El único premio que se le resistió a Vargas Llosa
- El premio Nobel coqueteó con la política desde los años 60
- Pasó del comunismo al liberalismo, que ha abanderado hasta ahora
- Ha criticado a Chávez y a Uribe, a Castro y a Bush
- Su aventura política en Perú fue uno de sus mayores fracasos
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En una cárcel de Lima, donde le esperan aún años y años por delante, Alberto Fujimori se habrá podido consolar por primera vez en muchos días con un pensamiento autocomplaciente: Al menos gané por goleada a un Premio Nobel.
Fujimori, como los hermanos Castro, Hugo Chávez, el actual presidente de Perú, Alan García, pero también la derecha israelí o el ex presidente de EE.UU., George W. Bush, ha sido durante años fustigado por la mejor arma de Mario Vargas Llosa: su palabra escrita.
Y, sin embargo, el ex presidente peruano representa para el hoy premio Nobel algo muy distinto: es la viva imagen de la pesadilla que supone pasar al otro lado, abandonar la valoración intelectual y las tribunas de los periódicos para tratar de una vez por todas de cambiar el destino de su país e incluso el de su continente.
La oportunidad perdida
En un escenario de crisis económica galopante, Vargas Llosa se presentó liderando una coalición de centro-derecha, que propugaba salidas ortodoxas y liberales a la situación catastrófica del país, hundido en la hiperinflación por el entonces presidente Alan García, luego reconvertido al liberalismo con el paradójico apoyo del premio Nobel.
Pero entonces, un personaje que conectaba con el pueblo, salido de ninguna partem con un discurso pegadizo y una imagen novedosa -de origen japonés frente a un representante de la clase acomodada peruana de toda la vida- le barrió hasta el punto de que terminó abandonando la campaña antes de la segunda vuelta.
Poco después pediría la nacionalidad española en un movimiento que muchos de los ciudadanos de su país tildaron de antipatriótico.
"No es esto algo que me quite el sueño. Y, tal vez, ser tan poco popular me facilitará poder dedicar en adelante todo mi tiempo y mi energía a escribir, algo para lo que confío ser menos inepto que para la indeseable pero imprescindible política", señalaba Vargas Llosa en su libro El pez en el agua, donde desnudaba sus arrepentimientos por haberse metido en política.
Sin embargo, se podría decir que Vargas Llosa nunca ha dejado de estar metido en política: en los 60 como prominente marxista-comunista al igual que buena parte de los miembros de la generación del boom latinoamericano, luego como crítico del comunismo y su lado totalitario y finalmente como defensor del pensamiento liberal, aunque siempre contra la injusticia.
Trayecto intelectual
Los primeros devaneos con la política llegaron con sus simpatías por el régimen castrista y por la revolución marxista en toda latinoamérica. En esos años, la imagen en la que se mira el joven escritor peruano es la de otro premio Nobel, Jean-Paul Sartre, y su doctrina sobre el compromiso del escritor.
En el año 71, Vargas Llosa oficializa su ruptura con la cuba castrista en una carta firmada junto a otros intelectuales y dirigida a Fidel Castro, en la que con "vergüenza" y "cólera" expresa su rechazo por la deriva de un régimen que tanto había elogiado anteriormente.
Para mediados de los 70, el antiguo comunista se ha convertido al rechazo de las dictaduras y los totalitarismos en general y de las comunistas en particular, tomando como referencia a otro premio Nobel, Albert Camus.
"Solo un hombre venido de lejos, desenterado de las modas, impermeable al cinismo y las grandes servidumbres de la ciudad, hubiera podido defender, como lo hizo Camus, en pleno apogeo de los sistemas, la tesis de que las ideologías conducen irremisiblemente a la esclavitud y al crimen, a sostener que la moral es una instancia superior a la que debe someterse la política y a romper lanzas por (...) la libertad y la belleza", elogia al escritor francés en su obra Contra viento y marea.
Más allá de derechas e izquierdas, Vargas Llosa mantendrá ese espíritu de Camus hasta la actualidad, con un interés constante en los cambios que ocurren en el mundo y en Latinoamérica y denunciando tanto los comportamientos de sus antiguos compañeros comunistas como los excesos de autoritarismo en dirigentes y pueblos con el aura liberal, como Israel, Estados Unidos o líderes como el colombiano Álvaro Uribe.
Tras su fracaso electoral, el premio Nobel siguió siendo la voz de la conciencia de su pueblo, denunciando un Gobierno que pronto se reveló como corrupto y brutal y que acabó con la abrupta caída de Fujimori y de su siniestra mano derecha, Vladimiro Montesinos.
Compromiso con Perú
Desde entonces, Vargas Llosa ha apoyado los gobiernos de Alejandro Toledo e incluso el de la segunda etapa de Alan García, con el que decidió colaborar como presidente de la comisión que honrará a las víctimas del terrorismo y el contraterrorismo en el país entre 1980 y 2000.
Sin embargo, en septiembre el escritor anunció su dimisión por la decisión del gobierno de absolver a ciertos militares acusados de crímenes contra la humanidad.
"Mario Vargas Llosa no tiene tanto poder para...", respondía García que, finalmente, acabaría dando marcha atrás.
Y es que el escritor nunca ha parado de decir sus opiniones, le molestasen a quien les molestasen: contra Chávez por dañar la democracia, contra Uribe por querer perpetuarse en el poder, contra Israel por someter a los palestinos a una situación insostenible, contra Estados Unidos por la Guerra de Irak.
Por eso, a la sonrisa de Fujimori, Vargas Llosa podría aplicarle las palabras que usó cuando decidió optar por Camus frente a Sartre:
"Las razones de la Historia son siempre las de la eficacia, la acción y la razón. Pero el hombre es eso y algo más: contemplación, sinrazón, pasión. Las utopías revolucionarias han causado tanto sufrimiento porque lo olvidaron..".