Sarkozy defiende su nuevo gobierno y a Fillon como "el mejor primer ministro"
- Ha asegurado decidirá en un año si es de nuevo candidato
- Ha defendido también su polémica reforma de las pensiones
En su primera comparecencia pública tras la remodelación de gobierno, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha defendido las reformas de su Ejecutivo, entre ellas la muy polémica de las pensiones, y su actuación en materia de inmigración y se ha dado un año para decidir si se presenta a la reelección.
"¿Cómo iban a estar contentos?", se ha preguntado Sarkozy acerca de la actitud de los millones de franceses que protestaron durante semanas en las calles de todo el país en protesta por una reforma que les hace trabajar dos años más antes de jubilarse con toda su pensión.
Pero el presidente, en una entrevista en tres canales de televisión a hora de máxima audiencia, ha defendido que la reforma era imprescindible para evitar la quiebra futura del sistema de pensiones y para incrementar la competitividad del país.
Sarkozy, quien ha reconocido que el ejercicio del poder le ha hecho cambiar su percepción sobre éste -dijo claramente que su gusto por el poder no es mayor- ha asegurado que dentro de un año, "en otoño de 2011", decidirá si se presenta a la reelección en los comicios del año siguiente.
El presidente -cuyo nuevo Gobierno, anunciado este fin de semana y que vuelve a tener al frente a François Fillon, vira hacia el centroderecha- ha negado que se plantee una futura alianza electoral con el ultraderechista Frente Nacional.
Viraje a la derecha
Sarkozy Fillon como "el mejor primer ministro de Francia", aunque tuvo palabras de agradecimiento para el ex titular de Ecología Jean Louis Borloo, un centrista del que se habló durante las últimas semanas como probable sustituto de Fillon y que ya no está en el Gobierno.
Sobre otro de los ministros que Sarkozy dejó en la carrera -el titular de Empleo Éric Woerth, relacionado con un presunto trato de favor fiscal a la multimillonaria Liliane Bettencourt- el presidente ha tenido una referencia fría al admitir que su exclusión "era mejor" para evitarle tener que ocuparse además de "citas judiciales inevitables".
A pesar de la reiterada defensa de la contestada reforma de las pensiones, que echó a la calle a millones de ciudadanos airados durante semanas -Sarkozy ha querido destacar que "sin violencia"- el presidente sí admitió indirectamente un arrepentimiento en su apoyo a otra de sus políticas básicas, la de la forja de la "identidad nacional" francesa.
El debate lanzado hace un año entre los franceses para definir esa identidad gala se tiñó de tics xenófobos y Sarkozy ha resaltado este martes que renunciaba a la expresión, aunque no al fondo de lo que significa.
Y eso antes de proceder a la defensa de su política de inmigración, incluso insistiendo en que la Comisión Europea no puso en duda la política francesa en relación con la práctica gala de expulsiones de gitanos rumanos y búlgaros que hace unos meses suscitó las críticas mundiales.
"No hemos controlado los flujos migratorios", ha admitido Sarkozy, quien ha añadido que en Francia "se ha aceptado a más gente de la que podemos acoger" e incluso ha citado al Papa al buscar un apoyo a la política de París hacia los inmigrantes, al decir que "el deber de los extranjeros es respetar las leyes del país receptor".
"Compatibilidad fiscal" con Alemania
En materia económica, Sarkozy ha defendido la "compatibilidad fiscal" con Alemania para recuperar el terreno perdido en competitividad económica por Francia en relación con su vecino del este.
Y ha adelantado que en 2011 el Gobierno francés organizará "un debate amplio" destinado a "armonizar las fiscalidades" de Francia y Alemania para evitar que se produzcan mayores diferencias entre la competitividad de las economías respectivas.
El presidente ha anunciado la creación de "un nuevo impuesto sobre el patrimonio" y también se ha explayado sobre los retos que se presentan a Francia, que ya preside el G-20, en el ámbito global: pidió la creación de "un nuevo sistema monetario internacional" para terminar con "el desorden monetario".
El presidente ha desmintido categóricamente las acusaciones de que desde las instancias del Gobierno se espíe a la prensa en relación con investigaciones de los medios ligadas a escándalos como el relacionado con la multimillonaria Bettencourt y ha cortado en más de una ocasión a los periodistas que le insistieron sobre el asunto, en una entrevista de casi dos horas de duración.