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Obama, entre el sueño y la realidad

  • A un año de las elecciones, Obama suspende en respaldo popular
  • Es el tercer presidente que más rápido ha perdido la cota del 50%
  • El 54% de los ciudadanos considera que el país va en la dirección equivocada
  • La mayoría, casi el 47%, desaprueban su gestión económica
  • Estados Unidos está dividido ante la reforma sanitaria
  • Sólo un tercio de los ciudadanos apoya enviar más tropas a Afganistán

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La imagen de Obama un año después de ser elegido

Eric Miller hace un balance demoledor del primer año de Obama: 'mucho mensaje y poco contenido'. Miller es un profesional de éxito, trabaja 60 horas semanales, gana un buen sueldo y votó por Obama. Se declara independiente, es decir, no está registrado en ninguno de los dos grandes partidos.

El juicio de Miller es un buen resumen del desencanto popular con su Presidente. La media de encuestas que elabora Pollster da como resultado que menos del 50% de los ciudadanos respalda la gestión de Obama. Por la mínima, se queda a tres décimas. Pero es el tercer presidente que más rápido ha perdido esta cota, después de Gerald Ford y Bill Clinton.

El joven Hamlet y sus espectros

Hace doce meses, el 'yes we can' resonaba en el Grant Park de Chicago. Era el grito de guerra, entre lágrimas de alegría, que simbolizaba una catarsis colectiva. Estados Unidos y el resto del mundo a rebufo, saludaban el cambio de era, después del unilateralismo, mano dura y excesos de su antecesor, George W. Bush. El yes we can todavía resuena en los mítines, pero la realidad le ha limado las garras.

Obama, un pragmático que se toma su tiempo para decidir -en su equipo le empiezan a llamar el joven Hamlet- no consigue materializar las esperanzas que levantó. La economía no acaba de remontar el vuelo y el paro hace estragos; su gran promesa, la reforma sanitaria, no consigue salir adelante en el Congreso; y la guerra de Afganistán ya no es un conflicto heredado sino propio. Los liberales critican su tibieza con los torturadores y la opción pública sanitaria; los republicanos empiezan a morder hueso y los independientes, como Eric Miller, se muestran impacientes ante la falta de resultados concretos.

La crisis económica pasa factura

Todos los gobiernos del planeta se resienten de la mayor crisis económica desde la Gran Depresión. Obama no es una excepción. Según Pollster, el 46,9% de los ciudadanos desaprueban su gestión económica y superan por primera vez a los que la respaldan, un 45%.

El plan de estímulo económico de Obama y las inyecciones masivas de la Reserva Federal han conseguido evitar la catástrofe: el sistema financiero no ha colapsado. Más aún, el PIB del tercer trimestre muestra que Estados Unidos ha salido de la recesión después de 18 meses de infarto.

Sin embargo, el país sale muy tocado de la crisis. El barómetro para la población es el paro, y el desempleo está en el 9,8% y al alza. La Casa Blanca reconoce que el próximo dato de paro será malo y no espera que se vuelva a crear empleo hasta el año que viene. Además, la sequía de crédito sigue estrangulando a los consumidores y pymes, aunque la situación haya mejorado notablemente para las grandes empresas.

En estas circunstancias, no es extraño que el consumo vuelva a contraerse. En lo que va de año, el Estado ha tenido que intervenir 115 bancos. La última bancarrota, la de CIT Group, la quinta mayor de la crisis, supone una amenaza para los minoristas que dependían de su financiación. Justo en vísperas de las Navidades. Y mientras tanto, el Congreso no aprueba la reforma financiera, clave para proteger al consumidor y atajar los excesos que desencadenaron la crisis.

La reforma pendiente

En conjunto, el 54% de los estadounidenses considera que el país va en la dirección equivocada, según Pollster. La cifra es sustancialmente mejor que cuando cayó Lehman Brothers. Entonces rozaba el 85%. El cambio refleja el creciente optimismo de la población, avalado por el prestigioso instituto Pew Research, aunque no vean clara la recuperación.

Una de las tragedias que ocasiona la crisis es la factura sanitaria. 700.000 norteamericanos se declaran en bancarrota cada año porque no pueden pagar la sanidad más cara del mundo. La gran promesa de Obama es reformar el sistema. El país está dividido por la mitad ante la propuesta. El análisis de Pew desentraña los detalles. Dos tercios apoyan una Sanidad universal y sin embargo, el 47%, se opone al proyecto que debate el Congreso. La razón es que no entienden los detalles de la propuesta.

Más claro es el rechazo a enviar más tropas a Afganistán. Según la encuesta de CBS, que coincide en líneas generales con otras, sólo un tercio de los estadounidenses apoya reforzar el contingente.