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Un total de 18 detenidos por estafar 2,5 millones de euros con el uso fraudulento de tarjetas

  • La Policía ha desarticulado un grupo internacional dedicado al 'carding'
  • Adquirían las claves bancarias y volcaban los datos en tarjetas blancas
  • La red se dedicaba también al tráfico de drogas y billetes falsos

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La Policía ha desarticulado en Madrid un grupo internacional dedicado al "cárding" (el uso de forma ilegítima tarjetas de crédito ajenas) y que podrían haber estafado "volcando" sus numeraciones unos 2,5 millones de euros.

Los detenidos, hombres y mujeres procedentes de siete países, disponían de contactos e infraestructura para, en menos de seis horas, adquirir datos bancarios y volcarlos en tarjetas "blancas", medio de pago fraudulento que usaban en numerosos ámbitos.

La organización se servía de una empresa de paquetería y de un taller de vehículos para realizar sus actividades, así como de mercantiles "fantasma" en España y Venezuela para blanquear los beneficios, según ha informado la Dirección General de la Policía y la Guardia Civil.

Los arrestados lograban convencer a personas de diferentes entornos comerciales para que les facilitaran la utilización de las tarjetas de crédito falsas en sus negocios, a cambio de obtener un gran beneficio económico en cortos períodos de tiempo.

Red relacionada con el tráfico de drogas

El cabecilla del grupo controlaba todas las actividades ilícitas a las que se dedicaban sus miembros, pero prácticamente no llegaba a tocar las tarjetas y sólo se encargaba de recibir los beneficios, que le permitían gozar de un alto nivel de vida, con vehículos de alta gama, sin haber trabajado ni cotizado durante los diez años que reside en España.

Su lugarteniente era el propietario de una empresa de paquetería, que la red utilizaba para el envío y recepción de útiles informáticos y tarjetas e incluso para el tráfico de drogas o billetes falsos.

El grupo utilizaba otras mercantiles, como un taller de vehículos para guardar el material relacionado con la falsificación y probar las tarjetas de forma esporádica.

Este empresario también se encargaba de financiar la compra de las numeraciones de tarjetas bancarias, con la intermediación de personas en Rumanía, que a su vez facilitaban el contacto con los vendedores de los datos, que eran ciudadanos rusos.

Ya con las numeraciones, que se adquirían casi a diario, el falsificador del grupo las volcaba en soportes, que en muchas ocasiones eran las propias tarjetas de crédito de los detenidos, pero en otras cualquier otro material, ya que en su mayoría eran utilizadas en establecimientos conniventes, como buenos restaurantes, locales de ocio nocturno y clubes de alterne.

A través de internet y de empresas especializadas, el dinero y las tarjetas viajaban a una gran velocidad: en un mismo día se podía enviar el dinero, recibir las numeraciones por internet, volcar las bandas magnéticas en los soportes y usarlas.

Otro forma con la que obtenían las numeraciones consistía en el uso de un lector grabador de tarjetas, que ocultaban en un vehículo abandonado: clonaban tarjetas de repostaje y después ofrecían a sus "clientes" la posibilidad de llenar el depósito de sus automóviles por un importe que suponía la mitad del carburante repostado.