El desafío de gobernar después de Lula
- Para algunos analistas, el gobierno de Roussef sera de "inmensa continuidad"
- El 83% de los brasileños cree que será mejor o igual que el de Lula
Dilma Rousseff ha alcanzado la cima del poder con el reto de emular a su mentor, Luiz Inácio Lula da Silva, uno de los dirigentes con más carisma de la historia del país, que ha despertado una sólida corriente de simpatía mundial y deja el terreno abonado para las comparaciones.
Rousseff, economista de 63 años de edad que hizo su campaña electoral literalmente de la mano de Lula, ha reiterado este sábado que para ella ha sido un "orgullo" haber formado parte de su Gobierno y se ha comprometido a preservar el legado del ex presidente.
El nuevo Ejecutivo estará marcado por una "inmensa continuidad", ha dicho a Efe el analista político Claudio Couto, de la Fundación Getulio Vargas (FGV).
En opinión de Couto, Dilma Rousseff no goza de la misma influencia dentro del gobernante Partido de los Trabajadores (PT) que Lula, por lo que en la formación del nuevo Gobierno la presidenta se ha visto forzada a incluir muchos nombres de su grupo político para decepción de sus aliados de coalición.
El factor clave de su éxito
El pasado 31 de octubre, Rousseff se alzó con la victoria en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en el que fue su estreno en un proceso electoral, un triunfo que los analistas coinciden en señalar como factor clave el apoyo incondicional que recibió de su padrino político.
Los medios brasileños han dedicado los últimos días a difundir profusión de reportajes monográficos sobre la gestión de Lula y destacan que comienza una nueva etapa en la que una de las principales incógnitas es desvelar el futuro de un presidente que abandona el poder con una popularidad récord del 87%.
Para algunos expertos es complicado que una figura del peso de Lula, gran protagonista de la política brasileña en los últimos ocho años, acepte con placidez un retiro palaciego.
Sin embargo, Couto ha descartado que Lula, a quien ha calificado como un "político nato", sin vocación centralizadora y que ha sabido delegar, vaya a inmiscuirse en la gestión de Rousseff.
"No creo que vaya a ser un ex presidente entrometido. Por el propio perfil de ella (Rousseff) va a ser difícil que acepte injerencias", ha concluido.
Las cuentas públicas
La primera presidenta mujer de Brasil asume la jefatura del Estado con el reto de preservar la salud de las cuentas públicas y contener la inflación que supera el 5%.
Con el objetivo de atender esas demandas, los mercados esperan la subida de los tipos de interés por parte del Banco Central, así como el recorte del gasto público, medida que ya ha sido anticipada por el ministro de Hacienda, Guido Mantega.
Otra de las dificultades será sortear las comparaciones con el ya ex presidente y administrar su relación con Lula, quien se ha mostrado seguro de que Rousseff hará un Gobierno extraordinario, pero también ha dejado claro que deja a su sucesora una herencia próspera que debe saber gestionar.
"El Brasil que le entregaremos a Dilma tiene la perspectiva de transformarse en los próximos seis años en la quinta mayor economía mundial", ha llegado a decir Lula.
El ex presidente, quien ha viajado por la geografía brasileña hasta el final de su mandato, ha hecho suya la frase "nunca antes en la historia de este país", en referencia a los logros que a su juicio ha conseguido Brasil bajo su gobierno, una expresión que se ha convertido en el auténtico mantra de la oratoria de Lula.
NIvel de exigencia
El profesor Ricardo Caldas, de la Universidad de Brasilia, considera que el nivel de exigencia al que se someterá Rousseff será elevado, debido a que "Lula colocaba encima de la mesa un carisma que ella no tiene".
"Lo que se espera de ella son resultados. El beneficio de la duda que Lula tenía, ella no lo va a tener", ha anotado.
Y así lo confirman los sondeos: el 83% de los brasileños cree que el Gobierno de Rousseff será mejor o igual que el de su predecesor, de acuerdo con la firma Datafolha.
En cuanto al futuro de Lula, el 41% considera que debería ocupar algún cargo en el gobierno de su sucesora.
Lula ha escrito con tinta indeleble un legado económico y social que ha funcionado como la mejor carta de presentación para Rousseff, pero el tiempo del mandatario ha vencido. El de ella acaba de empezar.