Un Zinemaldia guerrillero
- La San Sebastián de Lana Turner da paso a un festival indie y rebelde
- La 58ª es la última edición con Mikel Olaciregi al frente de la organización
Quién ha visto este festival de San Sebastián y quién vea esta edición... No lo reconocerá, como un político de hace años dijo sobre la España en caso de que su partido ganara.
La San Sebastián de Lana Turner, la Donosti de Michael Douglas, el festival de dantzaris y de las grandes estrellas del firmamento de Sunset Boulevard ha dado paso a un festival indie, rebelde y que empuja con decisión y fuerza hacía la teoría y explicación del significado de las vanguardias cinematográficas de hoy.
Donde antes un espectador cinéfilo se llenaba de sonrojo por un Imanol Uribe que conseguía la segunda Concha de Oro con Bwana o El museo de Margareth, alcanzando cotas inimaginables o comparables a un ciclo de cine en Kathmandú (por favor, discúlpenme allá por Nepal), ahora este mismo festival ofrece una apertura con Suite Habana, un documental de Fernando Pérez, una autorización para que pudiera competir En construcción de José Luis Guerín...
“José María de Orbe, John Sayles o Agustí Villaronga mostrarán sus creaciones“
Y ya este año es el desembarco de la armada invencible en el chiquito puerto donostiarra: José María de Orbe, John Sayles, Victoria Galardi, Judith Colell, Jordi Cadena, Naomi Kawase, Oscar Aibar, Ben Hamer, Rodrigo Cortés, Pablo Trapero, Danis Tanovic, Laura Poltras, Lee Chang-dong, Daod Aulas-Syad, Raúl Ruiz, Agustí Villaronga, Michellangelo Frammmartino, Elena Trapé, Constantín Popescu, Fréderic Pelle, José Luis Guerín, Isaki Lacuesta y ciclos bajo este título agresivo y directo a la mandíbula: "Retrospectiva temática: nuevos caminos de la no ficción".
¿Qué?, más en el lenguaje de los no-nuevos tiempos no cabe.
San Sebastián no se duerme a la bartola
Este festival, una de dos, o se han vuelto locos y han entregado su cocina a un chef de Lyon que además de guisar en la nouvelle cuisine programa para Cahiers du Cinema o realmente ha entendido que la salida que tiene este festival de San Sebastián es precisamente con el que sueña un buen aficionado: un festival que proponga nuevos caminos narrativos, que descubra nuevos autores de un cine que sin dejar los caminos de la emoción, nos plantee la escritura de mil maneras diferentes.
Y ahí uno se queda mudo con el desparpajo de lo que hoy estos chicos rebeldes de cine hacen con los recursos, con los trazos, con las cámaras, con la pantalla y, sobre todo, con las ideas y los cuentos.
Bienvenido sea un festival de cine que no se duerme a la bartola, un festival que investiga, busca, se compromete y propone que quizá esto del cine, las comilonas, las niñas, los productores y el mercado está pasando a mejor vida (por soñar que no quede ni una sola intención) y que si el festival más importante de España abre el fuego de que esto es posible entonces los demás que aprieten a sus programadores y patronos y convoquen a la humildad, a la osadía y a la imaginación para competir con la guerrilla iniciada por San Sebastián.
El cine español -y hace varios años que desde El séptimo vicio lo venimos afirmando en debates de televisión, ateneos, foros y encuentros en la radio- es en la creatividad donde se propone, arriesga y se pasea por los festivales de medio mundo.
No ocurre lo mismo en otros circuitos cinematográficos donde se ningunea y se especula por despachos buscando subvenciones y fondos para ideas lejanas de la cinematografía.
Protegerse contra las rebeliones
“Aplaudamos esta línea donostiarra, por difícil, por arriesgada, por atrevida“
Aplaudamos esta línea donostiarra, por difícil, por arriesgada, por atrevida y por eso -que dicen algunos- por abrazarse a un cine español e internacional invisible, comprometido, honesto, periférico y rebelde.
¡Por Arrebato!, ¡por El espíritu de la colmena!, ¡por Furtivos! Y ¿con perdón- ¡por Octavia!
Se removerán en sus tumbas y quizá estén afilando cuchillos y elaborando motines por el Paseo de los Fueros, Plaza de la Trinidad o quizá en los sótanos del Kursaal, sin embargo, este es el festival donostiarra que debe hacerse, esta su línea y mucho más allá del resultado, del palmarés o de la joya de Zinemaldia.
El proyecto y el discurso es hacer visible a este puñado de autores, una generación endiabladamente madura a fuerza de ser joven.