Enlaces accesibilidad

Alarma ante la posibilidad de que se desate una guerra de divisas mundial

  • La devaluación de la moneda permite hacer competitivas las exportaciones
  • Países como Japón han realizado movimientos para mantenerlas bajas
  • El FMI, el Banco Mundial y el BCE han alertado de los riesgos de esa volatilidad

Por
El FMI y el BCE advierten sobre los peligros de una guerra de divisas

La posibilidad de que la crisis desencadene una guerra de divisas mundial ha encendido la alarma en las autoridades monetarias y financieras internacionales, que este jueves han advertido de los riesgos que supone para la recuperación económica la elevada volatilidad de los tipos de cambio de las monedas.

La advertencia se ha oído, prácticamente al unísono, en Fráncfort, de boca del presidente del Banco Central Europeo, Jean Claude Trichet, que ha señalado "las implicaciones negativas" de las variaciones bruscas en los tipos de cambio, y en Washington, donde los directores del Banco Mundial, Robert Zoellick, y del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Khan, han llamado a actuar de forma coordinada.

Zoellick y Strauss-Khan tendrán la oportunidad de trasladar esas preocupaciones a los gobernadores de los bancos centrales y a los ministros de Finanzas de todo el mundo que, durante este fin de semana, se reúnen en Washington con motivo de la cumbre de otoño FMI-Banco Mundial, a la que asistirá, entre otros, la vicepresidenta económica española, Elena Salgado.

Sin embargo, la ralentización de la recuperación económica se está convirtiendo en un poderoso incentivo para que cada país procure mantener su moneda relativamente devaluada, ya que permite ser más competitivos al abaratar las exportaciones.

Maniobras devaluadoras

En definitiva, se trata de vender más productos en el extranjero, una vez parece superado el temor de que la crisis provocará -como ocurrió tras el crack del 29- un repunte del proteccionismo. Hay consenso en que gran parte de la solución pasa por impulsar el comercio internacional, pero ese impulso necesita un sistema de tipos de cambio estable para ser efectivo.

En las últimas semanas, en cambio, varios países han actuado sobre la cotización de sus monedas, de forma más o menos encubierta. Así, el Banco de Japón intervino por primera vez en seis años para rebajar el yen, cuya revalorización ponía en serio riesgo las ventas de las empresas niponas, volcadas en la exportación.

Otros países, como Brasil, Suiza o Reino Unido, han aplicado medidas equivalentes, de forma directa o encubierta. China, por su parte, mantiene artificialmente bajo el yuan desde hace años y sólo en los últimos meses a accedido a una flexibilización gradual de su cotización, pese a las reiteradas presiones de Europa y de Estados Unidos.

Los dos principales bloques económicos no son ajenos a estos movimientos, ya que el dólar ha caído un 15% respecto al euro desde junio, pese a que persiste la crisis de deuda en la zona económica de la moneda única, que en primavera se había desinflado hasta rozar los 1,20 dólares, su nivel más bajo en años; ahora, el euro vuelve a estar casi a 1,40 dólares. También el yen, el dólar australiano o las monedas del sureste asiático marcan máximos frente al billete verde.

Preocupación mundial

En este sentido, la Comisión Europea ha mostrado este mismo jueves su inquietud, asegurando que el euro "soporta una parte desproporcionada del ajuste de los tipos de cambio en el mundo, lo que podría afectar a la recuperación económica, a las exportaciones". En concreto, a Alemania, la economía más pujante de Europa y principal país exportador del mundo junto a China.

Las devaluaciones forzadas no sólo distorsionan la competencia, sino que provocan una considerable inestabilidad en los agentes económicos -las variaciones de las divisas impiden que los proveedores fijen un precio exacto a sus compradores en el exterior- y a los inversores; de hecho, el oro marca récord estos días como valor refugio ante las caídas y oscilaciones de la monedas.

El tipo de cambio debería reflejar los fundamentales económicos

Ante esta situación, no se han hecho esperar las advertencias. "Creo que el tipo de cambio debería reflejar los fundamentales económicos", ha subrayado Trichet tras la última reunión del consejo de gobierno del BCE, que, de momento, intenta no entrar en la guerra y mantiene sus tipos en el 1%.

"La excesiva volatilidad y los movimientos desordenados conllevan implicaciones negativas para la estabilidad económica y financiera", ha comentado, añadiendo que no duda de la buena voluntad de la Reserva Federal: "Un dólar fuerte va en interés de Estados Unidos".

Llamada a la coordinación

Strauss-Khan ha sido mucho más explícito: "Sería justo decir que muchos [países] consideran la divisa como un arman y eso no es bueno para la economía global", ha dicho, para añadir que todo el mundo "tiene que tener en cuenta el mantra de que no hay soluciones nacionales a un crisis global".

Junto a él, Zoellick ha insistido en la necesidad de coordinación: "En un mundo cada vez más interconectado necesitamos ser conscientes de los efectos negativos de la políticas sobre los demás y actuar por tanto de forma coordinada".

De hecho, los tres han coincidido en que, más que actuar, hay que dejar que las divises fluctúen con libertad de forma que los tipos de cambio se ajusten para representar realmente el valor de lo que se puede comprar en el extranjero.

En los próximos dos días, tendrán a su disposición a las principales autoridades económicas del mundo para intentar convencerles y apaciguar la guerra antes de que sea realmente cruenta.