Saramago, la fuerza del pensamiento
- El escritor portugués hizo de la coherencia su particular libro de estilo
- Ha retratado como nadie lo mejor y lo peor de la naturaleza humana
Ver también: Especial Muere José Saramago
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"Vivimos en una sociedad que sólo quiere de nosotros que consumamos, no nos pide nada más, ni convicciones, ni capacidad de protesta, ni indignación, no quiere más que tengamos dinero suficiente en el bolsillo para comprar y no tener que pensar".
Así se pronunciaba José Saramago en una conferencia ante estudiantes en 1997, unas palabras que entroncan, y ganan aún más peso, con las publicadas en el último post del blog del escritor portugués, Pensar, pensar:
"Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar, necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte".
Humanidad en estado puro
Son muchas las palabras que bullen en la cabeza para intentar retratar a un ser humano de la talla de Saramago, pero resulta inevitable no quedarse con eso, su capacidad como pensador y su habilidad para invitar a los lectores a ese maravilloso ejercicio, cada vez más denostado, que es pensar, pensar con letras mayúsculas, a lo grande, con espíritu crítico, con convicción, con humanidad y preocupación por los demás.
“La primera condición para vivir es no respetar a la autoridad“
Es imposible no verle como persona, escritor pero ante todo persona, un hombre sin barreras a la hora de posicionarse y manifestarse, con una forma de ser y un sentido de la justicia que empapa sus obras de una u otra manera.
Cómo no detenerse a analizar la naturaleza del ser humano tras leer Ensayo sobre la ceguera, humanidad para bien y para mal, en estado puro, o el Evangelio según Jesucristo, un libro que tantas ampollas levantó en su país y le hicieron buscar refugio en un lugar con tanta "fuerza" como la isla de Lanzarote.
La coherencia como libro de estilo, y ser coherente para Saramago tenía que ver "con el sentido de la responsabilidad que uno tiene por el sencillo hecho de estar en el mundo, y por otra lado el respeto, la primera condición para vivir es no respetar a la autoridad".
Educación literaria
Así de claro y de alto lo "gritaba" el escritor que antes fue poeta, y periodista, y mecánico cerrajero entre otros oficios, y niño, un niño que a los 12 años supo que no tendría "la suerte, el privilegio de poder ir a la Universidad".
De aquello le quedó para siempre, como confesaba a su audiencia estudiantil, "una especie de dolor sordo, algo con lo que yo vivo desde entonces".
Un rasgo más en su biografia, fruto de las "economías" de la época pero sobre todo del estrato social al que se perteneciera, que no le impidieron desarrollar un profundo amor por la lectura para escapar de la rutina del taller en el que trabajaba, un adolescente que vivía en una casa sin libros y no tuvo el primero hasta cumplir los 18 años, aunque cultivó su pasión por ellos a base de lecturas nocturnas en una biblioteca lisboeta.
Devaneos de juventud
Leía todo lo que caía en sus manos, "sin ninguna orientación, sin ninguna disciplina y en algunos casos sin entender nada", así fue su primera educación literaria y era tal su intuición por las palabras que a los 22 años, como un trapecista kamikaze escribió una novela, La viuda, para la que un editor "disparatado" buscó un título con gancho, Tierra de pecado.
Después vino Claraboya, otra novela de juventud nunca publicada que, según contaba Saramago, su mujer Pilar del Rio, "la mujer que le descubrió", guarda en algún cajón de casa.
“Hay algo fundamental, no tener prisa“
Un salto sin red al universo literario que hicieron pensar al futuro Nobel que "no estaba listo, no tenía nada que decir", estuvo 20 años sin escribir ,"hasta que en 1966 publiqué un libro de poesía".
Todo puede empezar a los 50
El hombre que llegó a ser escritor también fue periodista y comunista, dos factores que propiciaron su despido como director del periódico Diario de Noticias en 1975, a los 53 años "me quedé en la calle, sin salario y sin ninguna posibilidad de encontrar un trabajo así que pensé, no lo voy a buscar, voy a trabajar, voy a hacer, todo mi trabajo literario se concentró desde este momento".
"La hora de empezar todo puede ser a los 50", afirmaba José Saramago, "hay algo fundamental, no tener prisa", incidía en su conferencia ante los jóvenes estudiantes.
"La suerte que uno puede tener es vivir mucho para trabajar mucho, los que me conocen saben que si no hago más es porque no puedo, si no hago más es porque no sé, si no hago más es porque no llegó el momento".