Testaccio, una pica española en Roma
- Es un cerro artificial en el corazón de Roma, hecho con trozos de vasijas
- 26 millones de cántaros rotos; la mayoría llevaban aceite desde Andalucía
El monte Testaccio es un cerro artificial en el corazón de Roma. La última pica española en la ciudad eterna. Sólo se puede acceder al montículo atravesando una puerta cerrada con llave que está en posesión de un grupo de arqueólogos españoles desde hace más de dos décadas.
El monte Testaccio tiene 49 metros de altura alzados sobre 26 millones de vasijas rotas que, durante siglos, fueron depositadas en ese lugar. La mayoría eran españolas. Venían de Andalucía conteniendo aceite de oliva. El monte Testaccio es una colina española en el corazón de Roma. El nombre procede del latín: testae es como se denomina a los fragmentos de ánfora.
Las vasijas españolas se distinguen de las que veían de Africa porque son mucho más gruesas que aquellas. El 80 por ciento de los contenedores de arcilla depositados en ese suelo es español. No obstante, cuando hablan del Monte Testaccio, los arqueólogos lo consideran un campo de todas las naciones.
No fue un basurero
El altozano tiene la forma triangular dispuesta por quienes lo idearon. Las ánforas llegaban al puerto de Roma. La mayoría provenían de Andalucía, la Bética.
Se vaciaba su contenido para a continuación se rompían en pedazos depositados en el Monte Testaccio. A esos cachos de ánfora se les echaba cal para evitar malos olores. No era rentable lavar los recipientes. Las ánforas parece ser que se trasladaban enteras, probablemente en grupos de cuatro, por burros, mulas u otros animales de carga; posteriormente se rompían en el lugar tal y como nos ha explicado uno de los estudiosos de este monte, José Remesal.
No fue un basurero fortuito ni desordenado, sino una estructura llevada a cabo de manera disciplinada, elevada por terrazas con muros de retención también hechos de trozos de cerámica. Se pueden establecer 3 fases en la construcción de dicha estructura. La primera abarcaría del 74 antes de Cristo al 149 después de Cristo. La segunda se prolongó hasta el 230 de nuestra era y la tercera está siendo investigada en la actualidad.
Asimismo las ánforas descubiertas en dicha colina han aportado numerosa información sobre la evolución del puerto fluvial de Roma y sobre aspectos diversos como el comercio entre la Península Ibérica, norte de África y la capital del Imperio romano . Los arqueólogos calculan que el aceite transportado en esos envases permitió abastecer la mitad de la dieta anual de aceite de oliva (de seis litros) de un millón de personas durante 250 años.
El primer investigador riguroso de la colina fue Henrich Dressel. Desde 1989 arqueólogos españoles como Rodríguez Almedia, José María Blázquez o José Romeral, trabajan en la colina para ir esclareciendo la historia del comercio a partir de un cementerio de vasijas de arcilla. Los trabajos se desarrollan en septiembre y octubre para estar a salvo de los escorpiones, el sofocante calor y las lluvias torrenciales de la ciudad eterna