Plácido Domingo, récord de aplausos en el Real con 25 minutos de ovación
- 6.000 personas escucharon su actuación dentro y fuera del Teatro Real
- "Hay que gritar patria y hay que gritar amor", aseguró el cantante
El tenor madrileño Plácido Domingo declaró exultante que "hay que gritar patria y hay que gritar amor" como reza su último gran éxito mundial, Simón Boccanegra, de Giuseppe Verdi, con el que arrancó al público madrileño una ovación récord de 25 minutos dentro y fuera del Teatro Real.
"Incluso el agua fresca es amarga para el hombre que reina", recita en Simón Boccanegra un Plácido Domingo que se mueve como pez en el agua incluso en el registro de barítono.
Hoy, su reinado en el mundo de la ópera "es muy dulce" reconocía resplandeciente, a pesar de que todavía lucía el maquillaje mortecino del fatídico final de su personaje.
6.000 espectadores
Dentro del coliseo madrileño, frente ese rey de la lírica, la Reina de España, Doña Sofía, en el palco real, en pie como el resto del público rendido ante el poder de Domingo. Fuera, y ante 6.000 personas, según fuentes del Teatro Real, el sol iba poco a poco escondiéndose ante el amanecer del que era el astro de la jornada.
Todo anoche tenía un tono épico, y pese a la fatalidad del drama de Antonio García Gutiérrez en el que se basaba el libreto de Francesco María Piave y Arrigo Boito que orquestó Verdi, sólo se pudo hablar de victoria.
Domingo, que ha sido comparsa de los éxitos deportivos del tenista Rafael Nadal en Wimbledon y de las selección española de fútbol en el mundial de Suráfrica, repitió henchido y esta vez refiriéndose a sí mismo aquello de "Campeones, campeones, oé oé oé".
Plácido y Boccanegra, un dúo de éxito
Él había ganado la batalla al cáncer de colon que le extirparon el pasado marzo y el reto de volver sin más dilación para afrontar, además, un rol de barítono con el que ha arrasado en las óperas de Milán, Berlín o Nueva York.
"Seguimos estando con la roja", espetó Domingo, que lucía el espectacular traje de terciopelo de este color, menos torero y más sangriento que de los deportistas, para encarnar al dux genovés que da nombre y tiñe de tragedia la composición que Verdi estrenó sin éxito en 1857.
Con los años, "Simón Boccanegra" se ha convertido en una de las perlas más estriadas de su repertorio y hoy puso el broche de oro, además, a una era especial para el Real: la que han dirigido Antonio Moral, en lo artístico, y Jesús López Cobos, en lo musical, y que ahora dan paso al belga Gerard Mortier.
"Que viva Simón, el elegido del pueblo", le cantaban a coro en la ópera. "Que viva el público madrileño", replicaba el hombre que siempre se mantuvo fiel a su ciudad, a la que, tres años después de corear "Mazurca de las sombrillas" de la zarzuela "Luisa Fernanda" desde ese mismo balcón, le dedicó el chotis de Agustín Lara "Madrid".
Ha batido el récord de aplausos en el Real
La presencia de la Reina, que llegó junto a su hermana Irene pocas horas después de haber asistido a la misa de Santiago de Compostela, fue la sorpresa positiva. La ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde y el ex alto representante de la Unión Europea para la Política Exterior y de Seguridad Común, Javier Solana, contribuyeron a dar más importancia si cabe al evento.
La sorpresa negativa fue la baja a última hora de la diva del lírico Angela Gheourghiu -cuyo inmenso talento es sólo comparable, al parecer, a su mal carácter-, pero fue sustituida con pericia por la albanesa Inva Mula, quien arrancó la primera ovación de la noche con su solo tras un prólogo netamente masculino.
Así, nada pudo empañar la gran noche. Domingo superaba en nueve minutos su propio récord de aplausos, alcanzado el día del estreno de Simón Boccanegra el pasado jueves, y que a su vez había destronado a Tristán e Isolda, que recibió un cuarto de hora de ovación.
"Gracias por el entusiasmo", dijo Domingo encaramado al balcón bajo la pantalla que, con sus dimensiones de 9 por 5 metros, había hecho accesible el espectáculo a aquellos que, bien por el precio, bien por la velocidad con la que se agotaron las entradas, no pudieron estar dentro.
Allí, el coro y la orquesta titulares del Teatro Real, la escenografía de sobria monumentalidad marmórea diseñada por Michael Scott y la iluminación de Wolfgang von Zoubek estuvieron a la altura de las circunstancias, igual que el resto del reparto vocal masculino: tanto Ferruccio Furlanetto como Marcello Giordani y Ángel Ódena no desaparecieron ante la templanza de un Plácido que revolucionó este domingo.