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La sombra de Putin planea sobre la revuelta popular en Kirguistán

  • El nuevo Gobierno reconoce el "apoyo significativo" del Kremlin
  • Rusia envía más tropas y presiona para el cierre de la base de EE.UU.
  • El choque en Kirguistán ensombrece el acuerdo nuclear entre ambas potencias

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Putin, en su coche tras visitar a Chávez en Venezuela esta semana.
Putin, en su coche tras visitar a Chávez en Venezuela esta semana.

Acto 1: El pasado año, el presidente de Kirguistán, Kurbambek Bakíev decide dar marcha atrás a un acuerdo con la Federación Rusa para cerrar la base estadounidense de Manás -clave para los suministros hacia Afganistán- después de que la Administración estadounidense triplicase su oferta económica para el uso de la misma.

Acto 2: Hace menos de un mes, destacados dirigentes de la oposición -entre ellos la actual presidenta interina del país, Rosa Otunbayeva- se reunieron con representantes del partido Rusia Unida, dirigido por el primer ministro, Vladimir Putin.

Acto 3: Tras la llegada al poder de la oposiciónPutin ha sido el primer líder en reconoce al gobierno interino, que ha agradecido el "apoyo significativo" de Moscú.

Acto 4: Rusia refuerza el número de tropas en la base rusa en el país, mientras recuerda que Bakíev se comprometió a cerrar la base americana y no lo cumplió.

Acto 5: El Gobierno interino pide ayuda económica a Rusia mientras dirigentes de la oposición como el ex presidente del parlamento, Omurbek Tekebayev, considera probable que el alquiler de la base a Estados Unidos se acorte.

Apoyo "significativo"

Y es que pese a ser un país pequeño de apenas 5,3 millones de habitantes, Kirguistán se ha convertido en un punto de fricción estratégica entre una Rusia que no quiere seguir perdiendo influencia entre las ex repúblicas soviéticas y Estados Unidos, que lleva usando la base de Manás desde la invasión de Afganistán y que mantiene allí a 35.000 soldados.

Curiosamente, el papel ruso en la desestabilización de este país con el objetivo de forzar el cierre de la base americana coincide en el tiempo con la firma del histórico tratado de reducción del arsenal nuclear, que ha abierto una nueva etapa en la relación entre ambos países.

Aunque el Departamento de Estado ha descartado que el golpe de Estado haya estado patrocinado por el Kremlin, las palabras de Tekebayev a una entrevista a Reuters dejan poco lugar a dudas.

"Rusia jugó su papel para echar a Bakíev. Solo tienes que ver la alegría del Kremlin cuando se fue", asegura el dirigente opositor.

"Estamos agradecidos a la Federación Rusa, agradecidos al primer  ministro ruso, por el apoyo, el apoyo significativa de la Federación  Rusa en los últimos días contra este régimen criminal y nepótico", ha subrayado Otunbayeva.

Por lo pronto, Putin y la jefa del Gobierno interino han mantenido una conversación telefónica en la que han acordado que su número dos y el ex primer ministro de la república, Almaz Atambayev, viaje a Moscú para formular sus peticiones sobre necesidades inmediatas.

Por el momento, 150 militares rusos han llegado a Kant para proteger tanto a los compatriotas que se encuentran en Kirguistán como su propia base militar. 

Otunbayeva ha declarado que la base de Manás continuará operando -el Pentágono ha conformado que hay una actividad limitada pese a la revuelta- aunque ha detallado que hay "algunas cuestiones" que deben discutirse.

Según Alexei Malachenko, del Centro Carnegie de Moscú ha declarado a AFP que Putin "conocía la posición de la oposición de Kirguistán".

Para aclarar la posición del Kremlin, solo hace falta compararla con lo ocurrido hace tan solo cuatro años, durante la 'Revolución de los Tulipanes' dirigida por Bakíev.

Entonces, el presidente depuesto, Askar Akayev, fue recibido con los brazos abiertos en Moscú, donde ahora vive. Ahora se ha distanciado de Bakíev, que se refugia en su feudo del sur del país.

Agravios internos

Con todo, también puede verse por el lado opuesto: mientras Rusia ha adoptado una postura contra las acusaciones de corrupción y nepotismo del clan de Bakíev, la Unión Europea y Estados Unidos han mirado hacia otro lado en aras de la estabilidad regional.

"Estamos ante una política de agravios. El nuevo Gobierno no ha conseguido nada desde que está en el poder", asegura James Nixey, analista de Asia central del think tank Chantham House, en Londres.

El país sufre frecuentes cortes de luz, que achaca a la pérdida del control estatal de las empresas energéticas, que han ido a parar al clan de Bakíev. De hecho, una de las primeras decisiones del Gobierno interino ha sido renacionalizar estas empresas.

En realidad, buena parte de los elementos que han provocado la caída del actual ejecutivo vienen de la época de la Revolución de los Tulipanes, cuando Bakíev lideró una revuelta popular procedente del sur, el feudo en el que ahora se ha refugiado, frente a la élite prorrusa del norte.

Entonces, Bakíev trató de asentar un gobierno de unidad, pero poco a poco fue siguiendo la política tradicional de clanes en favor de sus más próximos del sur, hasta plantearse el traslado de la capital, Biskek, en el norte, a uno de los grandes núcleos del sur.

Ahora, la revuelta ha comenzado en el norte, en ciudades como Talas y Biskek, mientras el sur está en calma. Por eso, los expertos señalan claramente el peligro de una guerra civil que parta en dos el país.

"Hay un riesgo real de guerra civil, que podría ser provocado tanto por las fuerzas del norte como por las del sur", concluye Serguei Massoulov, un analista del país, en declaraciones a AFP.