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Las tortugas bobas vuelven a nadar en Canarias

  • Un proyecto pretende reintroducir a las tortugas bobas en las islas Canarias
  • Antiguamente esta especie nidificaba en la zona, pero se extinguieron
  • En la naturaleza, de cada mil crías, sólo una llega a adulta, en cautividad, 100

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Una de las tortugas bobas emprende su camino hacia la playa
Una de las tortugas bobas emprende su camino hacia la playa

Caretta caretta

Al nacer las crías son negras, pero van adquiriendo tonos cremas al convertirse en adultas, cuando algunos ejemplares llegan a pesar más de 100 kilos. Está en peligro de extinción, porque ha sido cazada durante siglos por los humanos para alimentarse. Es la segunda especie más distribuida en todo el mundo, aunque sus lugares favoritos para aparearse son la isla Masirah (Omán) y Florida (Estados Unidos), donde acuden más de 10.000 ejemplares cada año.

La guardería de tortugas bobas de la playa de Cofete (Fuerteventura) vuelve a estar al completo. En la última semana han nacido más de 400 crías, gracias al proyecto de reintroducción de la especie en la isla, el único que se lleva a cabo en Europa.

El pasado mes de julio, los responsables de esta iniciativa trajeron nueve nidos desde la isla de Boa Vista (Cabo Verde), en los que había un total de 726 huevos, recogidos por el equipo científico del Instituto Canario de Ciencias Marinas.

Hasta el momento han eclosionado más de 300, "pero esperamos que esa cifra llegue, por lo menos, a los 500 nacimientos", señala a RTVE.es Ana Liria, la bióloga del proyecto 'Ampliación del Habitat reproductor de la tortuga boba (Caretta caretta) en la Macaronesia'.

Tasa de nacimiento desigual

La media de nacimientos de estas tortugas en cautividad supera el 80%. Una cifra que duplica la que se produce en el hábitat natural, donde el número de huevos que eclosionan de cada nido, y en las mejores playas, se queda entre el 30 y el 50%.

De cada mil tortugas sólo una llega a adulta, en cautividad 100

"De cada mil tortugas sólo una llega a adulta, en cambio, en cautividad, lo consigue una de cada diez", apunta la bióloga. Todo porque las tortugas, nada más nacer, son muy pequeñas, tienen el caparazón blando, y muchos depredadores se aprovechan de su debilidad.

"Aquí, en las guarderías, las criamos durante un año. Su tamaño es mucho mayor, el caparazón se endurece y disminuye el número de animales que las pueden atacar", reconoce Liria.

'Microchips' para identificarlas

Cuando cumplen un año, todas las crías se sueltan al mar "con microchip, para que estén identificadas por si vuelven algún día", apunta la bióloga, porque es la única forma de reconocerlas si deciden volver.

Antiguamente nidificaban en estas playas, pero dejaron de hacerlo hace tiempo, porque "los autóctonos se comían los huevos, la carne de los ejemplares adultos y usaban su sangre para diferentes fines", reconoce Liria.

Ése es uno de los objetivos principales del proyecto, puesto en marcha de forma experimental desde hace cinco años, en 2006. Reintroducir la especie en la zona, pero sobre todo difundirlo como una herramienta de sensibilización medioambiental, para que las tortugas bobas vuelvan a Canarias.