La mosca que huele la luz
- Modifican genéticamente a larvas de la mosca de la fruta
- Tras la manipulación, respondían a la luz como si fuera un olor
La mosca de la fruta
El científico Thomas Hunt Morgan crió moscas en su laboratorio para comprender cómo estos insectos heredaban rasgos de sus padres. Gracias a la mosca Drosophila Melanogaster, la mosca de la fruta, Hunt descubrió que los genes eran básicos para entender la herencia. Gracias a la mosca aprendemos más sobre nosotros. Desde que en el año 2000 se secuenció su genoma, sabemos que tenemos muchas cosas en común con este insecto.
Investigadores alemanes han modificado genéticamente larvas de moscas de la fruta (Drosophila melanogaster) para que puedan oler la luz. El estudio, publicado en Nature, arrojará información sobre la forma en que las larvas detectan e interpretan los olores.
El equipo, dirigido por Klemens Störtkuhl, de la Universidad del Ruhr en Bochum, Alemania, logró cambiar los receptores de olores de las larvas para que estos reaccionaran a la luz.
Las larvas de la mosca de la fruta son normalmente esquivas a la luz, pero se desplazan hacia olores agradables, como por ejemplo alimentos, y huyen de los malos olores.
Cuando se estudian los receptores odoríferos es difícil discernir si se han activado por un olor o son sensibles a múltiples olores, si se activa uno o varios sensores.
Para esquivar estos problemas el equipo de investigadores alemanes estimularon los receptores normales al olor de un nervio olfatívo de los órganos dorsales de la larva con una proteína sensible a la luz, de forma que resultó un nervio que respondía a la luz azul como si se tratara de un olor desagradable para las moscas.
Luego expusieron a las larvas en una zona con luz azul y otra zona en sombra, pero con un fuerte olor a acetato de octilo. Las larvas modificadas genéricamente preferían las zonas oscuras a la luminosidad con 'hedor' virtual. Los insectos que no habían sido modificados, estaban a salvo de los males olores en la zona de luz y huían de la sombra.
El estudio pone de manifiesto que un sólo nervio es suficiente para modificar el comportamiento de las larvas.