Una rara y convincente puesta en escena de 'El Mesías', de Händel
- Deborah Warner llevado a Händel a la English National Opera House
- Warner sitúa la acción en nuestra época con proyecciones sobre la pared
- La danza está coreografiada por el danés Kim Brandstrup
- Lawrence Cummings dirige a la orquesta de la ENO
La británica Deborah Warner ha llevado a cabo en la English National Opera House londinense una rara pero totalmente convincente puesta en escena de El Mesías, de Händel, que da al famoso oratorio una dimensión espiritual muy acorde a una sensibilidad moderna.
Otros oratorios del gran maestro alemán como Semele y Sansón han tenido ya antes un tratamiento operístico, pero todos ellos tienen una calidad más teatral que El Mesías, un oratorio en torno a la revelación cristiana que parece en principio más literario que escénico.
Warner no lo ve, sin embargo, así: "No hay que olvidar que Händel tenía veinticinco años de ópera a sus espaldas cuando compuso el Mesías". "Él confiaba en que se representase y no se recitase simplemente. Incluso en una ocasión lo calificó de entretenimiento", señala en el programa.
"El Mesías tiene unas cualidades shakespearianas, tiene de todo. Y, aunque habla de la fe, lo cierto es que plantea tantas preguntas como respuestas aporta", agrega Warner, que no ha dudado en asumir un enorme riesgo artístico con esta producción.
Lo que ha hecho la directora es introducir sobre todo un elemento visual, algo distinto, según explica ella misma, de dramatizarlo o convertirlo en una ópera con una acción concreta, sino que deja amplio margen a la audiencia para que haga sus propias asociaciones a partir de lo que va viendo en escena.
Desde el primer momento, Warner sitúa la acción de El Mesías en nuestra época con la proyección sobre la pared del fondo de una vista nocturna de la arteria principal de una ciudad moderna.
Mientras suena la sinfonía que abre la composición y el tenor comienza su recitativo y entona su primera aria, vemos una serie de elementos totalmente familiares: la cama de un hotel, una mujer planchando, una adolescente sentada con desgana frente a un televisor y dos individuos trabajando con sus ordenadores.
La Virgen, una joven en chándal
Deborah Warner utiliza como telón de fondo imágenes de la iconografía cristiana -el Adán y Eva de Durero, el ángel de la Anunciación, vírgenes con niño de Botticelli u otros pintores renacentistas, o más tarde un Cristo en la cruz de un primitivo italiano- para acompañar los distintos cuadros.
La Virgen es una moderna adolescente vestida con un chándal que expresa la alegría de su Natividad con saltos acrobáticos al borde de la cama de un moderno hospital de maternidad sobre la que antes ella misma ha depositado los lirios simbólicos de la Anunciación.
Algunas veces, la metáfora visual empleada es casi demasiado evidente, como cuando el coro entona su "como ovejas descarriadas" y Deborah Warner nos ofrece un vídeo en blanco y negro con la proyección a cámara rápida de personas que bajan alocadas las escaleras de una estación de tren.
Hay hermosísimas escenas de danza, coreografiadas por el danés Kim Brandstrup, como la protagonizada por el tenor y una mujer ciega o la Pasión, en la que el bailarín que representa a Cristo es repetidamente zarandeado por dos matones.
Lawrence Cummings dirige la orquesta
En la parte final, la tercera, Warner sitúa la acción en una sala de hospital de enfermos terminales mientras al fondo aparece un árbol dorado, claramente el árbol de la vida.
Desde el punto de vista estrictamente musical, Lawrence Cummings dirige a la orquesta de la ENO con el pulso firme del especialista que es en el maestro de Halle.
Entre los cantantes, destacan sobre todo los hombres: el bajo Brindley Sherratt, muy dramático en su papel, y la voz clara del tenor John Mark Ainsley.
La mezzo Catherine Wyn-Roger transmite humanidad y hay que elogiar también a la soprano Sophie Bevan, entre otras cosas, por superar el reto de cantar durante la parte final en posición supina.