Campanarios contra minaretes, la guerra por el paisaje
Muchas religiones han hecho de las torres su seña de identidad. Una torre, técnicamente un edificio más alto que ancho, es un desafío arquitectónico, intenta elevarse a los cielos donde lo humanos creamos o descubrimos a los dioses y sirve como marcador de pertenencia en el paisaje a gran distancia.
Las torres son símbolos de poder y por tanto son apreciadas por las religiones que quieren expresar su dominación social. No es casualidad que el cristianismo y la fe musulmana, trabadas durante milenios en feroces luchas por la supremacía, tengan cada una de ellas su tipo de torre característica en el campanario y el minarete (o alminar ) respectivamente.
“La historia demuestra que campanarios y minaretes están emparentados entre sí“
La historia demuestra que campanarios y minaretes están emparentados entre sí y comparten antecedentes arquitectónicos, que resultan ser clásicos. Existen muchos ejemplos de torres individuales que han sido alminar y campanario a lo largo de su historia, al albur de las conquistas y reconquistas, y la influencia mutua es evidente.
Pero que sean hermanos no significa necesariamente que se lleven bien. Y es normal, porque nacieron con orígenes militares y con la finalidad fundamental de marcar una rivalidad religiosa y política extremadamente cruenta.
Campanarios
Las primeras construcciones similares a torres con significado religioso fueron tal vez los zigurats escalonados de Mesopotamia, miles de años antes de Jesucristo, pero durante una buena parte de la época clásica los templos carecían ostensiblemente de ellas.
Grecia y las culturas más o menos helenizadas no construían torres religiosas, como tampoco lo hacían los egipcios. La única excepción importante fue un edificio civil construido por egipcios helenizados: el Faro de Alejandría .
“Las torres cristianas surgieron hacia el siglo VI y se generalizaron en el Románico“
Roma comenzó a desarrollar esta clase de edificios, pero siempre con propósitos funcionales: las torres romanas eran faros o puestos militares de vigía.
Éste es el origen de las torres de las iglesias cristianas, que surgieron hacia el siglo VI en la Britania sajona para detectar las invasiones de vikingos y normandos .
Durante los primeros siglos el cristianismo (una fe perseguida o rechazada) había carecido de templos propios y el culto se celebraba en mansiones privadas reconvertidas, como la primera iglesia conocida en la localidad siria de Dura Europos , hacia el 250 dC.
Cuando el cristianismo alcanzó aceptación social y pudo desarrollar sus propios templos, escogió modelos arquitectónicos civiles romanos como la Basílica (en Occidente) o el Panteón de Roma (para el cristianismo oriental). Pero los primeros templos cristianos en general no incluían torres; su incorporación como parte indiscutible del edificio eclesial se produjo lentamente a partir del siglo IX desde Britania y el norte de Europa , y culminó con el desarrollo del románico y del gótico.
Las primeras torres cristianas eran construcciones simples con función de centinela, y pronto se asociaron con otro elemento fundamental para dar la alerta en caso de incursión enemiga: la campana. Nació así el campanario, cuyo nombre en inglés (belfry ) denota su origen militar.
En el Románico la torre se convierte en elemento imprescindible del templo cristiano, aunque hubo ejemplos anteriores en construcciones carolingias como la catedral de Aquisgrán, generalmente en forma de dos torres gemelas en la fachada oeste que se usaban en el culto. En Italia se desarrolla el Campanile , una torre separada de la iglesia cuyo más espectacular ejemplo es la Torre inclinada de Pisa. Desde esa época los campanarios llenan las ciudades europeas y se transforman en un elemento de identificación cristiana.
Más tarde, con el nacimiento del estilo Gótico, las torres se hicieron más altas, más estilizadas y mucho más ambiciosas, convirtiéndose en expresión arquitectónica del afán por llegar al cielo. Así se incorporaron los chapiteles , que dan una impresión visual de mayor altura y gracilidad. Las torres se desnudan de elementos no estructurales y tratan de proyectarse hacia lo alto. El diseño incorpora un componente místico .
Arquitectónicamente las torres cristianas son simples y están basadas en los faros romanos, de planta cuadrada y construcción sencilla. En algunos casos adoptan la forma redonda de una torre de muralla y pueden incluso formar parte de una iglesia fortificada.
Durante el Renacimiento y épocas posteriores en Italia aparecen torres civiles con campanas si son oficiales (más tarde relojes) o simplemente como expresión de poder familiar en lugares como San Gimigniano . Pero la inmensa mayoría de las torres son emblemas que identifican a ciudades y pueblos con la religión cristiana. El perfil del campanario, y el sonido de las campanas (que se oye a kilómetros) son una expresión político/religiosa de dominio del cristianismo.
Minaretes
Quizá por eso las primeras torres eclesiales en Damasco y en Egipto influyeron en el nacimiento del minarete, la torre adjunta a la mezquita desde la que el Muecín (o almuédano ) llama a la oración.
El templo musulmán, la mezquita, no incluía torres en sus primeras versiones, basadas en la arquitectura de la casa de Mahoma en Medina. El Adhan o llamada a la oración se hacía a viva voz desde el tejado más alto del edificio.
“El nombre 'minarete' procede del árabe 'manara', que significa faro“
Los primeros minaretes fueron probablemente torres vigía romanas o campanarios cristianos reciclados. Como construcción específica el alminar no aparece hasta la construcción de la Mezquita de Amr en Egipto, en el año 673 dC, que tiene cuatro en las esquinas; el más antiguo que se conserva en el Norte de África está en Kairuán, Túnez , y data de alrededor del 725 dC. Tanto las cuatro torres bajas de Amr como la de Kairuán son estructuras de poca altura, planta cuadrada y gruesos muros, inspiradas quizá en faros romanos.
El nombre 'minarete' procede del árabe manara , que significa faro. De este estilo surgieron dos modelos clásicos de alminar. Por un lado el norteafricano, de planta cuadrada y gran altura que culmina en la torre de la Giralda de Sevilla (claramente inspirada en la torre de la Mezquita Koutubia de Marrakech ), y que acabaría influyendo en los campanarios cristianos . Por el otro el estilo egipcio, que empieza con una planta cuadrada que se transforma en torre octogonal y acaba en un cilindro, tal vez inspirado por los tres segmentos del Faro de Alejandría (aún en pie al principio de la era musulmana).
A partir de estos comienzos la llamada a la oración por el muecín desde el minarete se transformó en una patente expresión auditiva y visual del carácter musulmán de una ciudad o barrio, sobre todo a partir del siglo XI.
En diferentes regiones se desarrollaron modelos arquitectónicos distintos y aparecieron muchos tipos, algunos tan espectaculares como la espiral ascendente del minarete de Malwiya , en la Gran Mezquita de Samarra (Irak) .
El que se transformaría en el más icónico es tal vez el minarete turco, de planta redonda, muy estilizado y coronado por un bulbo; la idea de mezquita más extendida hoy día es un edificio con cúpula central enmarcada por minaretes a ambos lados, y se basa en la tradición otomana iniciada por el gran arquitecto Sinán , influenciada a su vez por la cúpula de Santa Sofia en Estambul.
Rechazo
Curiosamente, algunas tendencias puritanas dentro de la fe musulmana (como los Wahhabíes de Arabia Saudí, en un principio) han rechazado el uso del minarete, que consideran contrario al Islam. Lo mismo ocurrió con ciertas sectas cristianas, que rechazaban el uso religioso de las campanas por demasiado sensual.
“En los siglos de enfrentamientos entre ambas religiones, campanarios y minaretes se transformaron en emblemas de bando“
Lo cierto es que a lo largo de los siglos de enfrentamientos y guerras entre ambas religiones los campanarios y los minaretes se transformaron en obvios emblemas de bando. Cuando una ciudad era tomada, una de las primeras medidas consistía en transformar sus templos de la religión del vencido a la del vencedor. Esto suponía la construcción de estructuras, cuando no las había (como el alminar de madera erigido junto a Santa Sofía tras la conquista otomana) y la conversión de campanarios en minaretes (o viceversa). Lo cierto es que a pesar de la enemistad mortal de sus constructores la arquitectura de ambos edificios era fácilmente reconciliable, ya que su función y simbología es la misma .
Hoy en día los campanarios ha perdido preeminencia en las ciudades occidentales por el desarrollo de edificios altos, que oscurecen su preeminencia en el paisaje. Las campanas también han tendido a enmudecer por las molestias que generan.
Los minaretes, en cambio, se han dotado de altavoces que lanzan a kilómetros el Adhan cinco veces al día sin que el muecín deba treparse a las alturas en cada ocasión. En lugares de conflicto religioso, como las barriadas musulmanas de ciudades occidentales, las molestias generadas por las llamadas a la oración pueden contribuir a expulsar a vecinos no musulmanes. Pero quizá es el simbolismo ligado a su mera presencia lo que más encono genera entre quienes consideran que la esencia de Europa es cristiana.
Es un simple enfrentamiento de símbolos, que evoca conflictos milenarios y también una íntima relación entre los contendientes. Los campanarios y los minaretes son en realidad versiones diferentes de un mismo edificio, el marcador de pertenencia; y como tales tienen un fuerte valor propagandístico y político .
Nacidos y desarrollados en paralelo y en función de un enfrentamiento secular entre civilizaciones que tienen más en común de lo que se suele reconocer, las torres religiosas no pueden ser más que polémicas, por su misma definición. Incluso hoy, en los laicos países de la Europa Occidental, siguen despertando las más intensas pasiones. Que es para lo que nacieron.