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Los republicanos preparan la 'tijera' contra Obama

  • Dos años de parálisis legislativa pueden ser fatales para la economía
  • Los líderes republicanos del Congreso y el Senado se niegan a cualquier pacto
  • El recorte del déficit y revocar la reforma sanitaria, entre sus prioridades
  • La ley migratoria o la reducción de emisiones quedarán en nada 

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"Esperamos que el presidente Obama respete ahora la voluntad popular, cambie el rumbo y se comprometa a hacer los cambios que la gente reclama. En la medida en que esté dispuesto a esto, nosotros estaremos dispuestos a colaborar con él".

Con estas palabras el potencial nuevo Speaker de la Cámara de Representantes y líder de la nueva mayoría republicana, Joh Boehner, dejaba la puerta entreabierta al diálogo con la Casa Blanca tras tras  la victoria republicana en las legislativas de este martes.

Sin embargo, detrás de las lágrimas y sus proclamas sobre el sueño americano, Boehner ya ha anunciado durante la campaña junto a sus compañeros republicanos cuál es su espíritu para los dos próximos años: "Éste no es un momento de acuerdos".

Sin acuerdos

Si a la Casa Blanca no le había quedado lo suficientemente claro, lo ha  repetido su número tres en la Cámara de Representantes, Hugh Hewitt:   “No habrá acuerdo en rechazar el ‘Obamacare’. No habrá acuerdo en parar a  los demócratas en hacer crecer el Gobierno y aumentar impuestos. Y, si  no he sido lo suficientemente claro déjeme decirlo otra vez: No habrá  acuerdos”.

Más claro aún ha sido el líder de la que seguirá siendo minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell: “Nuestro principal objetivo es que Obama sea un presidente de un  solo mandato”.

El resultado es tan conocido que tiene su propia expresión en inglés, 'gridlock' o, lo que es lo mismo, parálisis ante el enfrentamiento entre el legislativo y el ejecutivo.

El problema es que el momento en el que se produce no puede ser más inoportuno, al menos desde el punto de vista económico, tal y como denunciaba en un artículo del pasado viernes en The New York Times titulado significativamente Divided we fail (Divididos fracasamos).

"Esto va a ser terrible. De hecho, futuros historiadores mirarán probablemente a las elecciones de 2010 como una catástrofe para Estados Unidos, una catástrofe que condenó al país a años de caos político y debilidad económica", señalaba apocalíptico.

La presión del Tea Party

Esta parálisis está cimentada en la propia división dentro del Partido Republicano, que no cuenta con un líder claro que pueda hacer frente a las tentaciones ultra de los entre 30 y 40 representantes del tea Party que se espera que entren en el Capitolio.

El espíritu anti-establishment puede hacer que cualquier tímido intento republicano por llegar a acuerdos se quede en nada. Para ver cuál es el espíritu de los nuevos republicanos solo hay que escuchar a Ken Buck, candidato al Senado por Colorado.

“Los republicanos tienen tanta culpa como los demócratas del desastre en el que estamos metidos. Estamos tan cansados del ‘establishment’. Los demócratas no son nuestros enemigos, son los republicanos que vuelven y gastan más porque quieren ser reelegidos, porque quieren traer bienes a su estado”, ha diagnosticado.

Y es que el ‘Tea Party’ ha convertido los ajustes presupuestarios y  el empequeñecimiento del estado en una cuestión casi moral, tanto que han marcado la ‘hoja de ruta’ republicana, trazada en su programa ‘Pledge to America’, presentado por John Boehner como “la agenda de lo que el pueblo americano quiere ahora mismo”.

Objetivo 1: El déficit

¿Y qué es lo que quiere? Pues, al parecer, lo mismo que han hecho los Gobiernos europeos: recortes muy  importantes de gasto -se habla de hasta 100.000 millones de dólares- acompañados de menos impuestos y menor presencia del Estado en la economía.

Lo cierto es que, para lograr estos recortes no hay nada mejor que tener el control de la Cámara baja, donde sus poderosos comités deciden la agenda legislativa y, sobre todo, si quieren o no financiar programas federales.

El programa republicano contempla que se vuelva al gasto de 2008, es decir, anterior a la crisis financiera, lo que supondría el mencionado recorte de 100.000 millones de dólares.

Obama no lo tendrá fácil para vetar esta propuesta, dado que el déficit ronda el 10% y él mismo había propuesto crear una mesa de trabajo para ver cómo se puede empezar a meter la tijera en el gasto.

El problema es que la diferencia de fondo con los republicanos es profundamente ideológica. Obama, al contrario que sus colegas europeos, es partidario de mantener los estímulos aún para no matar el débil crecimiento económico.

De hecho, hace unos meses anunció un segundo paquete de estímulo, esta vez con la ayuda privada y centrado en la construcción de infraestructuras.

El propio Krugman, defensor de las tesis de Obama e incluso de ir más allá, lo resumía así:  “Si los republicanos vencen tendremos lo peor de ambos mundos: se negarán a hacer nada para impulsar la economía ahora, asegurando estar preocupados por el déficit mientras simultáneamente aumentan los déficit a largo plazo con recortes de impuestos irresponsables”.

El premio Nobel se refiere a los recortes de impuestos de la era Bush que expiran este año y que los demócratas quieren reducir a las familias que cobren menos de 250.000 dólares al año, algo a lo que los republicanos se niegan, ya que quieren que estos recortes sean para todos y permanentes.

Este tema precisamente será una de las primera pruebas para ver cuál es el ánimo real de los republicanos respecto a la Administración Obama más allá de la campaña y, en el otro lado, también desvelará hasta qué punto el inquilino de la Casa Blanca está a favor de ceder en sus principios para lograr acuerdos de mínimos.

Objetivo 2: Enmendar -e investigar- lo realizado

Pero los republicanos no se conformarán con el recorte. Desean dar la vuelta a las iniciativas legislativas desarrolladas por Obama y tienen en mente sus dos grandes proyectos: la reforma sanitaria y la reforma financiera.

El primer punto del ’Pledge to America’ es la revocación de la reforma sanitaria por soluciones de “sentido común” que supongan un menor coste al contribuyente.

El problema es que la revocación de la ley es muy difícil, ya que necesita el acuerdo del Senado, que quedará en manos de los demócratas.

Así, las opciones se limitan a vaciar de contenido desde dentro cortando el grifo a la financiación de programas federales como Medicare, aunque medidas de ese tipo también podrían ser vetadas por el presidente.

En el caso de la reforma financiera lo tienen más fácil, porque los republicanos pretenden eliminar cualquier fondo para la nueva agencia de consumo que Obama considera esencial en su reforma de Wall Street.

Más aún, el ánimo revanchista de los republicanos puede llevar a la apertura de innumerables procesos de investigación contra la Administración Obama por las medidas tomadas.

El comité de Revisión y Reforma Gubernamental podría quedar en manos del congresista republicano Darrell Issa, que ya ha definitivo a Obama como el “fastidio en jefe” y tiene como primeros objetivos el gasto de los planes de rescate del Gobierno, la revisión del multimillonario plan de estímulo e incluso los problemas de los gigantes inmobiliarios Fannie Mae y Freddie Mac.

“Si los republicanos toman el control de una o de ambas cámaras, estoy seguro de que harán una tonelada de investigaciones”, ha asegurado al USA Today John Podesta, ex asesor de Clinton, que tuvo que ver a su jefe sufrir una y otra vez este tipo de procesos.

Objetivo 3: Bloquear la agenda progresista de Obama

Una meta mucho más viable para los republicanos -y que tendrá consecuencias en todo el mundo- es la de bloquear los grandes proyectos legislativos pendientes de la Administración Obama, entre los que destacan una nueva ley de inmigración reclamada por los latinos y el límite a las emisiones de gases de efecto invernadero,  esencial para cualquier acuerdo internacional que pretenda sustituir a Kyoto.

La conocida como ley ‘cap-and-trade’ fue uno de los compromisos más innovadores de Obama respecto a Bush, aceptando por primera vez que Estados Unidos debía reducir sus emisiones para evitar el cambio climático.

Sin embargo, la ley quedó en segundo plano frente a la reforma financiera y la sanitaria así que, aunque el Congreso demócrata le dio su visto bueno, se quedó estancada en el Senado…y probablemente de ahí no salga.

Los republicanos están en contra de cualquier medida de control de emisiones, más aún,  tienen entre sus nuevos miembros del ‘Tea Party’ un puñado de negacionistas del cambio climático.

Por el contrario, están dispuestos a dar un nuevo impulso a la energía nuclear y a la exploración petrolífera en los océanos pese a la catástrofe de BP, resaltando la importancia de la independencia energética.

Además, el nuevo impulso a la ley de inmigración reclamado por Obama -al que los latinos acusan de incumplir sus promesas- se quedará en nada ante unos republicanos que siempre han sido reacios a tratar esta cuestión y más ahora, poseídos por el ‘espíritu’ de la ley de Arizona.

Por último, otro debate estancado en el Senado es la revocación de la ley que prohíbe a los gays manifestar su opción sexual en el ejército.

El congreso aprobó la prohibición pero ésta sigue estancada en el Senado, de donde tampoco saldrá previsiblemente, pese a que un tribunal federal ya ha tumbado la ley por inconstitucional.

Así las cosas, el panorama para los votantes progresistas descontentos con Obama no puede ser más desesperanzador: más recortes sociales, menos medio ambiente y derechos a las minorías y más crispación política.

A ellos probablemente les dirigía Krugman su último y tenebroso consejo: “Tener miedo. Tener mucho miedo”.