'Un tipo serio', unos Coen muy herméticos
- Los hermanos más famosos de Hollywood se quedan sin premio
- La película de los hermanos Coen, nominada a mejor película y guión
- La historia de un judío en Minneapolis ha pasado sin pena ni gloria
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Un tipo serio (EE.UU., 2009)
Dirección: Joel y Ethan Coen
Intérpretes: Michael Stuhlbarg, Richard Kind, Fred Melamed, Sari Lennick, Adam Arkin.
Guión: Joel y Ethan Coen
Producción: Joel y Ethan Coen, Tim Bevan, Eric Fellner y Robert Graf.
Duración: 105 minutos.
Nominaciones: 2; película y guión original.
Según la alta crítica especializada, el Herzog de Saul Bellow es una de las más importantes novelas del siglo XX. La vida anodina, o no, monótona, llena de desengaños -vida al fin y al cabo, qué te esperabas- de un profesor de universidad judío tiene su lugar en el hall of fame de la crítica literaria a pesar de que no muchos (y menos, sin ser culturalmente judíos) son capaces de enfrentarse a la obra del escritor estadounidense.
Según el American Film Institute, la última de los hermanos Coen, cronistas por derecho propio del cambio de siglo en EE.UU. y de la sociedad judía norteamericana, es una de las diez mejores del año en el país (también lo es Resacón en Las Vegas).
Según la Academia, que la ha nominado al Oscar, también. Quizá el tiempo le dé la razón a Joel y Ethan y termine por poner esta película en su sitio, si es que es elevado.
Pero mientras tanto, la historia de Larry Gopnik, un profesor de universidad judío en Minneapolis, ha pasado sin pena ni gloria por las taquillas de todo el mundo (sólo 9 millones de dólares de recaudación en EE.UU. y otros 15 en el resto del globo) y no ha merecido la atención de la mayor parte de la crítica.
Crónica de un pelele impotente
Woody Allen -del que los autores de No es país para viejos, Fargo o El gran Lebowsky son sucesores naturales- ya narró en Días de radio o Toma el dinero y corre el carácter de excluido del judío americano, aparentemente integrado en la sociedad por su color de piel.
En Un tipo serio, los Coen seguramente han rebuscado en su pasado (su padre y su madre fueron profesores universitarios) para hacer lo mismo y de paso exorcizar los demonios con un personaje que se une al catálogo de pusilánimes que pueblan su filmografía. Gopnik es la víctima inocente de un juego llamado vida en el que, aparentemente, no tiene capacidad de maniobra alguna: todos deciden por él.
Es un personaje impotente, un hombre que no comprende qué le está pasando, y que se ve arrojado a las fauces de una muy racional incertidumbre que se siente incapaz de resolver, ya sea matemática o espiritualmente. No tiene respuestas y es un pelele por el que terminamos sintiendo compasión, hasta que nos damos cuenta de que no somos tan distintos a él.