Comando Actualidad. "Aquí hay trabajo"
- En tiempos de crisis muchos buscan la seguridad del sueldo de funcionario
- Una alternativa al trabajo de asalariado es convertirse en "su propio jefe" como autónomo
REPORTEROS: Mila Payo y Raúl García.
DIRECCIÓN: Raúl García, Daniel Galindo, César P. Gozalo.
Frente al paro sólo quedan dos opciones: opositar a funcionario o abrir un negocio propio y convertirse en autónomo. Dos mundos radicalmente opuestos y llenos de riesgos.
"Ser su propio jefe" implica para un autónomo no disfrutar de vacaciones ni libranzas, tener que pensarse lo de ponerse enfermo y estar en permanente contacto con el gestor.
Después de cuatro años intentando "sobrevivir", Vicente ha decidido traspasar su restaurante. Por problemas de salud, tiene que echar el cierre. Carlos está interesado en invertir en ese negocio, era contable asalariado y ahora es un autónomo de éxito. Las dos caras de la misma moneda coinciden en el mismo local. Uno para deshacerse de él, el otro para rescatarlo.
Vistas las dificultades que sufren los autónomos, cada vez más gente busca el sueño de trabajar para la Administración. El número de opositores ha aumentado un 20 por ciento en el último año, aunque las plazas convocadas no dejan de descender.
Después de dieciséis años trabajando en una promotora, María Jesús quiere ser funcionaria, como su marido. Disfrutar de tiempo libre y cobrar mil euros a fin de mes sin sobresaltos. Había olvidado lo que es estudiar, pero cada día saca tres o cuatro horas entre sus labores de ama de casa. En la academia donde se prepara nos dan un dato inquietante: en su oposición se presentarán unas 20.000 personas para 200 plazas.
Lo comprobaremos con Susana, que nos permite acompañarla al examen que decidirá su futuro laboral. Quiere ser subalterna de la Generalitat Valenciana. Si consigue la plaza, será "mileurista".
También existen los opositores vocacionales, aquellos que aspiran a ser notarios, jueces o diplomáticos. Son las oposiciones más duras que existen y en un colegio de Madrid se concentran cien jóvenes que estudian diez horas al día, seis días a la semana, durante unos seis años. Cronómetro en mano cantan al dedillo un artículo tras otro de sus temarios inacabables, la vida aquí es casi monacal: estudiar en una habitación con baño compartido, y un rato para comer o cenar.
La recompensa nos la muestra Luis, que ha sacado Notarías y a sus treinta años ha montado su despacho. Asegura que ha pasado del infierno del opositor, a la gloria de ser el "señor notario".