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La Seguridad Nacional de EE.UU., casi una S.A.

  • El 30% de los empleados del sistema de inteligencia son externos
  • 'The Washington Post' alerta de la dependencia del sector privado
  • Gates y Panetta han reconocido el peligro de contratar a personal externo

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La seguridad nacional y la lucha antiterrorista son las prioridades de los servicios de inteligencia estadounidenses.

La empresa privada se ha internado de tal manera en la Seguridad Nacional de EE.UU. que sólo falta que la Inteligencia norteamericana cotice en el Dow Jones. Esta es más o menos la desgarradora conclusión de la segunda entrega de Top Secret America, la investigación del diario The Washington Post que cuestiona la labor de los cuerpos de seguridad creados por el Gobierno tras los atentados del 11 de septiembre. 

Si en el artículo de este lunes los periodistas del periódico norteamericano ponían en evidencia el caos de los 3.000 organismos "fuera de control" que velan por la seguridad de EE.UU., el reportaje publicado este martes revela la creciente importancia del papel de las empresas externas en el sistema de inteligencia, la peligrosa dependencia que esto supone y la pérdida de control del Gobierno sobre "asuntos sensibles".

Cerca de un 30% del personal que trabaja para la Seguridad Nacional son empleados externos, unos 265.000. Un nutrido grupo que maneja informaciones de alto secreto y tiene acceso a los detalles más sensibles de los entresijos de inteligencia de EE.UU. Un elenco de expertos del que se duda de que estén más comprometido con sus accionistas que con el interés público, según el Post.

El propio secretario de Defensa, Robert Gates e incluso el director de la CIA, Leon Panetta, han reconocido estar de acuerdo en este extremo.

Para un trabajo así "tú buscas a alguien que realmente se implique en esto porque es su pasión y porque está preocupado por cuidar de su país, y que no sólo se mueva por el dinero", ha afirmado Gates.

Competencia entre empresas privadas

Sin embargo, las ofertas de la empresa privada son poderosas, tanto que muchos experimentados empleados federales del Gobierno se han aliado con los contratistas bajo la promesa de ganar más y trabajar menos. La competencia es tan grande entre las entidades que ofrecen beneficios como coches de lujo y bonos de miles de dólares para hacerse con trabajadores que tengan las codiciadas habilitaciones de seguridad.

La CIA es el mejor ejemplo de cómo operan los contratistas privados. En Irak han reclutado espías, mientras que en Afganistán han pagado sobornos para obtener información privilegiada. Estas empresas han ayudado a raptar a un presunto extremista radical de las calles de Italia, a internar a detenidos en cárcEles secretas y a vigilar a los desertores escondidos en suburbios de Washington.

Bajo la administración de George W.Bush se fraguó esta amplia red de contratados con el visto bueno del Congreso que consideró que, de esta manera, se aligeraban los arduos procesos burocráticos de contratación de personal federal, se reducía el número de funcionarios y se ahorraba en costes, aunque esto último luego se ha comprobado que es incierto.

La investigación, fruto de dos años de trabajo de dos reporteros del diario norteamericano, se basa en cientos de entrevistas con altos cargos de inteligencia y el ejército, así como grabaciones y documentos público