales asesores califica el resultado de decepcionante
- El Presidente había empeñado su credibilidad en Copenhague
- Las críticas le esperan en casa y este mismo viernes se espera que haga una declaración
- Estados Unidos, que había ignorado a Madrid, recibe una cura de humildad
Obama ha recibido la derrota de Chicago a bordo dell Air Force One. En medio del Atlántico, mientras regresaba a Washington. El Presidente y la Primera Dama han preferido no esperar el resultado de las votaciones en Copenhague para volver. A diferencia del resto de las delegaciones.
Vino, vio pero no venció. Durante las dos últimas semanas, Obama había hecho campaña por Chicago entre los dirigentes mundiales Este viernes pensaba que era suficiente con cinco horas más de intenso "lobby" entre los miembros del COI. Quizás el precio del despecho ha sido que Chicago se haya caído la primera. Contra todo pronóstico.
Porque las apuestas la aupaban a la segunda posición, a unas centésimas de la vencedora, Río de Janeiro. Hasta tal punto estaban confiados que Madrid no ha existido como rival en Estados Unidos durante toda esta semana. La incredulidad y la decepción en Chicago les han abierto los ojos. Ha sido una cura de humildad en toda regla.
Primeras reacciones oficiales: decepción
Uno de los principales asesores de Obama, David Axelrod, artífice del éxito de su campaña electoral, no ha podido contener la amargura: "obviamente, el resultado ha sido decepcionante, queríamos que Chicago lo consiguiera, queríamos que Estados Unidos acogiera de nuevo los Juegos Olímpicos, pero no ha funcionado". Fiel al disimulo político ha añadido que sin embargo "ha merecido la pena el esfuerzo".
Es la primera señal de poner venda antes que la herida. Porque Obama ha empeñado su credibilidad en la apuesta por Chicago. "La más americana de las ciudades americanas", señalaba el Presidente. La ciudad donde celebró su victoria electoral, el lugar de nacimiento de su esposa, Michelle, donde se ha curtido la mitad de su gabinete. Y la derrota supone el primer fracaso internacional de Obama. Aunque la Casa Blanca ya trate de quitarle hierro.
Bien es cierto que ir a Copenhague era un riesgo calculado desde el principio. Obama se ha implicado como nunca lo había hecho un presidente de Estados Unidos. Al fin y al cabo, las otras tres candidatas contaban con una representación de igual rango. Y de puertas adentro, la negociación de la reforma sanitaria iba mejor de lo esperado.
Pero tampoco podía permitirse no ir. Como él mismo ha señalado en multitud de ocasiones, un presidente de EE:UU. debe ser capaz de afrontar varios desafíos al mismo tiempo. No podía dejar de lado a "su" ciudad, y menos aún cuando sus ciudadanos más notables, como el alcalde Richard M. Daley o la estrella televisiva, Oprah Winfrey, habían decidido hacer campaña en Dinamarca.
Las críticas le esperan en casa
La victoria tiene muchos padres y la derrota es huérfana. Se espera que Obama haga una primera valoración cuando llegue a la Casa Blanca. Será el primer dique de contención contra las críticas que le esperan. Los republicanos ya se frotan las manos.
Pero al margen de los argumentos políticos, Chicago partía con un lastre de origen. Carecía de algo esencial para organizar unos Juegos: la ilusión generalizada de sus habitantes. Es el contraste más notable de esta carrera olímpica.
El ambiente en la ciudad no tiene nada que ver con el entusiasmo que se respiraba hace once meses, al final de la carrera presidencial. Entonces, la inmensa mayoría apostaba por la victoria de su candidato. Ahora, el apoyo popular por Chicago 2016 estaba dividido por la mitad. Hoy, como aquel 4 de noviembre, también han conseguido un cambio, pero esta vez ha sido amargo y cruel.