El Papa recibe el apoyo de los cardenales en un Domingo Santo marcado por las polémicas
- El Pontífice pide cambios para salir de la crisis ante casi 40.000 fieles
- No ha hablado de la pederastia en la Iglesia ni de las últimas controversias
No es un domingo de Resurrección cualquiera. Los azotes acusadores sobre la pederastia han provocado un hecho inédito en Vaticano: por vez primera en la historia se ha saltado el protocolo y el decano del colegio cardenalicio, cardenal Sodano ha deseado una feliz Pascua al Papa, asegurando que toda la Iglesia está con Benedicto XVI.
Estas palabras han sido pronunciadas antes de la misa del Domingo de Gloria, algo inaudito, y que sigue confiriendo el rango de excepcional a esta semana santa de 2010.
Durante el tradicional mensaje 'Urbi et Orbi', el Papa ha señalado que la Humanidad entera atraviesa una crisis profunda que requiere de hondos cambios a partir de las conciencias. Es una especie de éxodo, una conversación moral y espiritual.
Ante casi 40.000 fieles que han aguantado bajo la lluvia durante dos horas, el Papa ha pronunciado su discurso de paz para el mundo, empezando por Tierra Santa. Ha tenido también un recuerdo para los damnificados de los terremotos de Haití y Chile.
Con la posterior felicitación de Pascua en 65 idiomas, se ha puesto fin a los actos de la Semana Santa en el Vaticano.
Esta Semana Santa marcada por la polémica de Cantalamessa
Aunque los mensajes del Pontífice sólo han hecho referencia a los dogmas de fe, esta Semana Santa queda marcada por el estigma de la pedofilia.
El predicador de la Casa pontificia, Raniero Cantalamessa, se refirió a ello durante la Pasión y también lo hace esta jornada, a través de 'Il Corriere della Sera', en su edición dominical el predicador ha pedido perdón a Benedicto XVI.
Asegura que el Papa no había alimentado su discurso, sino que era la primera vez que lo escuchaba. Cuando se pronunciaron sus palabras dentro de San Pedro.
“Nunca ha leído nadie el texto de mi prédica antes de pronunciarlo“
Nunca, aclara el padre Cantalamessa, ha leído nadie el texto de mi prédica antes de ser pronunciada. Era un testimonio solidario nutrido de cordialidad y que no buscaba ninguna polémica, concluye el predicador de la Casa Pontificia.