El Picasso más políticamente militante, en Liverpool
- La Tate de Liverpool ofrece hasta el 30 de agosto Picasso: Paz y Libertad
- La exposición explora en la obra del pintor desde una óptica política
Picasso: Paz y Libertad, la exposición que se inaugura el viernes en la galería Tate de Liverpool explora la obra de Picasso desde la óptica de su compromiso político, que le llevó a no volver a pisar más su país tras la Guerra Civil y adherirse al Partido Comunista Francés.
El genio malagueño, trasplantado a París cuando ésta era la capital de las vanguardias artísticas, conservaría hasta su muerte en 1973, dos años antes que la del dictador Francisco Franco, su carné del PCF, sin que la represión de la revolución húngara de 1956 ni la invasión de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia en 1968 le hicieran abandonar su afiliación política.
Frente a quienes hablan de su militancia comunista como pura pose habla el hecho de que Picasso fuese un generoso contribuyente, tanto en dinero como en especie, tanto a las arcas de ese partido como a diversas causas obreras.
De lo que no cabe duda es de su profunda repugnancia hacia todo uniforme militar, del color que fuera, y de su pacifismo, que le llevó a participar en los distintos congresos de Intelectuales por la Paz.
Para el congreso de París, celebrado en 1949, el poeta y comunista francés Louis Aragon seleccionó una litografía de una paloma dibujada por Picasso, que iba a convertirse en el más famoso símbolo de la paz en todo el mundo.
Como señalan los comisarios de la exposición de Liverpool, Lynda Morris y Christoph Grunenberg, la Guerra Civil española y su consiguiente exilio definitivo en Francia le marcaron profundamente.
Exilios republicanos y amenaza nuclear
En los años de guerra y de inmediata posguerra, su obra reflejará su constante preocupación por la dictadura franquista, por la suerte de los cientos de miles de refugiados republicanos, y durante la posterior Guerra Fría, su inquietud por la amenaza de hecatombe nuclear, la guerra de Corea o la gravísima crisis entre Moscú y Washington a cuenta de los misiles cubanos.
En reacción a esos y otros acontecimientos, Picasso creó una serie de ambiciosas composiciones que los expertos asimilan a un nuevo tratamiento de la pintura de historia ya que combinan una determinada estructura narrativa con una iconografía derivada de la historia clásica o la mitología.
Son obras reunidas ahora en Liverpool como "El Osario" (1944-45), diversas variaciones en torno a la "Guerra y Paz" (1952), "Mujeres de Argel", inspirada por Delacroix (1954) o "El Rapto de las Sabinas" (según David) (1962-63).
Una de las más impresionantes, y elemento central de la exposición de la Tate, es "El Osario", una poderosa composición en grisalla, algo que Picasso reservaba siempre para los temas más solemnes, en la que se dan cita cubismo y expresionismo y que recuerda fuertemente a ese enorme grito contra la barbarie que es su "Guernica".
"Las mujeres de Argel" se ha interpretado a su vez como un comentario sobre el temor a las consecuencias políticas del levantamiento militar en la Argelia francesa, mientras que la creación de "El Rapto de las Sabinas" coincidió con la crisis de los misiles cubanos, que colocó al mundo al borde de un conflicto nuclear.
Bodegones que reflejan un estado de ánimo
Excepcionales son también los bodegones que, aún bajo el impacto de la tragedia española, pintó Picasso durante los años cuarenta y que, con los mínimos elementos -un cráneo mordiendo un libro, una guitarra y un espejo, una simple cabeza de cabra o un gallo muerto-, combinan un sentimiento de desesperación y melancolía con un espíritu de resistencia.
En cuanto a la paloma de la paz, de la que Picasso haría distintas variaciones para los congresos de la paz celebrados en diversas ciudades, ésa reaparece, sola o acompañada de figuras humanas, en otras composiciones para campañas de amnistía de los presos políticos presos políticos en España o para calendarios publicados por L'Humanité.
La exposición de la Tate, que podrá visitarse hasta el 30 de agosto, muestra sin género de dudas que, si se exceptúa algún encargo, como el retrato que hizo de Stalin con motivo de su muerte, polémico además, por considerarlo muchos una caricatura, el compromiso político de Picasso nunca derivó en panfleto.
Su genio no se lo habría permitido.