La OTAN busca en Lisboa reinventarse y poner fecha al fin del "error" de Afganistán
- Los líderes de la Alianza se reúnen para negociar la salida de la guerra
- Aprobarán el nuevo concepto estratégico que marcará el futuro de la OTAN
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"Creo que, visto retrospectivamente, subestimamos el reto al que nos enfrentábamos y nuestra operación en Afganistán no tuvo suficientes recursos, y sí, eso fue un error".
Estas palabras del secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, a los medios portugueses resumen el espíritu de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de los 28 miembros de la Alianza Atlántica que se inicia este viernes en Lisboa: aceptar el fracaso de la Guerra de Afganistán, aprender los errores y hacer lo posible para que no se vuelva a repetir.
La fórmula para conseguirlo se llama Nuevo Concepto Estratégico, la 'visión' para la nueva OTAN derivada del informe del grupo de trabajo presidido por Madeleine Albright, la ex secretaria de Estado de EE.UU., que presenta la visión de una nueva alianza que sepa lidiar con nuevas amenazas como el terrorismo, los cibertataques, los misiles balísiticos y la proliferación nuclear.
No en vano, la última visión estratégica data de 1999, un mundo anterior al 11-S y, sobre todo, la Guerra en Afganistán, la primera vez en la historia en la que la OTAN tuvo que hacer uso del llamado Artículo V, es decir, de la defensa de uno de sus miembros cuando era atacado por otro país.
La herida de Afganistán
El problema es que ese ataque no era el que se imaginó en 1949 cuando se creó el Tratado del Atlántico Norte: los agresores no eran tropas soviéticas sino terroristas suicidas y el país al que responder no existía -quizá podría ser una zona tribal perdida entre Afganistán y Pakistán-, así que los aliados se 'conformaron' con derrocar al régimen extremista que les daba cobijo.
Era 2001 y la conmoción internacional con los atentados de las Torres Gemelas despertó una ola de solidaridad con Estados Unidos que, con los años, se ha convertido en el Viejo Continente en un deseo casi irrefrenable de abandonar el país.
"Hoy los ciudadanos europeos ven la guerra en Afganistán como una operación humanitaria y no como una respuesta a una amenaza directa de terrorismo", lamentaba el experto del Council Foreign Relations, James M. Goldgeier, en un artículo titulado significativamente El futuro de la OTAN.
En su informe, Goldgeier relata la frustración al otro lado del Atlántico por la reticencia de buena parte de los países europeos a ir a zonas de combate peligrosas en Afganistán, especialmente las del sur y las del este, lo que provocó las palabras de advertencia del secretario de Defensa de EE.UU., Robert Gates, advirtiendo en que la OTAN corría el peligro de convertirse en una alianza "de dos pisos, entre aquellos que están dispuestos a luchar y aquellos que no".
En realidad, la diferencia entre Estados Unidos y sus aliados europeos se resume, según la experta de FRIDE Cristina Barrios, en que mientras unos quieren ganar, otros se concentran en la salida.
"La posición europea siempre ha sido negociar a la baja, es decir, qué es lo mínimo que tenemos que hacer para mantener nuestra alianza con Estados Unidos en Afganistán", señala.
En el otro lado, Félix Arteaga, responsable de los estudios de Defensa y Seguridad del Real Instituto Elcano, subraya que han sido los estadounidenses los que desde un principio han marcado la estrategia en el país asiático.
"Los europeos cada vez cuentan menos y les tratan mal", señala el experto del Instituto Elcano, que recuerda que cuando llegaron a Afganistán los países europeos les prometieron que podían ocuparse de reconstruir el país, cuando en la práctica se han visto en situaciones de combate.
Objetivo, 2014
Así las cosas, los colegas europeos de Estados Unidos esperan de su presidente, Barack Obama, que venga con un calendario de salida fijado, con 2014 como fecha límite. Un informe filtrado a The New York Times esta semana apunta en ese sentido.
Sin embargo, aunque Obama tiene fuertes presiones en sus bases demócratas para acelerar la salida del país, es consciente de que cualquier gesto que vaya más allá de los plazos fijados -inicio de la retirada a mediados de 2011, fin de la operación militar en 2014- podría provocar una auténtica estampida en unos aliados sometidos ya a la presión de sus opiniones públicas internas.
El problema actualmente reside en que existen muchas dudas sobre cuál será la situación ya no en 2011, cuando se empiece a transferir la seguridad en las provincias menos conflictivas, sino dentro de cuatro años, fecha en la que se duda mucho en que la Policía afgana esté preparada para asumir la seguridad.
"En Afganistán hace falta una cantidad de tiempo y de recursos que los que estamos allí no estamos dispuestos a poner", reconoce Arteaga, que señala que el problema no es solo cumplir los objetivos cuantitativos -por ejemplo, llegar a los 300.000 soldados afganos para finales de 2011- sino que esas fuerzas sean capaces de asumir la seguridad en zonas que hoy por hoy son muy duras para los militares profesionales de la OTAN.
La voz de alerta la ha dado ya la propia OTAN a través de su representante civil en Kabul, Mark Sedwill, que ha advertido de que la transición se podría acabarse "en 2015 y más allá" en algunas áreas que pueden tener problemas de seguridad".
Los roces entre el presidente afgano. Hamid Karzai, y el jefe de las tropas en el país, David Petraeus, a cuenta de las operaciones nocturnas contra los talibanes ha encendido más aún el ambiente, multiplicando las dudas sobre los esfuerzos en un país donde la corrupción y la gobernanza sigue siendo un problema estructural.
Un futuro con claroscuros
Y es que, nueve años después del comienzo del conflicto, Afganistán supone la principal sombra para el futuro de la Alianza, la que resume sus dudas y sus retos para el futuro.
"Creo que Afganistán realmente ha provocado dudas sobre el futuro de la OTAN, pero es no significa que la OTAN se vaya a ir", apunta Brian Jenkins, analista de Rand Corporartion.
"La cuestión es si la OTAN puede responder a amenazas no convencionales como los talibanes y los piratas en África. Si no puede quizá su efectividad está muy limitada", añade Jenkins.
Por este motivo, el nuevo concepto estratégico incluye la lucha contra estos elementos no convencionales como prioridad y reconoce que, por tanto, ya no se trata de defender a un país miembro cuando es atacado, sino adoptar una perspectiva global.
Para ello, la OTAN prevé dar un mayor papel a la cooperación política a nivel multilateral con la ONU y la UE, pero también a colaborar con grandes actores internacionales como China, India, Brasil y especialmente Rusia, cuyo presidente estará en la cumbre sobre todo para escuchar las propuestas sobre defensa antimisiles, el elemento que le ha separado de la alianza en los últimos años junto con la guerra de Georgia.
A pesar de ello, el secretario general, el danés Anders Fogh Rasmussen, ha insistido en los últimos días en que la OTAN no quiere ser "un gendarme mundial", pero sí necesita actuar "con perspectiva global".
Eso sí, esta perspectiva global se basa en un enfoque básicamente militar, en una especie de vuelta a los orígenes de la alianza 'versión 2.0'.
"Ninguna otra organización puede armarse, desplegarse y sostenerse como la fuerza militar de la OTAN", puntualizaba Rasmussen para rechazar que Afganistán sea la última gran misión de la OTAN.
"Habrá otras misiones en el futuro que solo podrá cumplir la OTAN y tenemos que estar preparados", añadía.
Pero esas grandes misiones futuras no pasan ni siquiera por la imaginación de los países miembros: para ellos, la nueva OTAN serán menos bases, menos agencias y menos personal. Y, si todo va bien, menos, mucho menos Afganistán.