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También oímos por la piel

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Nuestras orejas, nuestros pabellones auditivos, están perfectamente diseñados para recoger las ondas sonoras y dirigirlas hacia oído interno. Ahí está el nervio auditivo que inicia la interpretación del sonido. Ahora un equipo de científicos canadienses ha descubierto que el oído tiene un cooperante: la piel.

Cuando hablamos, generamos pequeñas corrientes de aire, expulsamos aire. Este aire alcanza la delicada superficie cutánea de la persona a la que nos dirigimos.

Cuando esta persona recibe el soplo de aire, lo tiene en cuenta a la hora de interpretar nuestras palabras. De igual forma que tiene en cuenta nuestros gestos y el movimiento de los labios.

Escuchar por la piel parece que sólo aporta ventajas, que nos da los matices que nos faltan para identificar bien los sonidos, pero no siempre es así : puede confundirnos.

Así, cuando el interlocutor está pronunciando sílabas como 'ba' o 'da', que no producen corriente de aire y un soplo de viento, furtivo, nos alcanza alguna zona de la piel especialmente sensible, como el cuello.

Entonces, solemos tener el estímulo en cuenta. Creemos que proviene de la boca del interlocutor y asumimos, erróneamente, que la persona que habla ha dicho 'pa' o 'ta'.

La investigación la ha publicado la revista Nature y según los firmantes es útil para diseñar futuros tratamientos para las personas con problemas auditivos.

Creen que es posible crear un dispositivo, que complemente a los actuales audífonos. De forma que, por ejemplo, expulse pequeñas y sutiles ráfagas de aire sobre el cuello de la persona que lo usa. Soplaría de forma perfectamente coordinada con los sonidos. De momento, no es más que una idea.

CIENCIA AL CUBO

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