La vida nómada de los temporeros gitanos rumanos, de pueblo en pueblo de España
- Unos 40 rumanos viven en un campamento en Villoria, Salamanca
- Trabajan en la recogida de patata, una labor que ya no quieren los españoles
- Este verano ha llegado a haber más de un centenar en otros pueblos cercanos
- La mendicidad agresiva que practican ha provocado malestar en la zona
- Los párrocos de Las Villas se encargan de subirles alimentos
Ver también: El 'problema' gitano explota en la cara de la Unión Europea
Un espejo atado con cuerdas a un árbol, con toalla y peine incluidos, hace de improvisado lavabo. Las mujeres preparan el pan de forma artesanal "como en Rumania" en una hoguera con leña, mientras los niños corretean y juegan con un pequeño cachorro. A lo lejos, un hombre espanta con una rama las moscas de los pescados que ha colocado en un arbusto para que se sequen.
En este improvisado campamento de temporeros en el monte de Villoria, un pueblo de apenas 1.500 habitantes de la provincia de Salamanca, conviven unos 40 gitanos rumanos sin agua corriente ni luz.
No han oído hablar de las expulsiones de Francia, impulsadas por el presidente galo, Nicolas Sarkozy, y mucho menos de la exigencia de la Unión Europea para que las "suspenda inmediatamente", algo que París ya ha dicho que no hará. Solamente aseguran que "ellos sí que trabajan".
Llegaron este verano para la recogida de la patata y acamparon al aire libre porque nadie les alquila casa.
Roberto, uno de los patriarcas, explica a rtve.es que ahora están trabajando en Cantalpino, un pueblo cercano. Tienen que llenar dos camiones al día. Les dan por cada uno entre 450 y 500 euros. Tocan a 60 euros por hombre al día.
Se lleva las manos a los riñones y se agacha como si estuviera cogiendo patatas "¡y así durante un kilómetro sin levantarte!", dice para enfatizar que se trata de un trabajo muy duro que ya no quieren hacer los españoles.
Roberto explica en un perfecto español que ha llegado a Salamanca desde Zamora. Lleva viniendo a España 11 años, pero siempre regresa a su país, donde por el mismo trabajo sólo se ganan 15 euros al día. Otras de las familias llevan un año en España. Cuando acaben en Salamanca volverán a Sevilla, de donde procedían, para la recogida de la aceituna.
El agua la traen en garrafas de una fuente cercana. "Si tengo que lavarme, mi mujer me echa el agua por encima y yo se la echo a ella", explica este patriarca.
Una de las mujeres señala que necesitan sobre todo leche, pañales para los niños y ropa para los más pequeños.
Los curas de la zona les dan alimentos
En el monte de Villoria ya sólo quedan estas 10 familias, pero en la comarca de Las Villas, ha llegado a haber asentamientos de más de un centenar de gitanos en otros pueblos, como Encinas de Abajo o Huerta, donde malvivían en condiciones infrahumanas.
Esta situación hizo que los párrocos de la zona con la intermediación del pope rumano de Salamanca, Floriam Dactu, decidieran intervenir para llevarles comida del Banco de Alimentos.
A los de Villoria, se encarga de llevarles algo de comida Alfonso "el Pindoque", que asegura que le mueve el ayudar a los demás, algo que tiene metido dentro desde que era pequeño por lo que vivió su familia tras la guerra civil. "Me tocó, no tanto como a ellos, pero me tocó pasar hambre".
Alfonso explica a rtve.es que no todo el mundo en el pueblo ve bien que esté ayudando a los rumanos porque, argumentan, que si no les subiera alimentos no estarían en el pueblo.
Algo de lo que discrepa Quintín García, que forma parte de la comunidad de dominicos que ha estado ayudando a estas personas este verano, y que niega el efecto llamada de la ayuda que les están prestando.
"Lo que les damos es absolutamente insuficiente para mantener a nadie. El problema de que vengan es la necesidad de sus países. Si aquí no hubiera demanda de trabajadores no vendrían".
Este dominico cree que la solución pasa por la implicación de todas las instituciones: "La gente ha intentado incluso echarles, saltándose todos los derechos humanos de la Unión Europea, como está pasando en Francia".
Tensión por la mendicidad agresiva
La presencia de los rumanos ha generado este verano tensión social en la zona en Villoria por la mendicidad agresiva que practican, sobre todo las mujeres que van pidiendo de puerta en puerta o a la salida de los supermercados.
Tanto, que hasta en una de las homilías de las misas dominicales de este verano, uno de los párracos recordó a los feligreses que los rumanos tenían los mismos derechos que cualquier persona y que había que ayudarles.
El alcalde de Villoria, Pedro Franco (PP), asegura que "la gente no les rechaza de plano si se portan bien y tienen trabajo, de lo que se cansan es de la costumbre que tienen de pedir".
Franco reconoce que es difícil que les alquilen viviendas porque la gente es reticente y añade que no ha habido ningún conflicto grave. Sólo algún incidente como el día que se llevaron la ropa usada que los vecinos habían dejado a la puerta para que la recogiera una organización. "Cogieron lo que les pareció y luego tiraron el resto, es su forma de vida". En el pueblo también se dice que roban en los huertos.
Fuentes de la Guardia Civil explican a rtve.es que este verano, tras recibir el aviso de que había "inquietud" por la presencia de rumanos en la zona, se procedió a su identificación.
Los rumanos que aún quedan en Villoria aseguran, sin embargo, que no han encontrado rechazo y que la gente se ha portado muy bien con ellos.
"Un colectivo que no quiere integrarse"
El pope rumano ortodoxo de Salamanca, Florian Dactu, niega que hayan existido "problemas de convivencia reales" este verano en la comarca de Las Villas, pero insiste en diferenciar entre la población rumana y los gitanos rumanos, que "acampan donde quieren y no quieren integrarse".
"Los rumanos son personas respetables" que en su opinión pagan por la mala fama de estos grupos.
Dactu explica a rtve.es que a él le llamaron para intervenir ante la llegada de rumanos a esta zona. "La última temporada han llegado más gitanos y se crean condiciones negativas".
El representante de la iglesia rumana en Salamanca, Zamora y Plasencia se muestra pesimista sobre la integración de este colectivo: "No hay camino. No veo ninguna solución. No tengo nada en contra de ellos, pero en Rumania también dan problemas".
Pero a la vez, Dactu recuerda que son también europeos y que "tiene derecho a vivir como cualquier ciudadano".