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Julia. Mikel. Maragall

  • El  Festival de San Sebastián 2010 será recordado como el de la Roberts
  • Pero más posiblemente ha sido el de Maragall y el de Mikel Olaciregui
  • El sábado por la noche, "Informe Semanal" se fija en el Zinemaldia

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Informe Semanal - Un Festival con memoria

Cosas de la memoria. Las crónicas de esta edición del Festival de San Sebastián siempre reflejarán que éste fue el año de Julia Roberts. En realidad fueron las 24 horas de Julia Roberts.

Suficientes, eso sí, para recoger el Premio Donostia , darse dos baños de multitudes y recordar, agradecida, que "sólo es una chica de provincias que ha tenido mucha suerte".

La actriz estadounidense Julia Roberts ha recibido el Premio Donostia por toda su trayectoria cinematográfica del 58 Festival de Cine de San Sebastián de manos de Javier Bardem, horas después de presentar fuera de concurso su última película, en la que participa el actor español, "Come, reza, ama"

Una chica corriente que viaja con una corte de guardaespaldas y representantes que revisan con antelación todo lo que tiene programado, sacan el pliego de condiciones y advierten, por ejemplo, que a la actriz no se la puede fotografiar con planos cenitales, es decir desde arriba...

Este tipo de cosas, probablemente contribuyen a alimentar el mito y, de paso, a evitar tomas falsas que lo amenacen.

En la esquizofrenia permanente que vivimos en los festivales. Exigimos buenas películas. Pero, con la boca pequeña, lo que queremos es que el Festival nos de esa imagen que sirve para la portada del día siguiente; que nos resuelva el arranque del reportaje o que nos de ideas para la crónica acanallada.

Por eso son tan necesarias las celebrities y por eso nos conformamos con estar frente a ellas en los llamados junket, esos simulacros de entrevistas, con tiempo tasado que no excede de los diez minutos por periodista. Las preguntas suelen ser idénticas a las del que te ha precedido. Pero son las tuyas y ya puedes contarlo.

La conmoción por el documental de Carles Bosch

Entre tanta impostura y efectos especiales, se agradece lo verdadero. Y pocas cosas más auténticas que la lección de coraje que nos dieron Pasqual Maragall y su familia en Bicicleta, cuchara, manzana, el documental en el que Carles Bosch, -el de Balseros-se convierte en la sombra de un enfermo de alzhéimer.

Este martes es el día Mundial del Alzheimer. Lo padecen cerca de 650mil personas en España.

El domingo, una hora antes de la proyección, la familia de Maragall deambulaba por el hall del hotel María Cristina con aire nervioso. La imagen -todos iban elegantemente vestidos-, era más propia de una boda que de las vísperas de una proyección. Pero la procesión iba por dentro.

Sus hijos no podían disimular un rictus entre nervioso y emocionado y Diana Garrigosa, su corajuda mujer, vigilaba de cerca todos sus movimientos y lo mismo le retocaba la corbata que le atusaba el pelo.

Dos horas más tarde, el Kursaal en pleno aplaudía, entre lágrimas, un documental que no pretende contarnos la vida de quien fuera exitoso alcalde de Barcelona, sino concienciarnos sobre una plaga que, antes o después, nos tocará de cerca.

Al día siguiente pudimos acompañarles a la Fundación Matía, un centro ejemplar y pionero en la investigación sobre el envejecimiento y el alzhéimer. Maragall conserva tanta lucidez que cuesta pensar que estamos ante un enfermo.

Recordaba con satisfacción cómo dejaba atrás a Odón Elorza cuando subían en bici a Igueldo y, más que un enfermo consciente de su situación, parecía el médico que hace la visita.

Pero no: él y los suyos saben que la memoria se escapa. Y que por las rendijas del olvido, se van los recuerdos que conforman la vida. Por eso, por él y por los que vendrán, ha hecho de la lucha contra el alzhéimer su última batalla.

El testamento de Mikel Olaciregui

Para Mikel Olaciregui esta no es, ni mucho menos, su última batalla, pero sí su último Festival como director. Seguirá vinculado al certamen pero más ligero de equipaje. José Luís Rebordinos recogerá el testigo que durante una década ha llevado este donostiarra culto, tranquilo y cinéfilo hasta el tuétano.

Llevo años entrevistando a Mikel Olaciregui y nunca ha sido la misma entrevista. Con él no se trataba de un escueto junket. Olaciregui es generoso y nos reservaba el tiempo que, en mitad de la melé del Festival, no tenía.

El director del festival de cine de San Sebastián presenta la 58ª edición de la cita cinematográfica, última que dirigirá. Olaciregui explica por qué la alfombra es negra este año, cómo se trae a las estrellas y por qué se ha seleccionado las películas de esta edición.

Le hemos acompañado a comprar el pan; a pasear muy temprano con su perra ya desaparecida; le hemos visto estrechar muchas manos y hemos escuchado sus quejas prudentes y razonadas cuando veía que el Festival necesitaba más que un contable un ilusionista para que cuadraran las cuentas. Ha hecho, y bien, todos los deberes. Pero decidió que era el momento de irse, agotado y agradecido.

En la última entrevista como director con Informe Semanal , Olaciregui lo dice alto y claro, "si no se combate la piratería con leyes internacionales, ahora que una web puede estar alojada en cualquier sitio, vamos muy mal y como no se ataje rápido la piratería, la industria del cine corre un serio peligro".

Y dice más: alerta que ningún Festival puede hacer milagros y San Sebastián, por mucho que le vigile el santo de cerca, tampoco. Que el presupuesto de Donosti es menos de la mitad del siguiente gran festival de la misma categoría, y que los recursos son ya muy limitados. Pero esa batalla que él comenzó la continuarán otros.

Se va -aunque se queda- con el regusto de todo lo vivido junto a actores increíbles y directores de talento que un día conoció de cerca.