No todo el mundo aprueba los exámenes a comisario
- Rumania Jeleva no consiguió convencer a los diputados sobre su idoneidad.
- Barroso ha preferido dejarla caer a poner en riesgo la Comisión.
- Un episodio parecido ocurrió en 2004 Rocco Buttiglione.
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La ronda de audiencias a los futuros comisarios europeos se ha cobrado una víctima: la búlgara Rumiana Jeleva ha debido renunciar ante las dudas del Parlamento Europeo sobre sus aptitudes y sobre sus intereses privados.
Entre el resto de aspirantes, los más experimentados, como el español Joaquín Almunia (Competencia) o el francés Michel Barnier (Mercado Interior), superaron la prueba con solvencia. La alta representante de la Política Exterior, Catherine Ashton, no entusiasmó a los diputados, pero evitó errores.
Jeleva no consiguió ni una cosa, ni la otra. A la búlgara le había sido asignada la cartera de Ayuda Humanitaria, en apariencia un cargo menor, pero con una importante dotación presupuestaria y por lo tanto, con influencia.
En su audiencia ante los eurodiputados, la hasta ahora ministra de Exteriores búlgara demostró no estar familiarizada con las complejidades técnicas del cargo que le había sido encomendado.
Frío apoyo de Barroso
Probablemente otros comisarios ¿el finlandés Olli Rehn, la holandesa Neelie Kroes, la propia Ashton - habrían suspendido si estas audiencias fueran exámenes donde se evalúan méritos. Pero aquí el tribunal está constituido por eurodiputados. Y su criterio es político.
A Jeleva le han hundido informaciones periodísticas no demostradas que le acusan de tener oscuros intereses empresariales y que relacionan a su marido con la mafia rusa.
En una tensa y torpe exposición ante la Comisión de Desarrollo del Parlamento, la aspirante búlgara negó toda irregularidad, pero no convenció a los eurodiputados de izquierda.
El grupo del Partido Popular Europeo, al que pertenece, le respaldó. Pero el grupo Socialista dio a entender que estaba dispuesto a votar en contra del conjunto de la nueva Comisión, si Jeleva se mantenía en el equipo.
Los socialistas no tienen mayoría suficiente para tumbar la Comisión. Pero, fiel a sus principios políticos, el presidente del Ejecutivo comunitario José Manuel Durao Barroso optó por no jugársela. Su apoyo a Jeleva fue tan frío, que en los mentideros de Bruselas se interpretó como una condena.
No fue una excepción
Formalmente, nobleza obliga, es Jeleva la que ha renunciado. Será reemplazada por otra alta funcionaria búlgara, la vicepresidenta del Banco Mundial Cristalina Giorgiova, que promete un currículum intachable ¿los chistes sobre su nombre de pila son ya un lugar común entre eurócratas y euroaficionados-.
Giorgiova deberá ahora pasar su propio audiencia ante el Parlamento, lo que obliga retrasar el voto de investidura de la nueva Comisión Europea, del 26 de enero inicialmente previsto, hasta el mes de febrero. Un ¿pequeño obstáculo¿ para la presidencia española, según el secretario de Estado para la Unión Europea, Diego López Garrido.
El episodio recuerda poderosamente a la investidura de la anterior Comisión, en 2004. También entonces fue el el grupo socialista el que forzó la renuncia de un candidato, en este caso, del italiano Rocco Buttiglione, por sus comentarios ultraconservadores sobre la homosexualidad y la mujer.
También entonces Barroso prefirió dejó caer a su subalterno antes que poner en riesgo a la Comisión. El Parlamento aprendió la lección. Comprendió que, aunque los tratados sólo le dan potestar para pronunciarse en un voto único sobre el conjunto de la Comisión, la amenaza de veto le basta para derribar a alguno de sus miembros y dejar clara la seriedad del proceso de audiencias. Juegos de poder entre las jóvenes instituciones europeas.