'Derecho de suelo', una denuncia contra el colonialismo moderno
- Narra la vida en la isla de Mayotte, una colonia francesa
- Fue nominado a mejor álbum en el Salón de Angouleme
Que en pleno siglo 21 siga existiendo el colonialismo es una vergüenza, pero que los que siguen practicándolo sean algunos de los países supuestamente más liberales del mundo no tiene nombre. Es el caso de Francia con Mayotte, una de las cuatro islas que forma el archipiélago de las Comores, situado en el Canal de Mozambique entre Madagascar y África. Las otras 3 islas forman parte de la República independiente de las Comores, pero Mayotte sigue siendo francesa.
Allí llegó en 2004 Charles Masson, un Otorrinolaringólogo especializado en cáncer de garganta y uno de los autores de cómic más viscerales de los últimos años. Enseguida se enamoró de la isla y pensó escribir un cómic optimista sobre sus gentes, ya que el archipiélago vivía una situación muy especial.
“La gente circulaba libremente de isla en isla y las fuerzas del orden eran benévolas. Más de la mitad de la población era clandestina y trabajaba y se integraba tranquilamente, con acceso gratuito a la sanidad y la escuela francesas. Dar a luz en la colonia francesa era un sueño para muchas madres y una esperanza de futuro para sus hijos”, asegura Masson (Ya que por la ley de Derecho de suelo eran ciudadanos franceses)
El final del sueño
Pero en el 2005 algo cambió, como nos cuenta Charles Masson en el prólogo del libro: “Las fuerzas del orden se endurecieron por razones políticas siguiendo el giro a la derecha que tomaba el gobierno francés con Sarkozy como Ministro del Interior. Y se produjeron transportes masivos hacia la frontera para alcanzar la cuota de expulsiones fijada. Se organizó una verdadera caza al ilegal. Una parte de esos clandestinos paso de la pobreza a la miseria y el hambre. Un día, una madre me contó la escena del pequeño Brice, un ilegal, un indeseable, un sin papeles, un invisible”
Esa terrible historia, que el autor cuenta en las cuatro páginas finales del libro, es la columna vertebral de Derecho de suelo (Diábolo ediciones) un relato terrible sobre una isla que, como tantas otras, esconde el infierno tras su aparente belleza. Donde los sin papeles no tienen derecho a residir ni a trabajar, lo que elimina cualquier posibilidad de supervivencia y les arroja al crimen y a la prostitución.
El autor asegura que este libro “surge de la ira, de la impotencia ante una situación insostenible”. Y esa pasión queda reflejada en cada una de sus páginas, Masson recopila los testimonios de la gente de las islas y sus propias experiencias para articular un relato sobre la injusticia y las desigualdades sociales, que quedan reflejadas en el contraste entre los personajes franceses, algunos excepcionales, la mayoría miserables, y los autóctonos, que tienen que hacer lo que sea necesario para sobrevivir, aunque eso incluya vender su dignidad.
10 euros por ir al hospital, 5 por sexo
Relata las injusticias consentidas o perpetradas directamente por las autoridades de la isla y cómo nos escondemos tras nuestra condición de seres civilizados para aprovecharnos de los más desfavorecidos. Y el miedo al extranjero.
El autor pone un ejemplo terrible, tras la nueva política y la implantación de la seguridad social, los enfermos tenían que pagar 10 euros para ir al hospital mientras que alguans jóvenes estaban dispuestas a practicar sexo oral por cinco.
Masson ya se había puesto de parte de los indigentes en su anterior obra Sopa fría (Diábolo Ediciones), en la que nos contaba la lucha por la supervivencia de un sin techo. Y con Derecho de suelo, nominada a mejor álbum del año en Angouleme 2010 se confirma como uno de los autores más interesantes, viscerales y sinceros del panorama actual.
Un autor apasionado y apasionante
Masson ha empleado ocho meses para dibujar el libro en el que se observa una evolución notable en su estilo desde su primera obra. No es un dibujante excepcional pero su dedicación y esfuerzo le sitúan muy por encima de muchas pretendidas estrellas del cómic que solo llenan sus páginas de posturitas.
Por ejemplo, en una historia que transcurre en una isla paradisíaca, como esta, cualquier otro autor habría dibujado paisajes y playas espectaculares, pero Masson se centra sobre todo en los personajes, casi siempre en primeros planos o medios, porque lo que le interesa es mostrarnos su reacciones. Y lo consigue a base de trazos gruesos, enérgicos, con los que libera la rabia acumulada, como si se tratase de un exorcismo.
Acabamos con unas palabras del autor: “Me gustaría que no fuese un libro que se guarde en una estantería, pásalo. El objetivo no es recordar, sino ser activo. El mundo se construye cada mañana cuando nos levantamos. Por eso hay que cambiarlo un poquito todos los días para que funcione bien”.