Álex de la Iglesia conquista a Quentin Tarantino

• Crónica íntima del estreno en la Mostra de Balada triste de trompeta
• Ben Affleck presenta su segundo film como director, The Town

El director español Álex de la Iglesia posa durante el pase gráfico de su película 'Balada triste de trompeta'

En una jornada de paraguas abiertos, lluvias que hacen bailar hasta las alfombras, después de haber dormido tres horas y media -por motivos de trabajo- y haber atendido a Ben Affleck, que presenta este miércoles, tan serio como siempre, su segunda incursión como director y también protagonista, The Town.

Ante una película seria y discreta como es él, una no sabe si estará en las mejores condiciones para "croniquear" lo mejor posible pero lo vamos a intentar.

La alegría invadió anoche Venice Days, la villa donde se dan cita los autores y de vez en cuando los que van de cocktail como nosotros. Se celebraba el enlace entre Álex de la Iglesia y el público que había asistido al estreno oficial de su nueva y esperada película Balada triste de trompeta, que ha resultado ser un cañón.

Aún se sigue hablando en los pasillos de este film que es como ir al circo. He perdido la cuenta de las veces que he cantado las virtudes de Raphael, que momentazo de la película el suyo.

La prensa italiana habla de delirio y filme de culto y destaca el trasfondo político de esta historia de amor fou llevado al extremo más absoluto.

Alex de la Iglesia, que ayer nos puso un nudo en el estómago hablando de una Guerra Civil que nunca debió existir, nos demostró que aunque es su película más adulta, no ha perdido la inocencia.

Reaccionamos con sorpresa, cuando comentamos que el amigo Tarantino, sin  cortarse ni un pelo, certificó con sus risas y carcajadas lo que le divirtió la película, un feeling que nosotros le auguramos, que conste en acta.

El director norteamericano disfrutó como un niño de esta tarantiniana película y regresó a su hotel con su sonrisa ensanchada.

Como siempre, envuelto en una nube de admiradores para los que nunca tiene un no, aunque sean las tantas y haya visto diez películas, como nos comentaba su compañero de jurado, el encantador guionista y director mexicano, Guillermo Arriaga.

Una pequeña Armada española en la Mostra

Paz Vega, en plan colega, apoyó el estreno con su presencia demostrando que ser madre no es un impedimento para lucir bellísima, aunque sólo hayan pasado veniticinco días desde que dio a luz a su tercer hijo.

Aquí también está causando sensación Carolina Bang, la bella de la película, que desafía al espacio aunque en Venecia no pudo evitar el vértigo del estreno.

A Antonio de la Torre le estábamos viendo en la RAI, en pantalla y en persona, y a Carlos Areces, que iba sacando fotos de recuerdo, le llovían los elogios hasta el punto de que la prensa italiana le coloca en la lista de premiables.

Fernando Guillén Cuervo, que también se ha desplazado hasta Venecia orgulloso de encabezar el prólogo de un filme que para el es puro rock and roll, comentaba los impresionantes photocalls de Venecia y Manuel Tallafe oxigenaba conversaciones.

En la delegación española, superfelices los Productores Gerardo Herrero y Mariela Suvievsky, que este año han recogido el Oscar, el Director General de cine Ignasi Guardans, entusiasmado como uno mas. Con su desenvoltura y energía, Eva Cebrián, implicadísima, Directora del Área de cine de TVE, arte y parte en el reparto.

Ya saliendo animamos a Piti Alonso, supercalifragilístico jefe de prensa, a que un día escriba el libro de su experiencia cinematográfica en el que cuente por ejemplo lo encantadora que es Juliette Binoche.

La velada inolvidable ya se la llevan los que se van. Si se cumplen las expectativas abiertas por la buena recepción del film, la balada final, aquí en Venecia, promete no ser nada triste. Si nos llevamos el León, después del éxito de la Roja por el que nos siguen felicitando los colegas de la prensa internacional, si que va a resultar que este año va a ser realmente 10.

Apuntaros que Balada triste de trompeta, si no hay cambios, se estrena en diciembre. Y Venecia sigue su endiablado ritmo.