Ron Lalá pone 'Mundo y final' al Alcázar
Conocí a estos genios de la palabra bien dicha en el Teatro Alfil, uno de los espacios que más alegrías y buenos momentos suele dar en esto de la escena. Rosa Arroyo, la responsable de comunicación y prensa, me dijo: "Tienes que venir, además dirige Yayo Cáceres".
Poco más me hizo falta, lo de Yayo era garantía, ya que le había visto con la compañía L'Om Imprebís en sus trabajos de improvisación y en la fantástica Quijote, el mejor montaje que se hizo a partir de del texto de Cervantes y dos años antes de todos los fastos del cuarto centenario de la publicación de su primera parte.
Lo primero que vi de estos chicos fue Mi misterio del interior, en 2006, y salí con la idea de que el hecho de conocerse a uno mismo puede solucionar muchos problemas: para ello, no hay que recurrir a manuales de autoayuda, ya que puede bastar con mirar alrededor y observar nuestro rostro reflejado en el espejo.
Estos creadores que hacen gala de la fusión entre humor y música nos colocan un espejo en el que nos contemplamos como somos y, además, nos convence lo de reírnos de nosotros mismos.
Tras una larga gira por España y América regresan a Madrid, al Teatro Alcázar de jueves a domingo, con su segundo montaje, Mundo y final.
Ya lo pudimos disfrutar hace un par de años, pero siempre es un gusto pasar un rato con los miembros de una compañía que hace gala de la idea del trabajo en equipo a la hora de tomar referentes de la realidad y pasarlos por el tamiz de la coctelera de fórmulas escénicas como el cabaret, el clown, el café-teatro y el mimo.
A la mezcla, sumamos un dominio preciso del lenguaje, un más que correcto trabajo de interpretación, un engranaje preciso y unos textos sólidos. Ahí es nada.