L'Aquila languidece un año después de la tragedia
- Una vez pasada la emergencia, se ha impuesto la burocracia en las reformas
- El dinero se ha acabado y aún se siguen esperando ayudas prometidas
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Las sábanas siguen colgadas en la primera planta del número 13 de Via Roma.
Llevan un año ahí.
Sus dueños jamás imaginaron dejar la colada tanto tiempo expuesta a la mirada de los transeúntes. Como siniestro recuerdo de que el tiempo se detuvo en el Aquila hace un año, estas sábanas se dejan mecer por el viento, ondeando como blancas banderas de acato.
Sus dueños no pueden volver a casa. Lo que hasta el 5 de abril de 2009 era una vivienda, hoy es un edificio inaccesible. Y el movimiento cadencioso de aquella ropa simboliza lo que ocurre en la ciudad.
Una vez pasada la emergencia y apuntalados los edificios, no se puede hacer nada más. Ha llegado el tiempo de la burocracia y todos tienen que esperar. Los vecinos, los operarios, los restauradores de obras de arte....
"Y ahora empiezan los tiempos de la burocracia. Que suelen ser eternos. Por lo tanto, dicen diez años... pero yo no estaré aquí para verlo", afirma un residente.
Mirar adelante
Mientras la ciudad languidece, la gente sigue su vida fuera.
Un año después del desastre, 15.000 personas viven en nuevas casas que les ha proporcionado el gobierno, 5.000 siguen en hoteles, 1.500 en módulos habitables de manera provisional y 27.000 se han buscado un lugar y reciben mensualmente entre 600 y 800 euros para el alquiler.
El terremoto asoló el Aquila y los pueblos vecinos. Hoy , los operarios tratan de tapar el techo de La Iglesia de Santa María de Pagánica.
Pero ya no hay dinero. Posiblemente, durante muchos años esté condenada a escombros y paredes desconchadas.
Onna es otro de los pueblos símbolos de la fuerza de la naturaleza. El pequeño pueblo vive enfrente de las casas destruidas donde murieron 40 vecinos. Allí en una guardería, todos tratan de hacer vida normal. La reapertura de colegios se produjo en unas pocas semanas.
En Onna se tardó más pero ahora tienen una espléndida escuela infantil donde se trata de volver a la normalidad. Es difícil. Los niños, al principio no querían despegarse de sus madres tal y como nos confiesa una monja venezolana que trabaja en una escuela en Onna.
Onna hoy es un pueblo coqueto con modernas casas unifamiliares que se despiertan cada mañana frente a los escombros del estrago. Como nos dice esta misma monja, aquí todos han perdido a alguien y eso es muy difícil de superar.
"Nunca se llegará a una normalidad total porque creo que las personas aquí han sufrido muchísimo. Por ejemplo ella perdió a su hijo. Creo que tras perder a un hijo uno no puede llegar a la normalidad", afirma la sor venezolana.
Apoyo para los afectados
En este año ha habido múltiples iniciativas como la de la canción, "Domani", que canta las grandezas del Gran Sasso, del Aquila y el desamparo por la destrucción. Con estas aportaciones se ha recaudado dinero para devolver la normalidad a los afectados.
También los más poderosos de la tierra han prometido ayudas. Algunas han llegado, otras no. España prometió reconstruir la Fortaleza Española pero, de momento, las intenciones se han perdido en el eco de las palabras.
Las autoridades del Aquila aseguran que llegue o no la aportación de nuestro país, el muro siempre se llamará "Fortaleza Española". Cinco mil esculturas y cuadros forman parte del patrimonio salvado que se encuentra restaurándose en tres almacenes. Ésta es otra parte que tiene su importancia para devolver la normalidad a la villa.
Una ciudad presa de los escombros
Paseando por aquellas calles que temblaban mientras, con inconsciente curiosidad, acumulábamos imágenes de destrucción, nos encontramos ahora con montañas de escombros que nadie sabe adónde llevar.
A este paso pueden ser necesarios 22 años para sacar toda la basura.
Y el problema es que pronto empezará el calor y con él entre los escombros encontrarán una buena vivienda reptiles y ratas tal y como dice el consejero del ayuntamiento Enrico Perini: "Desde un punto de vista higiénico es inaceptable, cuando llegue el calor habrá reptiles, ratas, insectos y será imposible vivir aquí".
La ciudad está apresada por los escombros. No hay dónde llevarlos y esto supone un gran contratiempo. El ayuntamiento estima que hay entre 4 y 5 millones de toneladas de cascotes desperdigados por toda la ciudad tal y como indica el vice alcalde del Aquila Gian Paolo Arduini: "La ciudad está apresada por los escombros. Desgraciadamente no podemos recogerlos como quisiéramosya que hay millones de toneladas de escombros".
Buscando la Aquila de antes
Los grupos de protesta han surgido hace unas semanas. Varias decenas de vecinos toma unas carretillas en una protesta simbólica para pedir que se lleven los escombros y les permitan entrar en sus casas.
Desde el ayuntamiento se dice que no se puede dar ese permiso porque, incluso estando una vivienda bien, muchas veces sobre la que se apoya está dañada.
Además, el Aquila se ha movido 25 centímetros tras el seísmo y esto ha afectado a toda la red de cableado, eléctrica y desagües.
Queda mucho para que el Aquila vuelva a ser la que se echó a dormir el 5 de Abril de 2009. Es posible que jamás lo sea de nuevo. El centro histórico es un nido de fantasmas cuando cae la noche.
No queda nadie. El café "Dei Fratelli Nurzia" sigue siendo un faro de normalidad en mitad de tormenta. Lleva varios meses abierto. Sus clientes son abogados, profesionales y albañiles que vienen a comer al mediodía.
En mitad de la zona cero del Aquila se siguen vendiendo sus torroncini, un dulce con miel y chocolate típico de la ciudad. Su sabor endulza el paladar amargo de la impotencia que queda al abandonar el Aquila porque ya no queda duda de que lo que la tierra destruyó en un minuto, el hombre tardará muchas décadas en reconstruir. En este desierto de escombros el bar los Hermanos Nurzia es sólo una viruta de normalidad.
Eso sí, desplazada 25 centímetros a ninguna parte.