El Obama 2.0 se mira en el espejo del viejo Clinton
- La estrategia de pactar con los republicanos salvó la Presidencia de Clinton
- Obama carece de su pragmatismo y los republicanos no están por la labor
- El enfrentamiento abierto puede ayudarle a movilizar a sus bases demócratas
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Barack Obama, 2010, poco antes de perder la mayoría en el Congreso tras dos años en la Casa Blanca: “Depende de vosotros recordar que esta elección supone escoger. Escoger entre el pasado y el futuro, entre la esperanza y el miedo, entre caer en el pasado o moverse hacia el futuro. No sé vosotros pero yo quiero moverme hacia adelante, no quiero ir hacia atrás”.
Bill Clinton, 1994, al sufrir exactamente la misma experiencia: “Señoras y señores, estas elecciones en toda América representan escoger, escoger entre la esperanza y el miedo…entre ir hacia adelante o ir hacia atrás. Yo creo que sé la respuesta a eso. Quiero seguir yendo hacia adelante”.
Aún no está del todo claro si fue la misma persona la que les escribió los discursos, pero lo que es evidente que ninguno de ellos tuvo efecto alguno entre los electores estadounidenses, que en el caso de Clinton le dieron la mayor derrota en unas legislativas para los demócratas en 50 años...y a Obama la mayor en 65.
Las dos citas han sido rescatadas por el periodista del Washington Post Dana Milbank, que incluso ve otro paralelismo sorprendente en la agenda que ambos presidentes tuvieron tras el varapalo en las urnas.
Clinton también trató de curar sus heridas en un viaje asiático que incluyó Indonesia; al igual que ocurre con Obama, que viajará a la tierra en la que una vez vivió con su madre y su padrastro con el amargo sabor de la derrota.
Regreso al pasado
Resultaría paradójico que el presidente del cambio, que quería enterrar el pasado y abrir un nuevo futuro, el que se enfrentó a los Clinton para hacerse con el dominio de la base demócrata, se disfrazase del ex presidente -mucho más popular que él y que ha estado haciendo campaña para evitar que los demócratas perdiesen el Senado- y le tenga como un modelo a seguir.
Clinton se enfrentó en un principio a un Congreso republicano hostil, que incluso forzó un ‘cierre’ del Gobierno en 1994 cortándole buena parte de los fondos.
Sin embargo, el ex presidente mostró entonces la talla política que le sigue haciendo ser uno de los que mejor ha sintonizado con el americano medio.
Adoptó la que se denominó estrategia de triangulación, que consistía en colocar al presidente en una especie de situación intermedia entre los demócratas del Congreso, a su izquierda, y los republicanos a su derecha, haciendo incluso concesiones a estos últimos aún a sabiendas que estaba provocando a su propia base.
Así, Clinton engatusó al líder del Congreso republicano por aquel entonces, Newt Gringrich, para cerrar acuerdos sobre la reforma del Estado de Bienestar y mantuvo una relación fluida con el líder de la mayoría republicana en el Senado, Bob Dole, al que derrotaría como candidato republicano en las elecciones de 1996.
“La victoria republicana en 1994 salvó la Presidencia Clinton porque le liberó del ala liberal de su partido y le permitió ser más listo y flexible, algo en lo que es brillante, y forzó a los republicanos a desarrollar una filosofía de Gobierno”, ha asegurado a The New York Times Steven M. Gillon, profesor de la Universidad de Oklahoma y autor del libro El pacto, que relata la experiencia del pacto entre Clinton y Gingrich.
Así, Clinton fue capaz de cerrar pequeños acuerdos con los republicanos en temas como la educación o la energía, asuntos en los que Obama ya ha ofrecido su mano tendida a la oposición para después de los comicios.
Las diferencias Obama-Clinton
El problema es que ni Obama es Clinton ni los republicanos de ahora son los de entonces ni la situación del país es la misma.
En primer lugar, Barack Obama se ha distinguido por tener una forma de hacer las cosas muy distinta a la de Clinton: si el ex presidente era el hombre capaz de compartir el sufrimiento, Obama es el de “No-drama” con Obama, con una frialdad que a veces le han reprochado sus propias bases.
El propio carácter de Clinton, acostumbrado a pactar con la oposición en su época de gobernador de Arkansas -un estado sureño fuertemente republicano- le facilitó su acercamiento a la oposición, a veces incluso engatusada por su magnetismo personal.
Con Obama pasa justo lo contrario: criado políticamente en un ambiente de amplia mayoría demócrata, nunca ha perdido y nunca ha estado acostumbrado a pactar. Frente al pragmatismo de Clinton, Obama ha hecho de sus ideas y convicciones una bandera y sus relaciones con los líderes de los republicanos en Washington han sido entre frías y nulas.
Las diferencias de unos y otros republicanos
Sin embargo, en una entrevista reciente, el presidente de Estados Unidos aseguró que los demócratas necesitan un “adecuado sentido de la humildad” y “pasar más tiempo construyendo consensos”, en un gesto amigable de cara a la nueva etapa que se abre.
He aquí el segundo problema: los republicanos tienen claro que su principal objetivo es hacer que Obama sea un presidente de un solo mandato y, por tanto, cortarle las alas en los dos años que quedan.
En este sentido, el líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McDonnell ya ha asegurado que su problema en 1994 es que no fueron lo suficientemente duros con Clinton.
Otros, como el representante por Indiana Mike Pence, miembro de la dirección del grupo parlamentario en el Congreso, lo repitió: “ No habrá acuerdos”.
Las diferencias económicas
Por último, como bien señalaba Paul Krugman en un artículo reciente en The New York Times, en 1994 la economía del país se encontraba en una situación fuerte, con menos deuda, un incremento de la inversión privada y con el inicio de las oportunidades de las tecnologías de la información, lo que no requería que el Congreso tomase ninguna medida económica de enjundia más allá del control de tipos de la Reserva Federal.
Ahora, el debate entre más estímulo económico o recortar el déficit de forma abrupta puede ser decisivo para el futuro del país y del éxito o el fracaso de una u otra solución dependerá en buena medida el resultado de 2012.
De esta forma, si la economía no levanta cabeza en 2012, los republicanos podrían seguir acusando a Obama, que en última instancia es el responsable del país, mientras los demócratas lo tendrían difícil para capitalizar el éxito económico si se produce en estos dos años.
La fórmula de la comunicación
Así las cosas, ante un escenario de lucha abierta con el Congreso, a Obama le queda la baza de Truman, que tras perder el control de la cámara en 1948 emprendió una lucha sin cuartel contra los republicanos de Washington acusándoles de obstaculizar el rumbo del país.
Abría así dos años de campaña electoral constante, en la que el propio Obama podría sentirse más cómodo, sobre todo porque espera que la presión del Tea Party haga que los republicanos se estanquen en un discurso de derecha que una a su base social, tal y como señala Jonathan Cohn en The New Republic.
“Es posible que los republicanos intenten hacer demasiado, particularmente si sus ganancias el martes son de proporciones históricas. De hecho, Obama podría estar contando con que el liderazgo republicano vaya demasiado lejos y asuma un mandato para un Gobierno conservador que no existe y contará con que el pueblo americano se manifieste detrás de él una vez que eso pase”, asegura.
La amenaza demócrata
En realidad, eso sería una auténtica bendición para Obama, que al perder el control de una de las cámaras se encontrará con unos demócratas más escorados a la izquierda y, por tanto, menos comprometidos con su proyecto político.
De hecho, se han escuchado durante la campaña las primeras voces críticas con Obama dentro del Partido Demócrata al reprocharla a él y a su equipo que estén más preocupados por mantenerse en el poder que por fomentar las opciones de los candidatos del partido.
Lo cierto es que las encuestas les dan la razón: mientras Obama ronda el aprobado, el Congreso está en una valoración mucho más baja.
Nancy Pelosi, como Speaker, ha pagado los platos rotos de los dos años de intensidad legislativa pero fallos de comunicación de la Administración Obama.
Sin embargo, los que le sucedan no estarán tan dispuestos a ‘quemarse’ por un presidente que no solo no les defendió sino que pacta con sus enemigos republicanos.
Al fin y al cabo, en 2012 también habrá primarias demócratas y algunos podrían presentarse como los candidatos de la ‘esperanza’ y el ‘cambio’ frente al presidente que se ha vendido al ‘establishment’. Un disfraz de Clinton- Hillary, esta vez- que Obama a buen seguro nunca pensó que le pondrían.