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El KGB se cuela en el 'American way of life'

Los detenidos tenían la misión de aparentar ser "auténticos americanos"

Entre los 11 arrestados, se encuentra una pareja sudamericana

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Parejas normales, generalmente casadas y con hijos, con trabajos ordinarios, que residían en barrios típicamente americanos en ciudades de todo el país, desde Nueva York hasta Seattle. Detrás de esta imagen de cotidianidad a lo 'New Deal', EE.UU. ha desmantelado una red de espías para el Gobierno ruso.

Las autoridades norteamericanas han detenido, por el momento, a once personas acusadas en dos causas criminales presentadas por separado con cargos de "conspiración" por actuar de manera "ilegal" como agentes rusos en territorio estadounidense. Nueve de los detenidos afrontan, además, cargos por "blanqueo de dinero".

La misión del grupo, conocido como los 'ilegales', era vivir en Estados Unidos como cualquier pareja casada con hijos -que desconocían la verdadera identidad de sus padres-, para pasar mejor desapercibidos, según apuntan varios medios de comunicación.

La herencia del KGB

Intercambiaban la información y documentos guardada dentro de maletines en estaciones de tren con funcionarios del Gobierno ruso cuando venían de visita a Estados Unidos. Los mensajes estaban escritos con tinta invisible, escondían otro tipo de información en mensajes encriptados y codificados.

Así, operaban los once agentes detenidos rusos del programa encubierto SVR -agencia de espías reciclada del antiguo KGB de la Unión Soviética-, que consistía en infiltrar y reclutar a agentes rusos para introducirse en el gobierno estadounidense y en los círculos políticos para influir en las decisiones a favor de Rusia, según informaba el periódico The New York Times este lunes.

Entre los detenidos, se encuentra una pareja sudamericana con una curiosa historia. La periodista peruana Vicky Peláez y columnista del diario neoyorquino en español El Diario/La Prensa, y su esposo, Juan Lázaro, de origen uruguayo, fueron arrestados el domingo en su residencia en la localidad de Yonkers, al norte de la ciudad de Nueva York, y han comparecido este lunes ante un tribunal federal de Manhattan, según fuentes de la Fiscalía.

Según los documentos judiciales difundidos este lunes, Peláez y Lázaro realizaron durante años viajes a un país suramericano sin identificar en los que "pasaban mensajes encubiertos" a oficiales del Gobierno de Rusia y, además, recibían dinero en compensación por sus servicios.

Esos documentos, en los que se detallan conversaciones mantenidas por el matrimonio y que fueron interceptadas por las autoridades estadounidenses, aseguran que ambos viajaron repetidamente al mismo país, donde "un representante del Gobierno de Rusia entregaba paquetes que contenían dinero".

Un guión perfecto

En los mensajes también se les pidía, entre otras cosas, que se empaparan sobre temas de armas nucleares, rumores de la Casa Blanca y cambios en el liderazgo de la CIA.

Se relata cómo en una ocasión, por ejemplo, Peláez regresó a EE.UU. desde ese mismo país sudamericano con ocho bolsas con 10.000 dólares en el interior de cada una, y se asegura que hay diversas fotografías que muestran a Lázaro reunido con un oficial del Gobierno de Rusia.

Peláez, que lleva casi treinta años en EE.UU. y cuya familia es originaria de la región de Machu Picchu, ha trabajado durante más de dos décadas para El Diario/La Prensa, que también se ha hecho eco de su detención en su página web.

En este diario ha sido reportera y editora de la sección dedicada a Latinoamérica, pero es reconocida por sus artículos de opinión a los que acompaña su fotografía. Con sus textos, Peláez se ha ganado una fama de firme defensora de los líderes progresistas latinoamericanos, especialmente del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, así como de la dictadura de los hermanos Castro en Cuba.

La ley estadounidense prohíbe ejercer como agentes de un gobierno extranjero en Estados Unidos sin una autorización previa del fiscal general, recordó el Departamento de Justicia en un comunicado. De este modo, los detenidos estarían implicados en una "misión secreta para Rusia". Entonces se enfrentarán a cinco años de prisión por cargos de espionaje y hasta veinte años por falsificar dinero.

Los vecinos de estos supuestos espías están conmocionados. La mayoría detalla con perplejo la vida "normal" de sus compañeros de vecindario sabiendo, que sin quererlo, también se han convertido en los protagonistas secundarios de un guión que, hasta ahora, sólo habían visto en las películas.