Lula pone fecha al futuro de Brasil: 2016
- El presidente brasileño ha sido clave en el triunfo de Río de Janeiro
- Subrata que "el mundo ha reconocido que ha llegado la hora de Brasil"
- Lula ha dado peso económico y político a su país como potencia mundial
- Se despide en unos meses de su mandato pero podría volver en 2014
- Deja a un país con importantes retos económicos y educativos por delante
"Brasil es el país del futuro...y siempre lo será", dice un conocido chiste brasileño sobre la habilidad de su país para ser una promesa nunca cumplida en la geopolítica internacional. Ahora ese futuro sí tiene una fecha, 2016, gracias a un hombre que siempre ha empezado a construir desde el presente: Luis Inácio Lula da Silva.
"Por ser un país colonizado, tenemos la manía de sentirnos pequeños, no ser importantes, que no podíamos y otros, sí. Queríamos esta oportunidad para ser una gran nación, sabemos trabajar cuando somos provocados", ha proclamado con los ojos vidriosos el presidente brasileño, que ha confesado que este 2 de octubre es "el día más emocionante" de su vida, en el que "más orgulloso" que nunca se ha sentido de ser brasileño.
Y es que, si los Juegos de 2008 supusieron la plasmación del renacimiento de China como potencia mundial, los de 2016 supondrán la llegada a Brasil a la mayoría de edad como referencia mundial y líder regional latinoamericano tras décadas consumida en la desigualdad, la delincuencia y la hiperinflación.
Ahora es un país con una pujante economía -"la última en sufrir la recesión y la primera en recuperarse", ha recordado Lula-, que cuenta con abundantes recursos naturales, un enorme y pujante mercado de 190 millones de personas, que participa en las decisiones de la economía mundial a través del renacido G-20 y que es capaz de autoerigirse en defensor de la democracia al acoger al presidente depuesto de Honduras en su embajada.
Un país sin complejos
El responsable de buena parte de este cambio es el propio Lula, del que Obama dijo en una cumbre este año que "éste es el hombre" y que le ha ganado de sobra su particular duelo Norte-Sur.
Con esa perspectiva, sus palabras sobre que "los brasileños no tenemos el complejo de ser ciudadanos de segunda nunca más" resuenan con más fuerza.
Tras los años oscuros de una dictadura militar entre 1965 y 1984 y de crisis de hiperinflación en los 80 y 90 que aceleraron las desigualdades y endeudaron al país con el Fondo Monetario Internacional, la llegada de Lula al poder en 2002 suponía abrir un nuevo camino.
A nivel interno, su prioridad ha sido la lucha contra la pobreza, lo que ha granjeado una enorme popularidad en su país, que supera el 80%. Gracias a sus programas contra la desigualdad, 20 millones de personas han salido de este umbral, en parte también gracias al fulgurante crecimiento económico del país.
Fuera de sus fronteras, grandes multinacionales como Petrobras y Vale crecen con importantes inversiones en el extranjero mientras Lula reivindica el lugar de los países desarrollados en las instituciones internacionales como el FMI.
Salida y posible retorno
Con este panorama, parece mentira que dentro de unos pocos meses Lula haya dejado de ser el presidente de Brasil, pese a que es una realidad inminente debido a que no puede encadenar tres mandatos.
La victoria de Río supone el broche de oro para la carrera de Lula, apuntalar a su candidata preferida, Dilma Rousseff, para la sucesión al frente de la república y, sobre todo, situarse en un lugar privilegiado para ser el presidente que disfrute de los mundiales y de los Juegos en 2014 y 2016 con un eventual regreso en 2014.
Antes, Río tendrá que afrontar retos importantísimos ya en la ausencia -al menos formal- de Lula: la persistencia del racismo como barrera social, la desinversión crónica en el sistema educativo, la falta de mano de obra cualificada, el déficit de infraestructuras y la persistente lucha contra la delincuencia en las favelas.
Sin embargo, esas son las tareas para mañana. Ahora, como ha dicho Lula, "el mundo ha reconocido que ha llegado la hora de Brasil".