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Las nuevas viviendas de Jerusalén Este, el seísmo silencioso que tumba las esperanzas de paz

View El goteo de construcciones en Jerusalén Este in a larger map

  • Israel planea hasta 50.000 viviendas más en la próxima décadas
  • El urbanismo de esa zona de la ciudad tiene una gran carga política
  • La población palestina crece más que la judía pese a los asentamientos

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"A Estados Unidos nunca le pedirían que dividiese Washington, ni a Francia que dividiese París, ¿por qué debería hacerlo Israel con Jerusalén?".

Esta pregunta en voz alta, planteada por un estudiante judío de teología a un periodista de la BBC en la Ciudad Vieja de Jerusalén en línea con lo que piensa el gobierno israelí, tiene su reverso.

"Jerusalén es una línea roja y el mundo no debe permanecer en silencio ante los intentos de Israel de deshacerse de sus residentes árabes, sean musulmanes o cristianos", ha señalado el rey Abdulá de Jordania.

Abdulá sabe de lo que habla. En 1948, después de la guerra árabe-israelí en la que los países musulmanes cosecharon su primera y más dolorosa derrota contra el naciente estado hebreo, su reino se hizo cargo de Jerusalén Este.

Lo primero que hizo fue significativo: acabar con buena parte del barrio judío de la ciudad vieja, verdadero símbolo y origen último de todo enfrentamiento en Oriente Medio.

El epicentro de la Ciudad Vieja

Este lugar, que alberga el Muro de las Lamentaciones, la Mezquita de Al-Aqsa y la Iglesia del Santo Sepulcro es, desde hace décadas, el principal escenario de los enfrentamientos entre palestinos e israelíes.

Se trata del epicentro de un seísmo, el progresivo e inexorable avance de la presencia judía en la parte árabe de la ciudad, que ya ha hecho casi caer el último y endeble intento de paz en la zona, las conversaciones indirectas lideradas por Estados Unidos.

Curiosamente, lo que más les duele a los palestinos son los aparentemente leves gestos que se producen en su ciudad sagrada.

Por ejemplo, la construcción de una sinagoga en el barrio judío, a apenas 500 metros de la mezquita Al-Aqsa. O la amenaza de un grupo de ultraderechistas de entrar en la mezquita. O la prohibición indiscriminada a los varones menores de 50 años de entrar en sus lugares sagrados los días que se temen enfrentamientos.

Y es que, más allá de los Días de la Ira, cualquier mínimo cambio cerca de la Ciudad Vieja y sus alrededores desata pasiones.

Las ondas de dolor de los desahucios

Es lo que ocurre con cuatro familias del aledaño barrio de Sheikh Jarrah, que tuvieron que abandonar su casa en agosto por considerar el ayuntamiento que sus casas pertenecían originalmente a los judíos.

Una de ellas, la familia Ghawi ha atraído la atención no solo de militantes palestinos, sino también de pacifistas y la izquierda israelí, que han pedido mediante varias vigilias que se le devuelva una casa ocupada ahora por fervientes nacionalistas.

La amenaza pende también sobre otras 88 familias -unas 1.500 personas-, que llevan décadas viviendo en Al-Bustan, en el barrio de Silwan, al sur de la mezquita de Al Aqsa, y que ahora afrontan el desahucio por la construcción de un gran centro arqueológico y un parque aledaño.

El florecimiento de los barrios judíos metropolitanos

Sin embargo, el verdadero cambio de la ciudad en los últimos 40 años -el periodo de dominio total israelí- se aprecia en el tercer anillo de Jerusalén Este, los barrios judíos del norte y el sur que han crecido de forma espectacular y que lo van a hacer aún más, si se cumple lo informado por el diario Haaretz.

Este periódico habla de 50.000 nuevas viviendas en las próximas décadas, de las que unas 15.000 se construirán entre 2010 y 2020.

Par la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y los estados árabes esta medida es la prueba viviente de que Israel no quiere dos estados en la zona, sino un grupo aislado de enclaves entre sus asentamientos que sean poblados por los palestinos que les molestan en sus lugares sagrados.

Para el ayuntamiento de Jerusalén el hecho de que la inmensa mayoría de las nuevas viviendas que planea se ubiquen al otro lado de la línea verde -la separación entre la parte oriental y occidental establecida en 1948- se trata de simple planificación urbanística de una ciudad declarada en 1980 como "única e indivisible".

El problema es que el crecimiento urbanístico se concentra en el anillo de cinco barrios -Gilo, Neve Yaakov, East Talpiot, Ramot y Pisgat Ze'ev- anexionados por Israel como territorio a Cisjordania tras la Guerra los Seis Días y que la comunidad internacional considera asentamientos ilegales al no estar dentro del territorio de Jerusalén establecido antes de 1967.

En total, estos cuatro centros de población acogen a al menos 165.000 de los más de 177.00 judíos de Jerusalén Este. Según los proyectos ya en marcha, Israel tiene previsto construir en los próximos diez años casi 5.000 viviendas más en esas zonas.

La clave demográfica

Las otras 10.000 se concentran en barrios de más reciente creación, entre los que tiene un papel estelar Ramat Schlomo, el vecindario ultraortodoxo creado a finales de los 90 con la inestimable ayuda de Netanyahu y que ahora albergará a las polémicas 1.600 viviendas que han enfurecido a Estados Unidos.

Desde entonces, lo ya conocido, la "profunda decepción" estadounidense y el pesar israelí, cuyo gobierno no quiere de ninguna de las maneras renunciar a esas y otras nuevas construcciones aunque con eso enfurezca a su principal aliado.

Más allá de las declaraciones, la respuesta está en la demografía. En 1967, antes de la invasión,  en Jerusalén Este vivían unos 66.000 palestinos y apenas hebreos.

En 1993, cuando la política de asentamientos estaba ya lanzada, el número de judíos superaba al de palestinos (155.000 frente a 150.000).

Quince años después, el  revela que la población palestina ha vuelto a superar con creces a la judía ( 229.000 frente a 177.000 en 2007).

Más aún, según la proyección del Instituto de Jerusalén de Estudios Israelíes, un thin tank indepediente asentado en el país, la diferencia de población entre judíos y musulmanes en toda la ciudad se reducirá de aquí a 2020, de forma que pasará de una correlación 68-31% a otra 61-38%.

La clave está en la propia distribución de la población, ya que hay más palestinos menores de 24 años (44.651) que judíos (34.614). Y es que, por ahora, ante la natalidad, no hay desahucio ni asentamiento-o nueva construcción- que valga.