¿Cómo calientan las cocinas de inducción?
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PREGUNTA: Me he comprado una cocina de inducción. En realidad no sé cómo funciona. Si no funciona con electricidad ni con gas, ¿cómo calienta? MARIA JESÚS.
Desde hace unos cinco años las cocinas que funcionan por inducción se han puesto de moda y están desplazado a la vitrocerámica tradicional y al fogón. Calientan de forma instantánea con solo pulsar un botón. No hacen ruido ni se manchan. Parece cosa de magia. No es ni mucho menos así. Funcionan con campos magnéticos.
Para calentar aprovechan una propiedad básica del electromagnetismo enunciada por el científico británico Michael Faraday en el siglo XIX: un campo magnético induce una corriente eléctrica.
Así, la cocina de inducción genera un campo magnético con una bobina situada bajo la placa donde se apoya el cacharro. Al poner una olla encima comienza a circular una corriente eléctrica en ella (en el material del que está hecha), que a su vez, genera calor. De esta forma, la olla y todo lo que haya en su interior se calienta.
Inmediatez de respuesta
Una de las características más sorprendentes de las cocinas de inducción es su inmediatez. Cuando se enciende al activar el mando, el calor se genera de manera instantánea. Así que el tiempo necesario para la cocción es menor al de otras cocinas y, por lo tanto, su consumo de energía es menor.
Otra ventaja muy interesante es que sólo se calienta la olla y no la superficie sobre la que está apoyada porque ésta no es metálica. El foco está frío cuando está encendido. De esta manera, no es necesario esperar demasiado para que se enfríe después de cocinar para limpiarlo. Y para ello basta con pasar un paño húmedo.
Para el buen funcionamiento de estas cocinas son imprescindibles cacharros especiales. Deben ser de un material ferromagnético, es decir, aquellos a
los que se pegan los imanes, como el acero o el hierro. No sirven, por ejemplo, las cazuelas de aluminio o de barro. Además, el fondo debe ser plano, liso y grueso.
Estas cocinas son el doble de caras que las de vitrocerámica tradicional. Sin embargo, las ventajas a largo plazo son sustanciales puesto que gastan menos electricidad, calientan casi el doble de rápido, son más fáciles de limpiar y más seguras porque no queman.