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Los más viejos del corral monopolizan a las gallinas

  • Conflicto entre machos y hembras por la impotencia de los ejemplares adultos
  • Las gallinas, sometidas, ponen muchos huevos sin fecundar
  • Estos enfrentamientos sexuales son el origen de los conflictos animales

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Los gallos adultos, aunque impotentes, mantienen la jerarquía en sus corrales
Los gallos adultos, aunque impotentes, mantienen la jerarquía en sus corrales

Los gallos adultos dominan la estructura piramidal y sexual de los corrales. A pesar de su edad y aunque su capacidad para fertilizar huevos haya descendido drásticamente con el paso de los años, son los que mandan.

Es lo que ha demostrado un equipo de investigadores de la Universidad de Oxford, después de estudiar el comportamiento de una población silvestre de Suecia. En su estudio reflejan la batalla entre la apetencia sexual de los gallos adultos -a pesar de su impotencia- y el 'sufrimiento' de las gallinas, privadas de reproducirse con ejemplares más jóvenes.

"En grupos muy competitivos por fecundar a las hembras, hemos encontrado que los gallos que han perdido su capacidad de reproducción -como consecuencia de los años- suelen perder con ejemplares más jóvenes", señala Tommaso Pizzari, uno de los responsables del estudio.

No obstante, añade el biólogo, "los gallos adultos imponen su jerarquía en los corrales". Cuando son rechazados por su impotencia, monopolizan a las hembras e impiden que otros ejemplares puedan cubrirlas, lo que implica un verdadero conflicto en el corral. Aún así, el orden jerárquico se mantiene. Y los gallos adultos sigun siendo los amos.

 Hasta hace poco tiempo no se había empezado a comprender el rol que juega la impotencia sexual de los machos en poblaciones animales. No obstante, hay muchos frentes abiertos en el mundo animal, pero nada es tan importante que la reproducción sexuales exitosas.

 Así, para las gallinas, estar monopolizadas por un macho impotente provoca que pongan muchos huevos sin fecundar, lo que significaría un desastre para las hembras. "El estudio muestra que estos enfrentamientos sexuales son el verdadero motor de los conflictos entre animales", concluye Pizzari.