Zapatero escoge la subversión política de la Biblia
- El presidente escoge el Deuteronomio, un libro con alta teología política
- Al leerlo, ha omitido la apelación a Dios como garante de los desfavorecidos
La vivencia religiosa no puede separarse del entramado vital en el que se desarrolla, así como la existencia de los hombres y de los pueblos tampoco puede disociarse de aquélla.
En este marco, no está de más recordar el debate sobre la dimensión política de la religión y recordar que el fragmento leído por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero es de un libro, el Deuteronomio, políticamente subversivo.
Por ello no debe extrañar que la redacción de los diferentes libros de la Escritura, con sus correspondientes matizaciones y su rica pluralidad teológica, historice la sensibilidad creyente en los determinados contextos y conforme a las circunstancias que se viven.
Posiblemente nos encontremos en el s. VII a. C. En plena reforma de Josías. Una reforma de notable cariz centralizador, en la que el monarca necesita recobrar la identidad del pueblo teniendo como garante la fe en Yahvé, el Dios guerrero de los padres y único soberano de Judá, y como centro de manifestación la principal ciudad y el único santuario que resistió a la invasión: Jerusalén.
La alianza de Yahvé con el pueblo se torna el motivo fundamental del libro, tal como manifiestan su lenguaje y su contenido, y el juramento de fidelidad de éste se considera el acicate para un nuevo resurgir de Israel.
El propósito del monarca es invertir el vasallaje hacia la potencia asiria y afianzarla en el único rey de Israel: Yahvé. Se trata, por consiguiente, de un libro con una alta teología política: la política subversiva de quien no se quiere dejar dominar por los hombres.
Versículo esquilmado
La división del libro del Deuteronomio viene dada por cuatro títulos, centrados en cuatro palabras: "Éstas son las palabras que dijo Moisés a todo Israel al otro lado del Jordán" (1,1); "Ésta es la ley que expuso Moisés a los israelitas" (4,44); "Estas son las palabras de la alianza que Yahvé mandó a Moisés" (28,69); "Ésta es la bendición con la que Moisés, hombre de Dios, bendijo a los israelitas antes de morir" (33,1).
El fragmento elegido (Dt 24, 14-15) se halla incluido en el segundo título, el de la torá, el de la ley, y más concretamente en el ordenamiento jurídico de los capítulos 19 al 25 con el que se pretende proteger a la sociedad israelita de las transgresiones contra la vida, el matrimonio, la propiedad del otro o la veracidad de los juicios.
Ambos versículos, esquilmados sin saber por qué de una significativa conclusión en la que Dios aparece como el juez garante de los derechos de quienes no pueden defenderse ("así no apelará por ello a Yahvé contra ti, y no te cargarás con un pecado") hacen referencia a la conciencia judía de que el clamor es un acto judicial. En este caso, el clamor de los más desfavorecidos: los jornaleros humildes y pobres, tanto nativos como inmigrantes.
Y es que, en el fondo, el autor o los autores del libro apuestan por una reforma solidaria, igualitaria, en la que no hubiera pobres y en la que todos los israelitas constituyeran un pueblo de hermanos.