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Aung San Suu Kyi, la "Dama" que ha desafiado al régimen

  • Fuentes próximas a Suu Kyi aseguran que podría ser liberada de inmediato
  • Se la ha llegado a comparar con Nelson Mandela

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Su fragilidad se extiende solo a su aspecto físico ya que ha resistido 20 años a la férrea dictadura de la Junta Militar birmana aunque ello le haya supuesto el paso por la cárcel, haber tenido que ver a su marido morir sin poderse despedir de él, no ver a sus hijos en 10 años y cumplir una orden de arresto domiciliario.

Se la ha llegado a comparar con Nelson Mandela que, tras 27 años bajo prisión, se alzó como presidente sudamericano. Sin embargo, este final feliz que tuvo Mandela al frente de su país no parece que vaya a repetirse con la que ya es el símbolo de la lucha por la democracia en Birmania: Aung San Suu Kyi.

Y parece que no se repetirá porque la Junta vuelve a gobernar el país aunque, de momento, la que perece inminente liberación de Suu Kyi abre cuanto menos una puerta a la esperanza.

Palabras y actos que valieron el Nobel de la Paz

Una ferviente defensora del pacifismo de Ghandi y budista devota que practica meditación a diario, Suu Kyi es la piedra en el zapato de la cúpula militar.

El general Than Swe, el jefe de la Junta Militar y verdadero hombre fuerte del régimen, tiene prohibido que pronuncien el nombre de la opositora en su presencia y se refiere a ella como la "Dama".

Pero, pese a sus intentos, ha logrado una multitudinaria concentración y miles de segidores. Por ello, son muchos los que recuerdan los discursos a favor de la democracia y la reconciliación nacional de esta mujer sobria, vestida con el típico "longui" birmano y una flor en el cabello ante miles de personas.

En 1989, se abrió paso entre un pelotón de soldados, quienes no se atrevieron a disparar contra la hija del héroe de la independencia británica, Aung San.

A sus espaldas quedan ya frases históricas: "No es el poder lo que corrompe, sino el miedo. El miedo a perder el poder", manifestó Suu Kyi un año antes de recibir el Nobel de la Paz, en 1991.

Nacida el 19 de junio de 1945, abandonó su país a los 15 años con destino a la India, donde su madre, Khin Kyi, era embajadora.

En los años 60, se mudó a la ciudad británica de Oxford para estudiar Filosofía, Economía y Política, aunque nunca obtuvo resultados brillantes y llegaron a rechazar su tesis doctoral.

Allí conoció al que se convertiría en su marido, Michael Aris, con el que tuvo dos hijos: Alexander (1973) y Kim (1977).

Durante sus años en Oxford, Suu Kyi escribió un libro sobre su país en el que omitió los aspectos más controvertidos del férreo régimen militar, pero una década más adelante se puso frente del movimiento a favor de la democracia, por el que sacrificaría su libertad.

Símbolo de la democracia

Suu Kyi regresó a Birmania en 1988, tras un periodo de trabajo y estudios en Japón y Bután, para cuidar a su anciana y enferma madre. El país vivía aquel año una revuelta popular, después de 26 años de dictadura socialista bajo el general Ne Win que habían destrozado la economía.

El régimen respondió con la fuerza a las multitudinarias protestas y murieron más de 3.000 manifestantes en las calles de Rangún, pero Suu Kyi se había convertido ya en el símbolo de las aspiraciones democráticas.

En 1989, sufrió su primer arresto domiciliario, que le impediría participar en las elecciones de 1990, en las que ganó su partido, la Liga Nacional por la Democracia.

"Utilizad vuestra libertad para promocionar la nuestra", rezaba el discurso de la "Dama" leído en su ausencia en la ceremonia de aceptación del Nobel de la Paz de 1991, en Oslo.

La lucha de Suu Kyi, quien ha padecido problemas de salud debido a varias huelgas de hambre, también inspiró a los monjes y estudiantes de protagonizaron las manifestaciones de 2007.

Sin teléfono ni internet y con las visitas controladas, Suu Kyi ha aprovechado sus años de confinamiento (1989-1995, 2000-2002 y 2003-2010) para estudiar, tocar el piano y mejorar su francés y japonés.

La Junta Militar impidió a Suu Kyi que se despidiera de su marido, quien murió en 1999 de un cáncer a miles de kilómetros de distancia en Londres.

No ha podido ver a sus hijos en diez años y, aunque los generales le tendieron un puente de plata para el exilio, ella prefirió sacrificar su familia y su libertad en aras de la democracia.

"Cuando me uní al movimiento democrático hice algunas promesas. Una de ellas es que no abandonaré hasta haber conseguido nuestro objetivo", es una de las frases que explican el tesón de esta mujer, incluso en la adversidad.

Además del Nobel de la Paz, ha recibido los premios Sajarov del Parlamento Europeo (1990), Rafto de Derechos Humanos (1990) y la Medalla de la Libertad que otorga el presidente de Estados Unidos (2000).