Saramago, el escritor y el hombre comprometido
- El escritor protugués ha fallecido a los 87 años
- Supo aunar su labor literaria con su faceta más reivindicativa
- Referencia de la narrativa europea, en 1998 le dieron el Premio Nobel
- Publicó su primera novela con 25 años, obtuvo el reconomiento mundial a los 60
Ver también: Especial Muere José Saramago
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Creador de uno de los universos literarios más personales y sólidos del siglo XX, José Saramago, que ha fallecido este viernes a los 87 años, supo aunar su vocación de escritor con su faceta de hombre comprometido que nunca cesó de denunciar las injusticias que veía a su alrededor o de pronunciarse sobre los conflictos políticos de su tiempo.
"Saramago vive como escribe, tan lúcido e íntegro en sus libros como en los días de su vida", ha dicho en una ocasión la novelista colombiana Laura Restrepo al resumir "la clara impronta de humanidad" que emanaba de la figura y de la obra del escritor portugués.
Persona de firmes convicciones, capaz de "estar al lado de los que sufren y en contra de los que hacen sufrir"; "hombre de una sola palabra, de una sola pieza", como lo definió su mujer, la periodista española Pilar del Río, cuando en 1998 le dieron el Premio Nobel a Saramago, éste reconocía siempre que él no tenía poder para cambiar el mundo, pero sí para decir que era necesario cambiarlo.
Y lo decía en ese "espacio literario enorme" que para él era la novela, en la que, con su habitual modestia, aseguraba no haber "inventado nada".
"Sólo soy alguien que, al escribir, se limita a levantar una piedra y a poner la vista en lo que hay debajo. No es culpa mía si de vez en cuando me salen monstruos", afirmó en el 97, con motivo de uno de sus múltiples doctorados "honoris causa".
Indignado ante el "mal funcionamiento del mundo"
Sus viajes por los cinco continentes le servían también para animar a los oyentes a reaccionar ante el mal funcionamiento del mundo, "a indignarse, a no quedarse en esa especie de inercia de rebaño" que caracteriza al hombre actual.
"Es hora de aullar, porque si nos dejamos llevar por los poderes que nos gobiernan se puede decir que nos merecemos lo que tenemos", aseguraba Saramago en junio de 2007, en unas jornadas de la Fundación Santillana. Él mismo se definía como un "comunista libertario".
En ellas, quien fue militante comunista durante buena parte de su vida, criticó con dureza a la izquierda: "Antes, caíamos en el tópico de decir que la derecha era estúpida, pero hoy día no conozco nada más estúpido que la izquierda", señalaba el escritor.
En innumerables ocasiones Saramago había pedido un debate en profundidad sobre el sistema democrático, convencido como estaba de que el verdadero poder no reside en los gobiernos sino en las multinacionales. "Hablar de democracia es una falacia", solía decir.
Tras escribir 'Ensayo sobre la lucidez' en 2004, el novelista dijo que después de ese libro, que consideraba "necesario", "ya se podía morir". Esta obra es un dura crítica a los gobiernos, a la izquierda y a la democracia.
Reconocimiento mundial tardío
Saramago hace tiempo que se convirtió en referencia imprescindible de la narrativa europea, y así lo reconoció la Academia Sueca cuando le otorgó el Nobel por haber creado una obra en la que "mediante parábolas sustentadas con imaginación, compasión e ironía, nos permite continuamente captar una realidad fugitiva".
Hijo y nieto de campesinos, el escritor nació en 1922 en la pequeña aldea de Azinhaga. Un error de un funcionario del registro civil hizo que en lugar de su apellido verdadero, De Sousa, le inscribieran con el apodo de la familia, Saramago, nombre con el que luego sería reconocido mundialmente.
Publicó su primera novela en 1947, 'Tierra de pecado'. El reconocimiento mundial no le llegó hasta los sesenta años, con 'Memorial del convento', la novela que, según ha contado Pilar del Río en más de una ocasión, propició su relación amorosa con el escritor.
A la periodista y posterior traductora de la obra de Saramago le impresionó tanto la lectura de ese libro (Premio del Pen Club Portugués) que se fue a Lisboa a entrevistar a su autor en 1986. Dos años más tarde se casaron.
Su último trabajo antes de dedicarse en exclusiva a la escritura fue como subdirector del célebre periódico lisboeta 'Diario de Notícias', el cargo le duró unos meses ya que rápidamente fue cesado.
Saramago tuvo tres relaciones sentimentales. Con la pintora Ilda Reis en 1944, con la que tuvo su única hija. Posteriormente, en 1970, inició una relación con la escritora Isabel de Nobrega, con la que convivirá hasta 1986. Pilar del Río, su traductora, se convirtió en su compañera hasta sus últimos días. Con ella estaba el momento de su muerte.
Sus novelas contienen "el ADN de lo humano"
Las novelas de José Saramago "contienen el ADN de lo humano, su huella digital, el rastro de su sangre". Estas palabras de Laura Restrepo denotan la profunda humanidad que desprenden obras como 'Alzado del suelo' (Premio Ciudad de Lisboa), 'El año de la muerte de Ricardo Reis' (Premios del Pen Club Portugués y Dom Dinis), o la 'La balsa de piedra'.
Su novela 'El Evangelio según Jesucristo' levantó ampollas en el Vaticano y fue vetada en Portugal en el 92. Un año después el escritor decidió trasladarse a vivir a la isla española de Lanzarote donde residió hasta el final de sus días.
'Ensayo sobre la ceguera', 'Todos los nombres', 'Ensayo sobre la lucidez', 'La caverna', 'El hombre duplicado', 'Las intermitencias de la muerte' son también novelas de este gran escritor que en su último libro, 'Las pequeñas memorias', entrelazó los recuerdos de su infancia: "He intentado no hacer nada en la vida que avergonzara al niño que fui", ldijo cuando se publicó esa obra.
Vivía un nuevo amor con Portugal
Tras más de una década de alejamiento de Portugal, José Saramago vivía una nueva pasión otoñal con el país que le vio nacer, adornada de homenajes y reconocimientos e inmune a la polémica religiosa y política que rodeó sus obras.
El autor contemporáneo más universal de las letras lusas nunca dejó indiferentes a sus compatriotas, entre los que era fácil detectar dos actitudes contrapuestas, la aversión o la admiración, aunque siempre mezcladas con el reconocimiento de que no había otro escritor portugués vivo con mayor proyección mundial.
Sólo sus críticos solían decir que Saramago era menos apreciado en su propio país que en la vecina España, donde se refugió desencantado por la censura de la que se sintió víctima en los años noventa.
El largo desencuentro de Saramago con su país natal se desencadenó con las reacciones a la publicación del 'Evangelio' un libro denostado por políticos e intelectuales católicos lusos y hasta por el Vaticano.
Pero casi dos décadas después ese mismo Portugal católico se conmovió poco con el irreverente 'Caín' y las provocadoras declaraciones de su autor, que calificó al Dios de la Biblia de "mala persona y vengativo" y a las Sagradas Escrituras de "libro terrible y sombrío" y manual de "malas costumbres".
Saramago, refugiado en Lanzarote no dio por cerrado el episodio que le distanció del Portugal conservador hasta 2004, después de que el entonces primer ministro del centro-derecha luso y ahora presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, hiciera un desagravio público al escritor.
Pese a todo, Saramago nunca se consideró peleado con su país y más de una vez parafraseó a otro inmortal escritor luso, Fernando Pessoa, para afirmar que su verdadera patria era la lengua portuguesa.
Con motivo de su 84 cumpleaños, Saramago presentó allí en 2006 las 'Pequeñas memorias', una obra única en su trayectoria literaria en la que desgrana con fidelidad los recuerdos de la niñez y el alma del Portugal profundo en el que vivió sus primeros años.